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Diputaciones, ¡mi tesoro!

Pepe Fdez
Pepe Fdez

¿Por qué solo quieren que sigan existiendo las diputaciones quienes viven instalados de ellas? ¿Por qué se aferran al pasado proclamando “mi tesoro, mi tesoro” con tanto ahínco?

En Andalucía han saltado como panteras los presidentes de diputaciones socialistas al conocer que, en los acuerdos alcanzados entre Sanchez&Rivera figura la desaparición de estas instituciones que siguen funcionando, en términos políticos, de la misma forma que lo hacían con Franco y el yerno de Carrero presidía la de Sevilla.

Se pongan como se pongan de estupendos los que trabajan y viven de las diputaciones, defendiendo las bondades y ayudas a pequeños pueblos de cada provincia, en el fondo, subyace una clave que podría ser la madre de todos los males instalados en la vida política más cercana al ciudadano.

Las Diputaciones son, sobre todo, cuarteles generales de las redes clientelares respectivas, manejando anualmente más de mil millones de euros.

El Régimen de Franco usó también las Diputaciones como la cabeza inversora para el control de las provincias, mientras que los gobiernos civiles eran los centros donde su inquilino velaban por la pureza política del Movimiento. Salvo contadas excepciones el Gobernador tenía menos peso político e influencia que el presidente de la diputación de turno. Lo mismo que sucede en la actualidad.

Claro que ahora estamos en democracia y que, afortunadamente, los diputados provinciales salen de las urnas. Pero a la hora de poner al presiente, el partido de turno, suele encajar al candidato en una lista de un pueblo perdido donde quizás ni le conozcan.

Y no hablo más porque me caliento” Fernando R. Villalobos, Presidente de la Diputación de Sevilla

Los defensores de estos días de la supervivencia de las diputaciones provinciales, apelan lastimeramente al enorme perjuicio que se le causaría a pequeños pueblos, sin servicios, y sin capacidad para funcionar sin la ayuda de la corporación supramunicipal.

Siendo cierta en parte esta afirmación, dado lo que estamos viendo que sucede en muchas instituciones provinciales, se obtiene la sensación de que los jerarcas socialistas que han salido a la palestra – Fernando Rodríguez Villalobos el presidente de la de Sevilla la explotado hoy para concluir diciendo “Y no hablo más porque me caliento”– han usado a los pobrecitos pueblos pequeños como escudo, como una justificación que difícilmente cuela ante una opinión pública que asiste, cada cuatro años, a un espectáculo de enchufismo repugnante y escandaloso con el dinero de los impuestos.

Alcalde que pierde las elecciones, pues asesoría de 3.500 euros al canto en la Diputación, que para eso la controla el partido. Y esta situación se reproduce tanto en el PP como en el PSOE. Por no hablar de las millonadas que se gastan en supuestas promociones turísticas de la provincia, la mayoría de las veces usadas para mayor gloria del presidente, comprando y copando espacios de promoción y propaganda política en los medios.

El interés de quiénes se oponen a que desaparezcan las diputaciones no está en preservar los servicios mancomunados para los pequeños pueblos, algo que perfectamente podría asumir la administración periférica de la Junta con la oportuna optimización y regulación de la burocracia existente; lo que se discute es si el bipartidismo está dispuesto a renunciar  al “tesoro” que supone controlar una diputación, convertida en la prolongación de los aparatos provinciales y donde solo entran a asesorar personas claves en las organizaciones comarcales del partido de turno.

Quizás fuese conveniente conocer cuántos millones se destinan para sufragar tanto sueldo y tanta nómina de personal de confianza de los partidos. O cuanta obra inútil que se financia, simplemente porque fue una promesa electoral del candidato del partido.

Eliminar las diputaciones no supondría ahorrar mil millones de euros anuales, tal y como ha apuntado algún barón socialista. Cierto, pero quizás fuese conveniente conocer cuántos millones se destinan para sufragar tanto sueldo y tanta nómina de personal de confianza de los partidos. O cuanta obra inútil que se financia, simplemente porque fue una promesa electoral del candidato del partido. O cuantos caprichos caciquiles del presidente de turno se abonarán desde la Diputación.

Seguro que con el ahorro se podrían atender muchos más pueblecitos a los que, ahora, en el mejor de los casos solo se les recoge los residuos, les asfaltan una carretera de tarde en tarde y tras varios accidentes o los bomberos de Diputación van y les apagan un incendio en el término.

Susana Díaz coincide plenamente con los líderes provinciales de su partido que han levantado la voz contra el contenido del pacto Sánchez&Rivera a cuenta de las diputaciones.  Eso parece más que evidente. Enseguida iban a hablar en contra del criterio de la Secretaria General los que se han pronunciado en contra. La presidenta ha sido más cauta en sus declaraciones públicas defendiendo el mantenimiento de las diputaciones, pero reformándolas y modernizando estas viejas estructuras, una de las cuatro administraciones públicas que los españoles soportamos con nuestros impuestos.

Así que nadie se llame engaño. Cuando algunos claman defendiendo la permanencia de las diputaciones, en realidad defienden el mantenimiento de unas estructuras carísimas y pagadas por todos al servicio de los partidos. La cantinela del servicio a las pequeñas localidades es solo eso, una cantinela lastimera  para confundir al personal y quizás hasta lo logren, menos a los que sufren las carencias a pie de tajo en esos pequeños pueblos.