The news is by your side.

El comportamiento de Cataluña y Andalucía ante un resistente Pedro Sánchez

Si el PP consigue a nivel nacional 9,06 puntos más, a nivel andaluz el incremento es de 15,66 y en Málaga es de 16,54 con 2 diputados más.

 

En toda la singladura recorrida desde que se abrió paso la democracia tras el fin de la Dictadura, cada vez que sucedía una cita ante las urnas, la izquierda, y sobre todo su partido hegemónico, el PSOE, miraba de reojo hacia Andalucía y Cataluña como los dos grandes factótums territoriales que podían proporcionar su victoria electoral.

El 10-N del 2.019, fecha de las precedentes elecciones generales, Cataluña aún atravesaba la resaca del procès; uno más, no era novedoso, de los conflictos cíclicos de tintes soberanistas que periódicamente irrumpió a lo largo de nuestra historia común desde la conformación del Estado-nación, aunque de los más difíciles y complejos de resolver de cara a dar una salida civilizada que no fuera la clásica a base de cañonazos, como la que anteriormente había tenido lugar en octubre de 1.934, por no hablar, al ser de naturaleza bien distinta, de la de enero de 1.939, que afectó, además, como holocausto nazi-africanista, a toda España.

En este sentido, una nueva aventura segregacionista aconteció en Cataluña en septiembre del 2.017 con una desconexión de imposible encaje en el marco constitucional, democrático y autonómico, liderada por su burguesía política corrupta, como fuga hacia adelante antes de que culminara la instrucción del procedimiento penal que llevaba a cabo la justicia que le pisaba los talones, dispuesta a varear en esta ocasión el oscuro arbusto convergente del pujolismo, dándose paso a la mayor inestabilidad vivida por nuestra democracia desde el 15-J 1.977, convulsionando, como efecto colateral, su mapa electoral.

Sin embargo, no hay que olvidar que este proceso unilateral fue precedida por una reforma estatutaria convertida en fiasco por su hermana de la derecha, en la maximización de los pingües beneficios económicos y en el saqueo a lo público, la carpetovetónica del Estado español, convertida en fábrica de producción de independentistas, habiendo contado para ello, como aliado fundamental, con una sentencia del alto Tribunal Constitucional con contenido de rancio centralismo.

La campaña contra la reforma del Estatut de Catalunya que desplegó el PP en toda España recogiendo cuatro millones de firmas sirvió como punto de partida para que empezara a ponerse en pie un movimiento soberanista que unida al desatino de la sentencia del Tribunal Constitucional en poco tiempo hizo pasar el 15% de catalanes favorables a la independencia a cerca del 50%.

A esa derecha catalanista del 3%, sucedió una nueva versión porque la pela había pasado a ser euro, precursora, por su acción gubernamental autonómica, de las oleadas de políticas de recortes neoliberales, con un Artur Mas de maestro de ceremonia, al que el PP tendió a imitar con inmediatez apenas despachó, tras las urnas del 20-N 2.011, al Gobierno Zapatero.

 

 

A ese procès se le sumó en todo momento en su agitación, como compañera útil de viaje, una esquerra nacionalista, propicia a contribuir de la misma manera a incendiar Cataluña y a resucitar en el resto de España, entre quienes gritaban ¡¡a por ellos!! a una voxera extrema derecha que había permanecido en letargo invernal desde el desmantelamiento del franquismo. Para ello, fue decisiva también la ineptitud de un Gobierno presidido por el ínclito Mariano Rajoy, en el momento de su mayor descrédito por las políticas antisociales y de regalos millonarios a la banca, que de Cataluña solo sabía “que hacían cosas” y quizás por ello contribuyó, enviando el barco policial Piolín, a echar una mano para propagar el fuego existente.

Este proceso llevó a una de las crisis más delicadas de nuestra era de libertades, solo equiparables a la convulsión sufrida en el Congreso de Diputados aquel 23-F 1.981. La diferencia entre izquierda y derecha quedó evaporada en Cataluña, siendo sustituida por sentimientos y emociones con formatos fronterizos, identitarios, disfrazados de textiles esteladas, y con ello la puesta a fin al debate surgido sobre los de arriba y los de abajo que había recalado tras el 15-M 2.011, de diferencias de intereses entre clases sociales diversas, de alternativas de progreso versus conservadoras, que pasaban a peor vida en el cementerio de Montjuic. Asimismo, a que en ese contexto alumbrara el amarillista partido Ciudadanos, -creado artificialmente por el banco Sabadell para hacer frente a la inquietud que, tanto en el mundo financiero como en el lobby mediático-mafioso, había levantado el nacimiento de Podemos-, que desbancaba al PSC de sus tradicionales feudos sociales de votantes, en tanto ERC se llevaba otro bocado del electorado socialista. La centralidad, el equilibrio y la convivencia entre las dos Cataluña, había saltado por los aires.

Mientras esto sucedía en la terra de Pau Casals, lo que, en equiparación, acontecía en Andalucía era peccata minuta. Las legislaturas socialistas se habían ido solapando cada vez con menor pujanza, su ciclo de gobernanza ininterrumpida, iniciado cuatro décadas antes, había tocado fondo sin que nadie hubiera corregido el rumbo con antelación para impedirlo. El PSOE-A, incapaz de adaptarse a los cambios que había operado en la sociedad andaluza, eclipsado por una composición cada vez más estrecha, mediocre -la excelencia y el conocimiento fueron sustituidos por un servilismo acrítico y de lo más mezquino- y mermado cuantitativamente de militancia, quedó convertido para los restos si nadie lo impedía en un futuro en un sindicato para el empleo público de cuantos en sus filas medraban. Atrapado en la propia red clientelar desarrollada para su subsistencia, había llegado a su agotamiento y al anquilosamiento más absoluto. Bastó la pérdida de la mayoría absoluta electoral y el cambalache suicida de Ciudadanos, auspiciado por el pescador Juan Marín, que le llevaría a la sepultura cuatro años después, con el apoyo de Vox, para que la lista peor votada del PP, presidido por un desabrido Juanma Moreno, otro Susana Díaz procedente del fracaso escolar, llegara a presidir la Junta. Por ello, que este malagueño de origen barcelonés sea hoy el gran defensor de que gobierne en España la lista más votada, está muy acorde con su cínico careto de buen gesto, con apariencia de no haber roto un plato en su vida, cuando no de ignorancia hacia el ordenamiento constitucional vigente, -tampoco ha llegado a aprenderse el número de artículos que contiene su ley de regadíos ilegales agrícolas para desecar Doñana-. Lo que no se lo aplicó a sí mismo en Andalucía, ni en Madrid, Ayuso, ni en Extremadura, María Guardiola, Canarias, Valladolid, Burgos…- pretende ahora que se lleve al efecto, quizás en un lapsus freudiano para rememorar a su abuelo político, refundador del PP, don Manuel Fraga Iribarne, el de «la calle es mía», en aquel turístico slogan sesentón: «España es diferente».

Manuel Fraga Iribarne, fundador de Alianza Popular, antecesor del Partido Popular, junto a otros seis exministros del dictador Francisco Franco, retratado en las aguas almerienses de Palomares para tranquilizar al turismo internacional al objeto de que no dejara de visitar nuestro país debido a que el 7-1-1.966 cayeron cuatro bombas atómicas producto de un choque en pleno vuelo de dos aeronaves estadounidenses. En la recreación del autor está acompañado por Santiago Abascal de VOX y por Alberto Núñez Feijóo su heredero en el PP, artífices de los pactos que nos retrotraen a aquella época.

Sin embargo, ante la situación política por la que atravesaban ambas Comunidades Autónomas, el parche socialista aplicado a Cataluña y a Andalucía fueron bien distintos y hoy, tras el 23-J, estamos en condiciones de valorar sus resultados.

El reto de pacificar Cataluña, apostar por la convivencia y el diálogo, desactivar los agravios que llevaban a un sector social importante de catalanes a apoyar al independentismo, con el indulto y la reforma legislativa introducida sobre la malversación de fondos públicos asociados a partir de ahora al enriquecimiento personal, así como el cambio sucedido en la dirección del PSC con un nuevo liderazgo, Salvador Illa, de probada solvencia como quedó demostrada bajo la pandemia, al igual que la apuesta por la renovación de cuadros, el reforzamiento orgánico, su inserción social y cultural, han sido medidas políticas y organizativas arriesgadas y valientes, impulsadas por Pedro Sánchez, que han demostrado su acierto y eficacia para resolver el conflicto creado, lo que ha llevado a Cataluña en este 23-J a que mengüen, hasta niveles insospechados hace tan solo escaso tiempo, las opciones segregacionistas, con desaparición inclusive de la CUP de la representación parlamentaria, aparte del auto hundimiento de Ciudadanos por deméritos propios, todo ello logrado en tiempo récord y donde lo único que ahora queda en pie en el panorama catalán con imagen de contar con cabeza y votos sea el partido de los socialistas catalanes.

De este modo, en este pasado 23-J, el PSC ha pasado, en casi cuatro años, del 20,64% al 34,49% de los votos, subiendo casi 14 puntos, y logrando pasar de 12 a 19 diputados. A la inversa, el batacazo de ERC ha sido descomunal, perdiendo 6 diputados, a unir la merma de 1 por Junts y los 2 ya comentados de la CUP. En la misma línea, los socialistas catalanes sacan hoy más de cuatro puntos electorales a la suma total de lo conseguido por las tres opciones independentistas referidas. Como para que con estos ridículos resultados sigan pidiendo el cantonalista derecho a la autodeterminación y la amnistía, imposibles de encajar en el ordenamiento constitucional, o provoquen la repetición de elecciones generales en un ataque de ansiedad compulsiva por hacerse desaparecer y así situar a Salvador Illa como el próximo presidente de la Generalitat con mayoría absoluta.

Como si dos campañas electorales no hubieran sido suficientes, el candidato del PP se tira a un nuevo charco planteándose, en un canto al sol como prórroga antes que caer en desgracia, ofrecerse de candidato a presidir el Gobierno de España. Como los números no le dan, le pide los votos al PSOE al que le ha arrebatado poder institucional allí donde ha podido sin ganar las elecciones, a la vez que prometió en la campaña derogar el sanchismo y descalificaba el voto socialista equiparándolo al voto al terrorista etarra Txapote, por no recordar que desde que Pedro Sánchez constituyó Gobierno, el PP lo ha venido calificando de ilegítimo, habiendo sido su única oposición política la de pretender desestabilizarlo desde el primer momento. Es para ingresar en un psiquiátrico o esperar que don Ramón María Valle-Inclán en paz descanse le inmortalice en algunas de sus futuras novelas, aunque el gallego Feijóo no sepa, al igual que cuándo escribió Orwell «1.984», que este personaje literario, también gallego, nos dejó el 5 de enero de 1.936. Imagen: elmundotoday.com.

Vayamos a Andalucía. La pérdida del gobierno andaluz por el PSOE-A el 2-D de 2.018 desencadenó en la organización socialista andaluza unas forzadas primarias internas donde Susana Díaz, incapaz de dar un paso al lado, perdió la batalla ante un aliado suyo hasta minutos antes, Juan Espadas, que gozó del apoyo del aparato federal. Alcalde de Sevilla, de perfil bajo, tanto político como ideológico, tecno jurista del administrativismo, de vocación y praxis, y lúcido en la gestión normativa y presupuestaria.

El nuevo dirigente de los socialistas andaluces lo tenía fácil, como era optar por la renovación de cuadros, la regeneración de la depravada práctica que asolaba su organización, la eliminación de las redes clientelares instaladas, con separación del partido de las instituciones, apostando por un sistema de incompatibilidades que evite la ineficiente acumulación de cargos, compitiendo por la excelencia y la brillantez para zambullirse su entramado orgánico en la sociedad, haciendo cómplice al partido de los socialistas andaluces de la opinión de la gente de la calle, de sus problemas, inquietudes y sugerencias, formando parte del tejido asociativo vertebrado para ganar lo que Antoni Gramsci denominó la hegemonía cultural, capaz de engendrar en torno a sí un amplio consenso, que abarcase también a un extenso abanico de grupos y actores copartícipes de su proyecto. Por el contrario, eligió por continuar sin trastocar en nada el maltrecho legado susanista, causa de la fatal decadencia que había hecho embarrancar al PSOE-A, dejándolo intacto, hasta con las mismas caras desgastadas y achicharradas en las provincias, desconocidas y sin bagaje de ningún tipo. Vaya inhibición ante el revulsivo que le hacía falta al instrumento pensado teóricamente para transformar el entorno y no para la gestión de su subsistencia interna agónica. Que nada cambie para que todo siga igual. Para ese viaje no hacía falta una nueva alforja. Así, los viejos vicios acumulados en cuatro décadas por la inercia del poder quedaron incólumes, y con ello la no alteración de la deteriorada imagen que ofrecía ya el PSOE-A para ciertos sectores del cuerpo electoral, sentando las bases para nuevas derrotas.

 

 

Así pues, con estos mimbres estaba cantado lo que iba a producirse. Llegó pronto. A un año de su elección, Espadas sufrió en las urnas un escandaloso batacazo electoral cuando el 19-J del 2.022 el socialismo andaluz tuvo su mayor derrota en unas urnas autonómicas que, por el contrario, dieron la mayoría absoluta al PP del mediocre Juanma Moreno, pasando el mayor territorio de izquierda de España a ser memoria histórica y por ende quedar hecho un erial de la derecha. No quedó ahí el hecho al no dimitir en asunción de responsabilidades, ya que, en este segundo año de su mandato, han transcurridos las pasadas elecciones municipales del 28-M donde el PSOE-A bajo su misma dirección volvió a cosechar una nueva derrota, afectando hasta a su antiguo baluarte de la capital hispalense. En Málaga, 3 de cada 4 malagueños quedaron a estar administrados bajo alcaldías del PP. El trío «La La La socialista» malacitano, Pérez-Bernal-Granados, tampoco se inmutó debido al ejemplo y al blindaje orgánico que le proporciona su mentor Espadas.

En este escenario inmovilista, se llega en Andalucía a las pasadas elecciones generales del 23-J, prácticamente con un PSOE-A ausente, no así el socialismo ancestral que por su cuenta, junto al electorado progresista, se moviliza cívicamente de forma individual, cada cual a su forma y entender, aterrorizados ambos sectores sociales ante lo que viene aconteciendo en plena campaña electoral con afrentas a la democracia, a los derechos humanos y a la convivencia, en aplicación de los acuerdos involucionistas firmados entre el PP y Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas. En este ambiente de preocupación y desasosiego, es fácil deducir que el voto masivo obtenido por el PSOE ha sido debido fundamentalmente al liderazgo de Pedro Sánchez como muro de contención a la derecha más reaccionaria de nuestra era democrática, tampoco hay que olvidar en justicia a Zapatero, -a los jarrones chinos de González y Guerra, mejor ni calificarlos por razones de salubridad pública-, producto de esa automovilización ciudadana progresista y de izquierda habida, ante el pavor a la irrupción del retroceso histórico que reportaría a nivel estatal un gobierno PP-VOX , presidido por un insolvente Feijóo, mentiroso compulsivo, al que tanto le vino costando hasta dónde se encontraba geográficamente de pie, y vicepresidido por el frustrado legionario Abascal que procedente del plioceno se libró de aquel servicio militar que ahora pretendía nuevamente imponer, emanados ambos en origen del tronco común del franquismo para el retorno de la censura, el agravio a la mujer, a todo lo diferente… y como guinda subcultural volver al NO-DO de las cavernas para que nos mostrasen la nueva España en blanco y negro producto de ese tándem de arqueólogos aficionados.

Las organizaciones y partidos políticos de la izquierda en Andalucía han visto reducidas, menos el número de siglas, su militancia a la mínima expresión. Su presencia e influencia en el mundo social, vecinal, cultural o recreativo, salvo excepciones, prácticamente ha desaparecido, todo lo contrario al PP. Cuentan como direcciones, ajenos a la ilustración, a la notoriedad o al liderazgo social, a unas cúpulas de liberados dependientes con severos insomnios sobre “de lo mío qué”, entiéndase por ejemplo la circunscripción provincial de Málaga donde el cuerpo electoral de la izquierda ha tenido encima que votar en estas generales unas listas electorales infumables, en otras de personajes anónimos, perdedores de otros comicios o de aprovechados de siniestras trayectorias, para colmo de difícil reinserción, más allá de lo que hoy ha llegado a entenderse lamentablemente como la política, en el mundo laboral, y donde la ciudadanía ha percibido que en la mayoría de los barrios donde hay sedes partidarias de izquierda estuvieron cerradas esos días trascendentales de campaña, como casi todo el año, siempre con graves riesgos a que ante su infrautilización fueran a ser okupadas por alternativos culturales. Puedo dar testimonio por ejemplo de la socialista del malagueño barrio de El Palo hasta por jornadas, la de IU y Podemos desapareció. Sumar no ha abierto ninguna. Hablamos de una barriada que cuenta con cerca de sesenta mil habitantes. El PP, de perder el 10-N 2.019, ha ganado esta vez pasando del 25% al 46% de los votos, haciendo retroceder cinco puntos el PSOE, de 30% al 25% y a Sumar con respecto a Unidas Podemos en un punto menos, del 15 al 14%.

 

 

El espejismo con descaro. Los dirigentes del PSOE de Málaga que volvieron a perder las elecciones en Málaga capital y en la provincia, dejándose ahora un diputado, celebraron por todo lo alto la noche electoral del 23-J el triunfo de Pedro Sánchez con la aparente euforia de que en lo que se refería a la provincia malagueña había sido gracias a ellos.

Si esa debilidad y fragilidad que presenta la izquierda orgánica andaluza y malagueña, prácticamente desaparecida de los entornos ciudadanos vertebrados alrededor del tejido asociativo vecinal y cultural de cada barrio o localidad, cuyos candidatos han mostrado nuevamente su incapacidad de articular un relato propio o enlazar el discurso general con el territorial en la denuncia de los escandalosos déficits que acumula la gestión de un PP que ha llegado a copar de forma abrumadora las instituciones locales y provinciales, las asociaciones vecinales y otras civiles y religiosas, gracias a la inanición e insolvencia de sus adversarios, instalados, muy propio de su infra nivel porque no dan más de sí, como papagayos nada convincentes, en la repetición del argumentario emitido cada mañana por sus órganos superiores y cuando el plato de este nuevo desastre estaba más que servido ¿cómo es posible que la noche electoral hayan pretendido burdamente atribuirse el éxito electoral logrado por la ciudadanía de progreso, única protagonista como valiente heroína de esa noche de recuento electoral, dándole de camino tres patadas a la tóxica demoscopia manipuladora y parando en seco a la derecha más radical que se ha presentado a unos comicios desde que volvió a haber urnas democráticas?

Como eso ha sucedido de esa manera expongo aquí alguna fotogenia que lo recoge, dudo sí favorecidos sus actores. Pretender medirse quienes han demostrado hasta la saciedad sus carencias de liderazgo comparando, en su acientífico proceder, los resultados, verbigracia Andalucía y Málaga, logrados por un decadente PSOE-A en las citas ante las urnas de naturalezas tan distintas, como la que propició el mediocre de Juanma del PP adelantando las pasadas autonómicas del 19-J 2.022 donde barrió a esos mismos dirigentes, o en las pasadas municipales donde los socialistas andaluces y malagueños siguieron desangrándose de votos, ediles y alcaldías, y sin embargo, pasan de compararse, como si no hubiesen existido, unas anteriores elecciones generales como las que tuvieron lugar el 10-N 2.019, para no retratarse y así sacar pecho de que se hallan en plena faena de recuperar el cien por cien el voto socialista perdido, es tan ridículo que basta citar unas pocas cifras para desmontar tal falacia, destinada a mantenerse en sus cargos para seguir trampeando de derrota en derrota hasta la debacle final. No sé si llegan a ser consciente en sus luces de la indignación y hartazgo que le produce a la ciudadanía de izquierda, que suele hacer mayor uso en su cerebelo de la materia gris que la de derecha, que es más del bolsillo del traje gris, y a la que le indigna el insulto a su inteligencia que permanentemente le lanza Núñez Feijóo o la histriónica Gamarra o Ayuso, como declarar esa falacia procedente de estos dirigentes del PSOE-A que no vienen dando un palo al agua de que están consiguiendo recuperar el voto socialista.

En sentido inverso a lo producido en Cataluña, la tozuda realidad de los resultados de España muestra que de sus cincuenta y dos circunscripciones, donde más votos pierde el PSOE es en Andalucía en relación al 10-N 2.019, contando que ha habido cuatro puntos más de participación. Por si fueran insuficientes los datos ofrecidos, hay más que lo constatan:

-Si el PSOE gana a nivel nacional 3,45 puntos electorales, o 13,85 en Cataluña, en Andalucía pierde -0,28 y en Málaga -0,03.

-Si el PSOE gana en toda España 2 diputados, en Cataluña obtiene 7 más, en Andalucía pierde 4 diputados de los 5 que pierden los socialistas en toda España, en tanto en Málaga logra 1 menos.

-Si el PP consigue a nivel nacional 9,06 puntos más, a nivel andaluz el incremento es el de 15,66 puntos y en Málaga dicho aumento es de 16,54 con 2 diputados más.

Por ello, Sres. Espadas y Pérez, no tiren cohetes humedecidos que les puedan estallar en sus manos. Por el contrario, replantéense el porvenir, sean modestos, convénzanse de que para dirigir la política no todo el mundo sirve.