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El inquietante Marlaska

Políticos sin escrúpulos acusan a policías y guardias civiles sin importarles si son culpables o inocentes.

 

La Policía graba en Irún una llamada telefónica para avisar al dueño del bar Faisán, controlado por la Policía en una investigación por recaudar dinero de chantajes de ETA. Dice el sumario que el jefe de la Unidad Central de Inteligencia de Policía Nacional, comisario José Cabanillas, declaró que el jefe de Asuntos Internos le dijo tres veces que había que destruir esa grabación. El Comisario General de Información, Telesforo Rubio, decidió no destruir ni ocultar la prueba y remitirla al juzgado. Marlaska sustituyó a Garzón como instructor del caso. En una decisión inquietante mantuvo investigando el asunto al frente de Policía Judicial al jefe de Asuntos Internos. Telesforo solicitó reunirse con Marlaska y nunca lo recibió. Periodistas y políticos señalaron durante años a Telesforo como responsable del chivatazo y no fue citado ni como testigo.

 

Políticos sin escrúpulos acusan a policías y guardias civiles sin importarles si son culpables o inocentes. En asuntos de esta índole PP y PSOE actúan igual. El PP si por interés político tiene que acusar de colaborar con ETA a policías, como en el 11M o el chivatazo, lo hace. Si con gobierno del PP el policía arriesgó la vida infiltrado en el extranjero como traficante, vendiendo a ETA explosivos con baliza para llegar a su almacén en Francia no importa. En 2012 se avisó a tres comandos de ETA en Francia (ya no mataban) que seguían controlados. Los policías no tenían dudas sobre los dos hombres y una mujer que llegaron a las viviendas de los terroristas para avisarles: eran compañeros. Cumplían órdenes y gobernaba el PP. Con el PSOE, si hay que cesar a un guardia civil por negarse a cumplir una orden ilegal que supondría cometer un delito, se cesa. Un policía no vale nada; puede ser acusado, encarcelado, hundido, destruido él y su familia por interés político. Tras leer el sumario y asistir todos los días al juicio oral del chivatazo que presidió el juez Guevara, mantengo que los condenados son inocentes. Acusarlos de complicidad con ETA fue una indignidad judicial, policial y política solo posible en un país con el nivel de corrupción del nuestro.

 

En la instrucción judicial del “chivatazo” y el Yak-42 Grande-Marlaska se ganó el apoyo del PP, que lo propuso en el Senado como vocal del CGPJ resultando elegido. El accidente de avión que costó la vida a 62 militares que volvían de Afganistán es otra instrucción inquietante en la trayectoria de Marlaska. A los cuatro meses de iniciado archivó el asunto. La Sala de la Sección Cuarta de lo Penal revocó por unanimidad el archivo por no haber practicado diligencia alguna, provocando indefensión en las víctimas ordenando reabrirlo. Instruyó y resolvió con condenas a militares y los familiares de víctimas recurrieron. Cuando el recurso contra esa segunda decisión se vio en la Sala Penal de la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional Marlaska era el presidente, habiendo sido ascendido poco antes por los vocales conservadores del CGPJ. ¿Se corregiría Marlaska a sí mismo? Será legal y nadie lo cuestionó, aunque chirría al más elemental sentido común. Dos sumarios resueltos “a favor” del PP, dos ascensos.

 

Existen otras críticas a su faceta de juez; inacción ante denuncias de tortura o por mantener en prisión provisional sin pruebas a jóvenes vascos, puestos en libertad sin cargos dos años después por la Audiencia Nacional. Un juez ascendido por la derecha y ministro con el Gobierno de izquierda. De los 15 ministros de Interior que como ciudadano, policía y sindicalista he conocido en 40 años de democracia, Marlaska es el más inquietante.