The news is by your side.

El laberinto catalán

Ahora el sanchismo y la ERC se necesitan recíprocamente.

 

Según dicen, esta mañana, en Barcelona, en La Rambla esquina con el Carrer dels Escudellers (que diría el genial Eugenio), dos ya ex consejeros de Junts en el gobierno autonómico fueron sorprendidos sollozando y consolándose mutuamente por su fulminante salida del Govern. Cierre echado por Puigdemont (previa “consulta” a sus bases de Junts).  Por sus gimoteos, se podía percibir que el desconsuelo de los “ex ministres” no era tanto por el cariz político del caso, como por el aspecto retributivo al quedar ambos, casi inopinadamente, con una mano delante y otra detrás. Cosas de la política.

La verdad es que  eso del procés fue de mal en peor a partir del monumental discurso de Felipe VI, el 3-O, en defensa de la Constitución, la unidad de España y el estado de derecho.  En síntesis, a partir de entonces, y a pesar de una desgraciada declaración de independencia, el 27-O, tan “interruptus” como vergonzosa, la mayoría de las acciones políticas de los separatistas han sido meras escenas de un declinante drama de huida hacia ningún sitio. Puigdemont se fugó de  la justicia y sus principales compañeros de astracanada, tras un juicio  ejemplar, dieron con sus huesos en la cárcel, de donde posteriormente salieron indultados. Tras las últimas elecciones, el 14 de febrero de 2021, aunque el PSC fue el partido más votado, ERC y Junts se aliaron para formar un gobierno autonómico que intentara reavivar ese procés que, ahora, en palabras de Jordi Sánchez (una de sus almas) ha fenecido.

Aragonés y ERC intentan seguir en el Palacio de la Generalidad en solitario recomponiendo el equipo de gobierno. El laberinto político catalán deviene así más complejo y enmarañado, abriendo la entrada en el ejecutivo a consejeros no afiliados a ERC, pero con buenas relaciones con el PSC y los comunes. Al menos hasta las municipales del próximo mayo, porque las elecciones locales son otro cantar (la pela es la pela). El partido del fugado Puigdemont ha quedado como una braga, con un peso político mínimo y sin más proyecto que su fanatismo, casi religioso, en la búsqueda de un objetivo inalcanzable. Pero no nos engañemos. La ruptura del Govern responde exclusivamente al intento de Junts de mantener viva la esperanza de un remonte electoral en Cataluña, que le permitiera alentar un nuevo procés. 

El ruedo nacional también se dinamiza por fervor a la continuidad. Porque, ahora, el sanchismo y la ERC se necesitan recíprocamente. El primero, para aprobar en Madrid los PGE-2023 y así seguir manejando desahogadamente el BOE, al menos hasta diciembre del año que viene. La segunda, para intentar alargar su permanencia al frente de la Generalidad, con solo 33 parlamentarios  autonómicos propios de entre los 135 escaños del parlamento catalán. Una aperreada labor. En fin, apostaría porque Aragonés se verá obligado a adelantar en dos años las autonómicas catalanas que, inicialmente, están previstas para 2025. Se admiten apuestas.