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El resignado socialismo del Sur

Difícil de diluir cuando los mismos actores llevan a cabo idéntico roles, en ocasiones invertidos, en lo orgánico y en lo institucional.

 

“El pasado –dice Faulkner- nunca está muerto. Ni siquiera es pasado.”  Ni el pasado ha muerto / ni está el mañana / ni el ayer escrito. Canta el verso de Antonio Machado. «A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”, afirma el narrador de “El Sur”, el cuento que a Borges más le gustaba de todos los que escribió. En otra parte, el autor dice que “al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. Azorín escribía que vivir en España era hacer siempre lo mismo. La aprobación de los presupuestos del Estado y la consolidación de la mayoría de progreso, constituye a nivel nacional un impulso desde la izquierda de una notable trascendencia política y social, avanzando en un camino boicoteado por todos los poderes e influencias fácticas. Sin embargo, a pesar de todo eso, no se puede sobresanar que se actúa bajo un régimen político que como producto posfranquista no está concebido para la plenitud democrática y, por tanto, el pasado nunca está muerto. Fishman ha analizado las democracias de España y Portugal en virtud de sus orígenes. Si en el país vecino la dictadura cayó tras el colapso del Estado provocado por un movimiento revolucionario de mandos intermedios, en nuestro caso fueron entes del régimen los que emprendieron la reforma y así fijaron sus límites.

 

En Andalucía, singularmente, la huella del susanismo, que tanto se significó en contra de la política que hoy desarrolla el gobierno de Pedro Sánchez, y que fue el cambio generacional del sector conservador y resignado del socialismo dócil al posfranquismo, es difícil de diluir cuando los mismos actores llevan a cabo idéntico roles, en ocasiones invertidos, en lo orgánico y en lo institucional. El pasado ni siquiera es pasado. Parte de la militancia pensó -las bases más dinámicas y progresistas-, que en estas primarias de Juan Espadas tendrían la misma cochura y sentido que las que ganó Pedro Sánchez y crearon plataformas y foros e hicieron hasta propuestas programáticas, sin entender que ya se estaba en otro escenario y en diferentes propósitos.

 

El susanismo representaba, y representa, al socialismo mutado de ente ideológico a una situación, a una causa circunstancial y subsidiaria que impide el pensamiento crítico y el cambio, pero que garantiza el aprovechamiento de las cotas de poder para las redes clientelares con sus correspondientes caciques e individuos de paja. Redistribuir  el poder y los cargos orgánicos e institucionales entre la misma red nominativa es dejar las cosas como estaban o peor. Quizá sanchistas, susanistas, neosanchista y ex susanistas son parte del mismo trabazón sistémico y por tanto en Andalucía, después de la derrota del susanismo, no ha habido ningún cambio significativo sino un nuevo reparto del poder con diferentes equilibrios pero igual paisanaje.  “Los defectos de la democracia residirán en su incapacidad para liberarse de su escoria aristocrática”, escribía Michels. Si retrocedemos diez años atrás veremos a los mismos personajes en diferentes avatares, pero dentro de la dinámica del poder orgánico o institucional; da lo mismo que sean vencedores o vencidos, la ley de hierro de las oligarquías coadyuva a que ganadores y perdedores no lo sean en ambas circunstancias del todo.

 

Los momentos históricos no son contingencias para la frivolidad o los intereses pequeños y nominativos, demandan altura de miras, ideología y valores porque el sentido del socialismo no es un mito, ni un empleo.