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Encuestas precisas y estrategias ganadoras

En El Ejido, por poner un ejemplo, decisivo para gobernar la Diputación de Almería, llevan clavando el resultado varias convocatorias municipales.

     

Si ahora hay una sensación generalizada es la del que el PP le ha arrebatado al gobierno de PSOE y Unidas Podemos la gloria del fin de Estado de Alarma y el comienzo de la desescalada con el adelantamiento de las elecciones madrileñas y su victoria sin paliativos. Con el agravante, además, de haber logrado fijar en un electorado joven y naturalmente dionisíaco y festivo, y también posiblemente abstencionista o muy poco politizado la idea de que la libertad callejera es la LIBERTAD, así con mayúsculas, los bares el sitio de su recreo natural, y la izquierda una cortarrollos que les ha impedido durante meses el maravilloso vértigo que supone el JUEGO, lo lúdico y todo eso de la libertad de romper el orden simbólico, de recrear nuevos modelos de pensamiento y conducta, de experimentar con la reafirmación del orden y el caos y bla bla bla, por  culpa de un estado de alarma que ni entendían ni querían entender (salvo los pringaos que hayan tenido la mala suerte de que se les ha ido algún familiar querido o haya estado a punto).

 

A la izquierda normalmente les cuesta horrores, muchísima energía, muchísima ilusión por parte de su electorado y muchísimo hartazgo de las políticas de derechas captar voto joven. A la derecha, por el contrario, les basta con un gesto, a veces simbólico, pero para nada improvisado o poco calculado como el llamamiento de Ayuso a disfrutar de la vida a la madrileña, como decíamos en un artículo anterior, de la libertad que te puede ofrecer un parque temático. Un efecto calculado y medido, después de descartar muchos otros que sumaban bastante menos. La libertad ayusiana y su llamada más o menos irresponsable a la fiesta, por prematura, tenía la virtud de unir los votos de empresarios y trabajadores del sector servicios, pero lo que inclinó, creo, definitivamente la balanza, fue el filón de voto joven, con el valor añadido de que el conjunto podía romper la estrategia de Iván Redondo y por tanto del gobierno, no tanto la que tenía que ver con la desestabilización del PP con las mociones de censura en Murcia y Castilla-León sino la del aprovechamiento por parte del gobierno del fin del Estado de alarma y la consiguiente y previsible euforia colectiva.

 

Cuando todos los estudios encargados por el propio PP, FAES y organismos amigos varios (en esto el PP siempre irá dopado a las elecciones) detectaron al milímetro, escaño abajo, escaño arriba, el fuerte revulsivo, no dudaron en poner en marcha una estrategia que una vez más ha resultado ganadora. Que en el lado contrario, en la izquierda, no dispongan de mecanismos de medición de ese tenor da idea de lo perdidos que van a muchas elecciones. Aquí, en mi municipio, El Ejido, por poner un ejemplo, un municipio decisivo para gobernar la Diputación de Almería, llevan clavando el resultado varias convocatorias municipales, y eso a pesar de que en las últimas el PP partía en clara desventaja con respecto a Vox. Le dieron la vuelta en plena campaña, con juego sucio, aparentemente de terceros, y con unos datos muy precisos de en qué zonas del municipio debían intervenir. Por no hablar del control persona a persona a través de redes de mensajería instantánea. Yo hasta diría que cada ciudadano tiene adjudicado virtualmente un voto, con un margen de error mínimo, dadas las circunstancias, pero no lo podría asegurar, obviamente. Pero es algo que puede darnos una pista sobre hasta qué punto el flujo de información final depende en buena medida de un trabajo de campo por municipios y distritos muy preciso y muy consolidado ya.

 

El PP, en las elecciones de Madrid, durante la campaña, ganó los votos precisos en los distritos y municipios precisos no solo para subir considerablemente sino para restar mucho al PSOE, recoger voto nuevo y desmovilizar a parte del electorado de la izquierda. Una jugada maestra con muy poco riesgo y basada en un componente básico que antes podíamos llamar Santa Impostura en asuntos de Iglesia y ahora llamamos posverdad o trumpismo y que consiste en que todo vale para conseguir o conservar el poder, incluso en plena crisis, pandémica y económica, y los argumentos se pueden retorcer hasta el delirio teológico o místico.

 

Pero también es cierto que hay un antecedente ELECTORAL a tener muy en cuenta: el servicio militar obligatorio, que a juicio de Felipe González garantizaba la democratización de los ejércitos y los alejaba de la tentación golpista, al que nunca quiso renunciar a pesar de la cantidad de objetores de conciencia que estaban poniendo en algo más que un brete al gobierno socialista y de la multitud de jóvenes de izquierdas y de derechas que se oponían a su obligatoriedad fue uno de los puntos de acuerdo fundamentales del Pacto del Majestic de 1996 entre el president  de la Generalitat, Jordi Pujol, y el candidato del PP a presidir el gobierno, José María Aznar López, a los que Abascal sin duda debe agradecer haberse librado de la mili, algo que seguramente merece la pena ser recordado más a menudo.

 

Pero si Aznar alcanzó una mayoría simple en aquellas elecciones de la dulce derrota socialista subido en la ola del acoso al gobierno por los casos de corrupción y el terrorismo de Estado (GAL) en las que el PP no sostuvo la lealtad institucional que se esperaba en un asunto con el que en principio podría estar de acuerdo dada la implicación personal del entonces rey en el asunto, necesitó de otro  empuje más para poder conseguir la mayoría absoluta en las siguientes elecciones: el adelanto de la eliminación del servicio militar obligatorio, previsto para finales de 2002, a 2001, en contra del criterio del entonces ministro de Defensa Eduardo Serra, que le garantizaba un buen puñado de votos de los jóvenes en edad de ser llamados a filas y de sus familiares que sin duda desequilibraron definitivamente la balanza. Una jugada que, como la de la LIBERTAD que tanto se proclama en plazas y fuentes de Madrid estos días con voz turbia y arrastrada, consolidó nuevos sectores de población en el lado de la derecha. Así que, señores de la izquierda: toca afinar con las propuestas, con la acción de gobierno y con las encuestas, si es que quieren combatir en buena lid. Si no están perdidos y lo estarán para mucho tiempo.