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‘Enmascarillada’ Pascua Militar

Los militares, una vez retirados, recuperamos en plenitud los derechos que, voluntariamente, hubimos de aparcar al ingresar en las FAS.

 

El acto central de la Pascua Militar (PM-2021) se ha celebrado, este Día de Reyes, en el Palacio Real, bajo la presidencia de SM El Rey, con la puntualidad y precisión acostumbrados, si bien con un “cabezazo” reducido de asistentes “enmascarillados”.  El evento había despertado mucha expectación tras el bullicio mediático levantado, en las últimas semanas, por tres textos de sendos grupos de militares, uno del EA y otro del ET, en forma de cartas al Rey, y el tercero como manifiesto “conjunto”, con firmas de militares retirados de los dos Ejércitos y la Armada.

Una expectación quizás más formal que fundamental. Porque los militares, una vez retirados, recuperamos en plenitud los derechos que, voluntariamente, hubimos de aparcar al ingresar en las FAS. Entre ellos, el derecho a la libertad de expresión que obliga a los de activo y en reserva, a guardar una exquisita neutralidad política.  Sin embargo, los textos, al ser grupales, fueron percibidos por los medios como muy “militarizados” y de gran carga política. Lo primero, por resaltar los firmantes su respectivo empleo (R), así como su relación “escalafonada” y la promoción de pertenencia. Y, lo segundo, porque fueron valorados como  intentos de influir en el jefe del Estado, para que éste se manifestara sobre contenidos políticos, que podrían desbordar sus potestades constitucionales.

La ministra de defensa, Margarita Robles, hizo un discurso relativamente corto, muy digerible y sin pasarse en el jabón a las FAS. Ella, ante SM EL Rey, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los cuatro jefes de estado mayor, resaltó el comportamiento de los militares “guiados  por la más estricta neutralidad política y defendiendo si fuera necesario con su vida, la Constitución y los valores, principios y derechos en ella reconocidos”. Para, seguidamente, entrar a saco en el tema de fondo: “nadie tiene derecho y menos quienes en su día vistieron el uniforme de las FFAA, a perjudicar el inmenso prestigio que tienen nuestros Ejércitos, con la plena conciencia y agradecimiento de la sociedad española. Una insignificante minoría, que sólo se representa a sí misma, que busca una publicidad y un protagonismo, que ni merece ni tiene y que cuestiona irresponsablemente las bases de la convivencia en España, solo merece el rechazo más absoluto, por su intolerancia, sus delirios y su total alejamiento de los valores castrenses”.

Por su parte, SM El Rey produjo un discurso sereno, institucional y afectuoso en su felicitación a las FAS ―” queridos compañeros”, repitió varias veces―. Y, en esa misma clave, remachó lo expresado por doña Margarita: “todos estamos incondicionalmente comprometidos con ella (la Constitución) porque es el origen de la legitimidad de todos los poderes y de todas las instituciones del Estado; una legitimidad que se renueva cada día respetándola y observándola”. Difícil decir más con menos.

La Pascua Militar de 2021 debería ser motivo de reflexión para todos, así como servir de cierre de un tema que, seguramente, no debió producirse. Quienes inspiraron las cartas, tal vez, no midieron bien el empeño que pretendían. Y, posiblemente, algunos de los firmantes se adhirieran a ellas llevados por las mejores intenciones de apoyo al jefe del estado, cuando éste está siendo objeto de insidias y hostigamiento desde el seno del propio Gobierno.

Las cartas de marras, según mis noticias, ni tan siquiera llegaron a ser registradas en La Zarzuela y fueron rebotadas al ministerio de defensa. Sus resultados, al menos en la evaluación mediática, no parecen haber sido beneficiosos ni para la Corona, ni para las FAS, ni para los firmantes, ni para sus promociones de procedencia. Porque ―lo sabe hasta el Nuncio―, las buenas intenciones cuentan tanto como los resultados solo en el campo de la moral; pero, en el de la política, los resultados son lo primordial. Qué duro haber escuchado, esta mañana en LA COPE, calificar todo el asunto como “ruido de sables oxidados”. Parecería que la actividad epistolar de algunos retirados ha servido solamente para sumergir más a las FAS en la modernidad líquida expresada por Zygmunt Bauman, al erosionar los vínculos que deberían ligar a aquéllas con la sociedad a la que sirven.