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Epístola de Sánchez al Comendador

Sánchez no solo se ha pasado por el arco de triunfo las resoluciones de Naciones Unidas sobre el tema. También ha irritado gravemente a Argelia.

 

Tengo escrito ―y reitero―, que nuestros desafíos y amenazas más perentorios vienen del Sur. Pero cuando, por la invasión de Ucrania, se están resquebrajando los cimientos de lo que el profesor Florentino Portero llama la península europea de Asia, toda Europa y los EE UU estamos mirando hacia el Este. Mal momento para una nueva erupción de nuestro particular volcán africano.

 

Nos hemos enterado, por vía marroquí, de la epístola de Sánchez al Comendador de los creyentes, confesándole que su proyecto de autonomía marroquí (de 2007) para el Sahara Occidental “es la base más sólida, realista y creíble para la resolución del diferendo”. Con tal iniciativa, el presidente del Gobierno ha hecho dar un inédito giro en el aire a nuestra política exterior vigente desde hace casi 50 años. El cabreo subsiguiente parece general, con la excepción del ministerio de asuntos exteriores, sus terminales y ―supongo―, la secretaria de estado norteamericana.  No está confirmado si también estaba en el ajo o no la Dirección de Comunicación y Censura Institucional del ministerio de defensa.

 

Sánchez no solo se ha pasado por el arco de triunfo las resoluciones de Naciones Unidas sobre el tema. También ha irritado gravemente a Argelia, el tan cacareado “socio estratégico, prioritario y fiable” (del que depende gran parte del gas que consumimos y que, inmediatamente, ha llamado a consultas a su embajador). Asimismo, siendo España la antigua potencia administradora, ha dado carta de soberanía a Marruecos sobre el Sahara (sin beneficios garantizados para nuestro país). Igualmente, ha traicionado su propio programa electoral sobre política exterior (bien que el engaño sea una constante de su acción de gobierno). Y, todo ello, sin olvidar que ha relajado ampliamente sus esfínteres sobre sus socios podemitas en el Gobierno (quienes, acurrucados sobre la moqueta ministerial y empapados de Chanel nº5, siguen aferrados a la nómina y no tienen el coraje de dimitir). 

 

Sánchez vive al día. Parece haber olvidado que la política española de apaciguamiento, ayudas económicas, compra de voluntades y admisión de “chantajes” (término empleado, hace menos de un año, por la ministra de defensa Margarita Robles) no funciona con el vecino del Sur. Y, difícilmente, funcionará en el futuro. Porque las reivindicaciones del Sultán sobre territorio español son irrenunciables, y a la vez incompatibles con nuestra soberanía e integridad territorial consagradas en la Constitución. Es relevante destacar la chulada del regreso a Madrid de la mismísima Karima Benyaich, la bravucona embajadora de Marruecos. Esa del “hay actos con consecuencias, y se tienen que asumir”, que fue llamada a consultas en mayo pasado y que estaría inhabilitada para seguir siendo embajadora de Marruecos en Madrid. Su retorno como tal es una bajada de pantalones monclovita y un insulto a la dignidad española.

 

En fin, todo parece tan insólito y truculento que invita a hacerse una pregunta: ¿no será que todos los demás estamos equivocados y  no llegamos a comprender la fabulosa habilidad diplomática y el singular ingenio de Sánchez, jugando a un desorejado acercamiento a Biden, mediante el hostigamiento a Argelia país que, más bien, se mueve en la órbita rusa?