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¿Es Rusia un país europeo o asiático?

Rusia tiene su origen en la Rus de Kiev que durante los siglos X y XI llegó a ser uno de los estados más prósperos del mundo.

 

La pregunta, complicada, no tiene una fácil respuesta. Geográficamente, Rusia se sitúa en dos continentes Europa y Asia, pero con una singularidad: el país abarca tanto territorio que su parte asiática lo convierte en el país más grande de Asia y su parte europea en el más extenso de Europa. La mayor parte de su población reside en la zona europea, si bien la asiática la supera en su dimensión.

Está situación y su complicada historia han hecho que los rusos nunca hayan tenido claro su lugar en Europa y que, además, se genere una sensación de ambivalencia e incluso de inseguridad que caracterizó a la sociedad y a la conciencia nacional rusa desde hace siglos hasta la actualidad.

Rusia tiene su origen en la Rus de Kiev que durante los siglos X y XI llegó a ser uno de los estados más prósperos del mundo. Los problemas que generaron el feudalismo y las luchas permanentes entre los miembros de la dinastía rurikida que gobernaba de forma colectiva la Rus, fueron provocando su colapso y finalmente su desintegración, acelerada por la invasión mongola del siglo XIII que acabó conformando el estado tártaro de la Horda de Oro. 

Durante más de dos centurias dominaron el centro y el sur de Rusia, controlando indirectamente, y saqueando a menudo, los principados rusos, de los cuales el más importante era el de Moscú, hasta que Iván III se deshizo de su dominio y, posteriormente, Iván IV “El Terrible” se coronó como Zar de Rusia en 1547.

No cabe dudar de la influencia de la Horda de Oro en la cultura y la identidad rusas.

La incorporación al sistema de relaciones comerciales mundiales a través de la Horda de Oro, permitió a Rusia adoptar una serie de logros culturales provenientes de Asia, tañes como tecnologías de fabricación y sistemas de construcción que se asentaron sobre la base existente y conformaron, unidas a las originales de la antigua Rus, la cultura del pueblo ruso.

La llegada al poder del Zar Pedro I el Grande y su declaración de Rusia como Imperio va unida a la fundación de San Petersburgo, una auténtica ventana a occidente. La ciudad, no era únicamente una nueva sede del poder, sino un verdadero experimento social y cultural con objeto de transformar al pueblo ruso en europeo. Y así, poco a poco, fue perfilándose una clase de rusos cultos que tenían en Europa su ideal cultural y político. Se impuso a los aristócratas la arquitectura de sus nuevos palacios en la ciudad, con fachadas clásicas, adoptar la moda de vestimenta europea, modificar el calendario tradicional ruso que comenzaba el año el día 1 de septiembre, y afeitarse aquellas monumentales barbas, que eran el signo externo de la devoción y de la fe ortodoxa. El hecho culmina en la actuación del propio Zar que, en una recepción para celebrar su vuelta tras un viaje por Europa, extrajo inesperadamente un kit de barbero y procedió a afeitar personalmente, una por una, las barbas de sus horrorizados invitados. Declaró que todos los hombres de Rusia tenían que quitarse la barba, una política masivamente impopular que tuvo que matizar.

Un siglo después, el francés era el idioma de los salones de San Petersburgo y una parte importante de la nobleza se expresaba mejor en este idioma que en el suyo propio.

Los occidentalistas rusos, llegaron a identificarse como “rusos europeos” y deseaban un reconocimiento por parte de los Estados europeos que nunca llegó a producirse. Pese a los avances de su Imperio, eran conscientes de que los europeos no consideraban a los rusos como tales. Como nos traslada Nikolai Mijaílovich Karamzín, en sus “Cartas de un viajero ruso”, la sensación de ambivalencia sobre su condición de europeo se ve materializada al ser consciente de los adjetivos con los que alemanes o franceses se referían a los rusos, “bárbaros” o “monos que solo saben imitar”, al mismo tiempo que mostraban su incredulidad sobre si los rusos pudieran hablar otros idiomas o tuvieran escritores propios.

En ese entorno aparece el grupo de los eslavófilos que se configuraron como la reacción nacionalista, tanto a la invasión napoleónica de 1812 como a la imitación sin sentido de la denominada cultura europea ya que, en alguna medida, convertía al pueblo ruso en incapaz de interiorizar sus propios principios. Quizás quien mejor fue capaz de expresarlo fue Aleksandr Herzen que en sus “Diálogos desde la otra orilla” que opinaba que los rusos consideraban que sus diferencias respecto a los europeos eran motivo de vergüenza e intentaban ocultarlas a cualquier precio. 

Las diferencias de este grupo eslavófilo con los occidentalistas quedaron reflejadas en sus famosas disputas políticas. Rechazaron la idea de civilización y cultura universal de la Ilustración, ensalzando las tradiciones del pueblo llano ruso, narod, como verdadero representante del carácter nacional. 

Si bien nunca estuvieron organizados, su base estaba en Moscú, considerada una capital más rusa que San Petersburgo. 

Hemos de entender esta polémica en el contexto de la expansión rusa, desde su origen en el alto Volga, pero ya influenciados por el carácter asiático del estado tártaro, hacia los territorios más allá de los Urales. Conquistas con diferentes modelos e intensidades de colonización y rusificación, estableciéndose un estado multinacional en el que la descomposición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no ha resuelto sus problemas de autopercepción como cultura propia, ni la estabilidad de sus gobiernos.

Puede ser significativo que las ideas del considerado padre de la etnología rusa, Gumilev, sobre la complementariedad de los pueblos nómadas asiáticos y los rusos, y su carácter simbiótico reflejado en el concepto euroasiático, hayan sido consideradas por Vladimir Putín en 2004 como un potente motor para las de masas, según sus propias declaraciones. La reciente invasión de Ucrania puede ser una muestra de la autopercepción de la clase dirigente actual como una identidad eslava y euroasiática, diferente a la de europeos occidentales que intentan asumir los eslavos ucranianos. 

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