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Esa plasta del Brexit

Están recreando así aquellos compases de la popular ranchera “No me amenaces”

 

Los británicos, incapaces de encontrar su camino para romper las amarras que le unen al continente, nos tienen enfangados a todos. Llevan desde el 26 de junio de 2016, cuando, en referéndum, decidieron desgajarse de la Unión Europea (UE), dándonos la matraca con su cacareado Brexit. Están recreando así aquellos compases de la popular ranchera “No me amenaces”: “porque estás que te vas, y te vas, y te vas, y te vas, y te vas, y te vas y no te has ido…”.

El pasado miércoles, 10 de abril, el Consejo Europeo reunido con carácter extraordinario en Bruselas, concedió una nueva prórroga al Reino Unido (RU), esta vez hasta el 31 de octubre como máximo, para consumar el Brexit. Con ello, la primera ministra británica, May, ha vuelto a ganar tiempo a costa de Europa. Con ello se oxigena, logrando fuera lo que no obtiene dentro y la permite seguir al frente del Gobierno de Londres. Y, al salirse con la suya, nos deja con un palmo de narices a quienes soñábamos que, a estas alturas, el RU estaría ya fuera de la Unión.

Aunque ―como sucede en cualquier divorcio―lo más sensato sería una desconexión pactada, uno barrunta que lo que pretenden los británicos es que su desenganche―recordemos que fue decidido unilateralmente―, se realice sin prácticamente mayor coste para ellos. Parece claro que esa “nación de tenderos” (así definida por Napoleón y Adam Smith) tiene su mayor interés en el mercado único europeo. Y de éste, en solo tres: bienes, servicios y capitales, de las cuatro bases de libertad de movimientos. De la cuarta, personas, no quieren ni oír hablar. Me temo que, mareando la perdiz, pretenden forzar a los 27 a reabrir los términos del acuerdo de salida ya negociado entre el RU y la UE, para obtener mayores beneficios.

 

Pienso que la nueva prórroga, acordada a 27 tras un gran debate interno, es una mala decisión.

 

En primer lugar, porque prolonga el clima de incertidumbre sobre el futuro comunitario. Y la incertidumbre no suele ser buena para nada, especialmente para los negocios. Asimismo, porque complica los procedimientos internos, abriendo la puerta a que el RU participe en las elecciones al parlamento europeo del 26 de mayo, y revalidando sus 73 eurodiputados; un pegote con el que la eurocámara ya no contaba. Y, como mayor inconveniente, porque la nueva extensión se ha cocinado sin garantías de que el Gobierno del británico no aprovechará este tiempo “regalado”, para obstruir fácilmente los potenciales avances del proceso de integración europea. En definitiva, la nueva prórroga significa que la UE seguirá, por hasta 6 meses más, siendo rehén de la política, los intereses y los problemas británicos.

Mientras el RU siga en la UE en las condiciones que marcaba la ranchera: “que te vas, pero no te has ido”, no habrá mayor sosiego en el seno comunitario. Quizás el gran riesgo ahora sea que se convocaran nuevas elecciones en el RU y, con un nuevo Gobierno y un nuevo parlamento británicos, hubiera que empezar de nuevo todo el proceso del Brexit. Da escalofríos solo pensarlo. Javier Solana lo ha expresado así (Twitter): “Dudo que tener un año más al RU en la Unión con todos sus derechos sabiendo que se irán, sea una buena idea. Durante ese año serán antieuropeos en Europa. Pienso que no tenemos tiempo que perder”. Sin que sirva de precedente, no puedo estar más de acuerdo con don Javier. ¡Qué plasta de Brexit!