Flores del mal en la huerta valenciana
¡De mi corazón vampiro tenaz, de esos grandes abandonados, a la risa eterna ya condenados y que no pueden sonreír jamás!
207 muertos recibidos en la morgue y 78 desaparecidos, con 54 cuerpos sin identificar, causados por el agua llegada de la combinación de la evaporación del calor de la mar, el frio de la borrasca que se situó encima de la península ibérica, caída inmisericorde sobre montañas y barrancos y buscando por las rieras su salida para irse de nuevo a la mar.
Mi casa familiar en Los Alcázares está en la berma derecha de la riera que va al Mar Menor. He visto avenidas de agua y sé que la defensa es tener despejadas las rieras y dejar al agua ir por donde fue su salida de siglos. Y de cuando en cuando una avalancha que se llevaba todo por delante como ahora.
La ciencia, las agencias meteorológicas, los avisos de protección civil, la difusa sensación de seguridad que se ha extendido los últimos doscientos años en los países de cultura occidental, abandonada la creencia en el Dios judío, cristiano o musulmán, nos obligan a afrontar como ciudadanos de ese mundo y esa cultura nuestra responsabilidad individual y colectiva como heautontimorouménos, que en griego sería el “castigado por él mismo”.
Este poema de Charles Baudelaire, en versión española de Angel Faretta, expresa lo que se está viviendo en el Levante que nos acunó y nos espera para volvernos a la mar.
Te golpearé sin cólera alguna
y sin odio, como un carnicero,
como Moisés golpeara la roca
y hasta haré brotar de tu ojo
para alimentar mi Sahara propio
a las vertientes del sufrimiento.
Mi deseo de esperanza henchido
habrá de flotar sobre tu llanto salino
como un barco que se larga hacia la mar
y como en mi corazón, al que colmaron,
habrán de retumbar tus queridos sollozos
como un tambor que bate parche al atacar.
¿No soy un arpegio disonante
que suena en la divina sinfonía
todo gracias a la voraz ironía
que me mantea y me muerde?
¡En mi voz está ella, la turba!
¡En mi sangre el veneno negro!
Yo soy el siniestro espejo
donde se contempla la furia.
¡Yo soy el puñal y la herida!
¡Soy el cachetazo y la mejilla!
¡Los miembros y el tormento,
el verdugo y el atormentado!
¡De mi corazón vampiro tenaz,
de esos grandes abandonados,
a la risa eterna ya condenados
y que no pueden sonreír jamás!