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Freud y la Vani

Es, según sociólogos sabios y políticos presbiciados por las encuestas, el barrio más pobre de España. Claro, está en Sevilla.

 

Bloques de cuatro plantas. Pisos de cuarenta y tanto metros. Droga al menudeo, pequeña delincuencia, paro en cifras exponenciales, geometría euclidiana de la desgracia. 

El hombre, con los mismos años que metros tiene el piso donde vivía con su pareja y la hija de ambos, sin papeles del Registro civil como casados ni del Registro de la Junta con pareja de hecho. Juntos y ya está.

El se ha quitado de en medio y se ha ido a vivir con una pibita de menos años de los que el Código civil llama mayoría de edad. Como hay problema de vivienda, ha tenido la suerte de encontrar un alquiler en el propio bloque donde ha vivido con su pareja. Hay cuatro plantas. No coinciden las plantas. Una está debajo y la otra encima.

El azar y la necesidad que decía Monod.

La pena negra, que le corre por las venas lo mismito q’un ciclón, tiene cogida a la mujer abandonada que no come más que lágrimas con sal y la niña que dice que la Vani ha secuestrado y embrujado a su papá, llora con ella.

Suena Amargura al subir la escalera

Los padres de la Vani ya le han hecho saber, a gritos en la casapuerta que como preñe a su niña y la deje después, lo rajan de arriba abajo y lo tiran al vertedero de detrás de Torreblanca para que se lo coman los mengues. Réquiem en sí bemol mayor.

Freud, don Segismundo, que tanto ha dado para escribir y hablar, opinaba y decía en 1906 así:

“Es cierto que la mujer no gana nada con el estudio y, en su conjunto, la suerte de las mujeres no mejorará con ello. Además, las mujeres no pueden igualar el éxito con que los hombres logran sublimar la sexualidad”.

La cita está tomada de H. Numbers y E. Ceden (Eds.) en Minutes of the Vienna Psychoanalitical Society, 1, 1906-1908 (New York, 1962) y la reproduce Eric Hobsbawm en su Un tiempo de rupturas, Crítica 2013.