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Gitano

Lo tuyo, José Antonio Reyes, no eran las palabras; lo tuyo eran las sonrisas porque no he visto a nadie que regalara tanta cercanía y tanta generosidad como tú.

 

Te gustaba beber la vida de un trago y viajar por un universo de colores inéditos, te gustaba descubrir que el olor seductor del azahar se clava como un puñal en el vientre terso de una mujer amada, como el beso de una paloma atrapada en el viento. Eras sangre de sevillista y gitano de pura cepa. Rey para los Reyes, José Antonio, califa de Utrera, emperador del imperio nervionense que es el lugar que pisan los corazones sevillistas, donde el requiebro y la bulería huelen a fútbol y la pelota adquiere el mágico poder que todo lo domina.

Lo tuyo, José Antonio Reyes, no eran las palabras; lo tuyo eran las sonrisas porque no he visto a nadie que regalara tanta cercanía y tanta generosidad como tú, que podías decir no sonriendo y hasta entraban ganas de abrazarte y se difuminaba cualquier astilla de contrariedad. Eras así, resplandeciente, vertiginosamente capaz de rozar con las yemas de los dedos la delgada línea del horizonte y tomarte una cocacola en el otro extremo de la ciudad.

Con catorce años, gitanito de La Corredera, ya tenías un sueldo profesional con el Sevilla. Y dos años más tarde, un paisano tuyo, Joaquín Caparrós, te hacía debutar en Primera división. Con tu cara de niño travieso, tus bucles zaínos, tus piernas fibrosas de gamo enfadado, arrancabas en dirección al arco rival como un chispazo eléctrico, mientras los defensas se quedaban estrujándose la cabeza y preguntando cómo la Física tiene normas para unos y otros, en cambio, rompen fronteras.

Fuiste lo que quisiste ser, trazaste el camino con la línea de tu corazón desmesurado, todos alabaron tu genio de Camarón del fútbol, de Mozart migando mostachones, de fabricante de lunas a cualquier hora de la noche. Fuiste un ángel que acompañó en los sueños a muchos que perdieron sus sueños. Y te marchaste como solo lo sabías hacer tú, con prisas, buscando siempre el norte, esparciendo sonrisas.