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Hablando bien de Susana

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

Hay que reconocer que el nivel de crispación permanente en el que se ha instalado la política española de los últimos años no permite los claroscuros. Para muchos el asunto o es blanco o es negro. No caben las medias tintas.

Susana Díaz, la dirigente andaluza del PSOE y presidenta de la Junta, está siendo víctima en carne propia de ese atrincheramiento de la política en el que, cuando te toca el papel de malo, quedas como malísimo para un buen trecho de tu vida pública. Ella, le guste o no, es hoy para muchos  la mala de la película socialista, la que le dio la cicuta a Pedro y se lo cargó. Décadas tardó Alfonso Guerra en quitarse el sambenito  de “hermano Malasombra” y adoptar el papel de gran teórico del socialismo europeo  moderno y ejercer por derecho propio como venerable Padre de la Constitución del 78.

Haga lo que haga Susana Díaz, tras capitanear en las sombras el golpe de mano para cargarse en Ferraz a Pedro Sánchez el 1 de octubre pasado, es criticado e interpretado en clave negativa por sus adversarios y detractores. Con una particularidad importante, a quienes desde antaño la desollaban en las redes desde las cuentas opositoras, se les ha sumado desde octubre una legión importante de votantes y militantes socialistas que, tras criticarla,  exigen votar cuanto antes en un congreso. Y no se cansan los malditos, a los que define el oficialismo como troles podemitas con ganas de desestabilizar  – ¿aun más? – al partido.

 

Décadas tardó Alfonso Guerra en quitarse el sambenito  de “hermano Malasombra” y adoptar el papel de gran teórico del socialismo europeo  moderno y ejercer por derecho propio como venerable Padre de la Constitución del 78.

 

Así, la baronesa andaluza, metida hasta las trancas en la conspiración de su partido y el control a futuro de su organización, haga lo que haga como presidenta de la Junta queda relegado a un segundo plano y muchas veces interpretado como parte integrante de su ya famosa agenda personal. Es más, está teniendo que soportar la acusación de que se pasea más por la Puerta de Alcalá que por la Puerta Jerez de Sevilla, tan cercana al Palacio de san Telmo. Por eso aparece rodeada más que nunca de cámaras y micrófonos que solo buscan en Sevilla la opinión del día sobre el asunto de Estado que toque para abrir telediarios o ilustrar tertulias. Ella, diga lo que diga Javier Fernandez desde la Gestora, es en la actualidad el referente de facto del PSOE para la opinión publicada.

Por ejemplo, Susana Díaz tiene razón en la defensa de los intereses presupuestarios de Andalucía, reclamando una revisión en serio del sistema de financiación autonómico, como también le asiste el sentido común a la hora de reclamar a Rajoy que convoque una conferencia de presidentes autonómicos para abordar, en serio, la situación general de las autonomías que muchos olvidan que son Estado.

La presidenta andaluza sabe, como casi todos, que si se logra in extremis “arreglar” el problema catalán – algo habrá que hacer más temprano que tarde- se hará con dinero, mucho dinero, en vez de sacar las urnas soberanistas a los colegios del Principado o a Maria Dolores Cospedal desfilando por la Diagonal. Y, por tanto, el reparto del mermado presupuesto general podría acabar beneficiando más a unos y perjudicando al resto en un plano de desigualdad e insolidaridad entre los españoles de los diversos territorios.

También habría que reconocerle a Susana Díaz el haber hecho sus deberes presupuestarios para 2017, teóricamente la ley más política e importante que se tramita anualmente en la cámara autonómica. Claro que, como era de esperar, contando con el concurso de Ciudadanos quienes, tras marear la perdiz y hacerse la foto con Juanma Moreno Bonilla, acabaron cumpliendo su pacto de caballeros acordando apoyar los presupuestos de María Jesús Montero, con algunos retoques para justificar las fotos y el sueldo de todos los intervinientes.

 

También habría que reconocerle a Susana Díaz el haber hecho sus deberes presupuestarios para 2017, teóricamente la ley más política e importante que se tramita anualmente en la cámara autonómica.

 

También le asiste la razón a Susana Díaz en gran parte de sus planteamientos sobre la crisis PSOE-PSC, sus argumentaciones tienen sentido común y todo el mundo entiende eso de que soplar y sorber al mismo tiempo es imposible. Pero claro, la alianza que ahora corre peligro, porque ella misma cuestiona su continuidad, se firmó en los tiempos de Raimon Obiols y Alfonso Guerra, hace tiempo ya; quienes como la Sra Díaz son partidarios de cortar ahora el hilo orgánico con el PSC, quitarían de en medio unos 17 mil votos en unas primarias a las que, en teoría, deberá presentarse Susana si quiere llegar a ser Secretaria General del PSOE. (En Andalucia salió elegida por aclamación, los adversarios no lograron los miles de avales exigidos)  Y esos votos socialistas catalanes no parece que fuesen para ella. (Otra cosa es que se carguen el proceso de primarias, que bastantes partidarios hay para su eliminación.) Esta circunstancia de su agenda personal le empieza a perjudicar en sus alianzas con otras baronías. Solo hay que escuchar con atención como matizan y afinan ahora sus declaraciones Barreda, el ex presidente de CLM o Puig desde Valencia al hablar de Cataluña y la unión con el PSC.

Tampoco desaprovecha la presidenta andaluza cualquier oportunidad de las que le da el PP o Podemos, para revestirse con la bandera de España, tocada con la de Andalucía y recordar a Cristina Cifuentes una obviedad como es la vigencia constitucional de la solidaridad interterritorial entre los españoles.

Cifuentes se explicó fatal, metió la pata y se entendió su respuesta a Angel Gabilondo en la Asamblea de Madrid como un ataque gratuito a los andaluces a los que, según Cifuentes, los madrileños nos pagan la sanidad y la educación. Las joyas de la corona de las que tanto presume Susana Díaz.  Entre la contundencia de la respuesta de Díaz y el arriar velas matizado de la presidenta madrileña, quienes han quedado pillados en la ratonera han sido los del PP andaluz, el mismo Bonilla que hace poco se retrataba con Cifuentes poniéndola como ejemplo de gran gobernanta y a tiempo completo, apuntillaban desde el PP.

 

Cifuentes se explicó fatal, metió la pata y se entendió su respuesta a Angel Gabilondo en la Asamblea de Madrid como un ataque gratuito a los andaluces a los que, según Cifuentes, los madrileños nos pagan la sanidad y la educación.

 

Por lo demás y como aspecto puramente colateral convendrá destacar la labor del o la estilista de la presidenta que ha logrado que en sus dos últimas comparencias televisivas – Tele 5 y La Sexta – reaparezca una Susana pletórica,  sin risa forzada, con semblante menos tenso y crispado que durante las trágicas semanas de octubre; Vistiendo además ropa oscura que le ayudaba a proyectar una imagen más institucional, más de mujer de Estado.  Pero, una vez más, ella siguió sin pronunciarse sobre si se va a Madrid o no, aunque todo parezca que sí. Ahora no toca.

También ha estado correcta la decisión de ahorrar por las comparecencias televisivas madrileñas de la Presidenta, pague los viajes la Junta, el PSOE o la propia Susana Díaz de su bolsillo. Unir el mismo día las dos entrevistas fue una buena idea porque reduce a la mitad los gastos, gesto que puede interpretarse como una pequeña muestra de austeridad presidencial.

En fin, deben ser los efectos de los cristales de la pasión política que nos rodea, que muchas veces impiden  ver las cosas buenas de los que llevan colgado el sambenito de la cofradía de los Hermanos Malasombra, que como se recuerda en la canción de Los Chiripitiflauticos eran malos, «malos de verdad y más malos que la quina».

 

 

*Pepe Fernández es Periodista. Editor y Director de Confidencial Andaluz