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¡Hala! todos de maniobras

Dicho en términos más prácticos, las unidades rusas en presencia tienen una creíble capacidad para entrar en combate rápidamente. 

 

En la frontera de Bielorrusia con Ucrania están desplegados “de maniobras”, al menos, 16 “Battle Groups” (batallones reforzados) rusos.  En la frontera entre Rusia y Ucrania, sigue creciendo el despliegue de fuerzas “de maniobras” (superior a los 130.000 efectivos), contando con todo tipo de apoyos de combate y logísticos (abastecimiento, municionamiento, mantenimiento, hospitales de campaña, etcétera). Además de los correspondientes despliegues aéreos y del lío en el ciberespacio, de difícil control, fuerzas navales rusas, procedentes del Ártico y el Báltico, están pasando por el Estrecho de Gibraltar para venir” de maniobras” al Mediterráneo oriental y al Mar Negro. Lo más cierto es que tal concentración de fuerzas no tiene precedentes desde la II Guerra Mundial. O, dicho en términos más prácticos, las unidades rusas en presencia tienen una creíble capacidad para entrar en combate rápidamente. 

 

La OTAN, por su parte, mantiene en elevado estado de alerta a sus fuerzas permanentes. Algunos países, especialmente EE UU y el Reino Unido, están enviando armamentos a Ucrania (incluyendo la “broma” de 5.000 cascos por parte de Alemania). Es de suponer que los fabricantes de armas y demás negociantes del miedo, estarán impartiendo “in situ”, en Ucrania, cursos acelerados del empleo de tales arsenales ―porque las armas, ya se sabe, las carga el diablo―. Se habla, incluso, de enviar “de maniobras” a fuerzas norteamericanas y británicas de refuerzo a países OTAN próximos a Ucrania. También “se van de maniobras”, al Mediterráneo, tres grupos aeronavales: del portaaviones norteamericano “Harry Truman”; del francés “Charles de Gaulle”; y del italiano “Cavour”. Sin embargo, nada parece indicar que, más allá de la función disuasoria, exista voluntad de emplear directamente la fuerza de la OTAN en la resolución del conflicto. 

 

Si Moscú decidiera emplear la fuerza, podría concretar una operación de ejecución rápida y objetivo limitado. Una maniobra que, por mero ejemplo, y utilizando como bases de partida preferentes el terreno “amigo” de las autoproclamadas repúblicas populares de Lugansk y Donetsk, además de Crimea, llevase a las fuerzas rusas a alcanzar y establecerse sobre la línea Járkov―Dniepropetrovsk―curso del Dniéper hasta su desembocadura en Jerson (Mar Negro).  Con esa baza de unos 100.000 km2 en su bolsillo, Rusia, con los oblast de Lugansk y Donetsk (53.000 km2) ya anexionados, abordaría las posteriores negociaciones desde una posición extremadamente sólida. 

 

Dícese que no hay nada más cobarde que un millón de euros. Por eso, resulta extraño que la elevada tensión en el Este de Europa, con epicentro en Ucrania, que conlleva la posibilidad de ruptura de hostilidades, así como graves complicaciones económicas y energéticas, no se reflejen en los mercados. ¿Habría pues de concluirse que estamos ante una enorme función de maquillaje o de exhibición de músculo por parte de Rusia y de EE UU, cuyos destinatarios principales fueran las respectivas opiniones públicas? 

 

Parece acertada la política que, sobre el asunto, está desarrollando España. Se han adelantado fechas y cambiado algunos lugares de despliegue, sin desvirtuar el acuerdo del consejo de ministros del pasado 21 de diciembre, sobre misiones en el exterior en 2022.  Se mantiene así el nivel de fuerzas anterior: S/GT en Letonia (operación eFP); fragata (Blas de Lezo”) en el SNMG2 (en vez del SNMG1, donde estuvo la anterior fragata, “Almirante Juan de Borbón”); BAM de mando (“Meteoro”) y cazaminas (“Sella”) en la SNMCMG2; y escuadrilla de Policía Aérea en Bulgaria (en vez de en el Báltico). Con ello, nuestro país, sin mayor esfuerzo suplementario, ha logrado, hábilmente, lanzar un mensaje de solidaridad y compromiso que son puntales en la asociación atlántica.

 

En todo caso, esta crisis tumba, al menos  de momento, la voceada intención de Washington de concentrarse en los enormes retos que tiene en el Pacífico. China y la OTAN (como organización) salen así ganando. Aunque pudiera pasar (casi) de todo, posiblemente la crisis no derivará en cataclismo. Sin descartar alguna acción limitada de fuerza rusa, se impondrá la negociación diplomática acompañada de una gestión controlada de la crisis, por todas partes. Bien que, previsiblemente, lo que el zar Putin no hará, después del bochinche armado, será desescalar sin lograr algo a cambio. 

 

En definitiva, el problema de fondo no es Ucrania, sino la carencia de un mecanismo, de un orden que tutele, en Europa, los legítimos intereses de seguridad de todos. Hace casi 60 años, el secretario de defensa Robert McNamara, tras la crisis de los misiles de Cuba, decía en el Congreso norteamericano: “Hoy ya no existe la estrategia, solamente existe la gestión de crisis”.