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Ingreso merecido en la Real Academia de Buenas Letras

Don Alfonso posee una de las virtudes menos frecuentes: la sencillez.

 

El pasado domingo, día 15, ingresó como académico de número de la Real Academia de Buenas Letras don Alfonso Lazo. El título de su discurso fue significativo: ‘Lectores de Libros y núcleos civilizatorios. Una reflexión contemporánea’. La noticia me produjo una gran satisfacción por considerar de justicia su nombramiento, dada la sabiduría emanada  de sus numerosos artículos. 

Don Alfonso posee una de las virtudes menos frecuentes: la sencillez. Lo pude comprobar hace diez años cuando le envié unas palabras de agradecimiento por su labor cultural, sobre todo por sus habituales publicaciones periodísticas, a cual más sensata. De inmediato me contestó muy agradecido y más por encontrarse en esos períodos donde la tristeza oprime. 

Su literatura constituye un espacio de libertad con deseos de humanizar por el hábito de la reflexión  a una sociedad ignorante, sometida. 

Practica la disección desde una perspectiva filosófica y científico social a través de argumentos y sentencias sobre los asuntos candentes. Faro para ilumina a una juventud por el camino del honor, de la caballerosidad y de la hidalguía para combatir la barbarie, amplio campo donde don Alfonso nunca dobló las rodillas, y menos ante las presiones de los prebostes incomodados por sus críticas. 

Todo hombre lleva consigo una novela y el profesor Lazo lleva la suya con sobrada capacidad para escribirla con rigor, pese a sus intensos periplos políticos. Todos vivimos una narración pero pocos somos capaces de escribirla. En su discurso citó a al alemán Peter Sloterdijk, María Zambrano, José Ortega y Gasset… como impulsores de la lectura, base de la civilización de Europa. 

En España se lee algo más en comparación con otros países, pero la gente lee cositas ligeras; aparcados los ensayos o libros de alto nivel cultural. Salvo excepciones, los alumnos leen lo imprescindible, gastan su tiempo atendiendo al móvil y creen depositada en Google la sabiduría del mundo. 

Un día, un catedrático me comentó: «Daba por supuesto el haber leído los alumnos de  tercer curso una serie de libros básicos. Sin embargo saltaron algunos, furibundos, por obligarles a leer la Odisea, dado su volumen. O se corrige el desdén desde la enseñanza primaria y media o vamos al descalabro».  

Creo ─querido profesor Lazo─ en el error de una temprana especialización, desatendida la base cultural, circunstancias propicias para impulsar el bochornoso espectáculo de las multitudes al cual usted se refirió en su discurso. No basta conocer el presente si desconocemos el pasado. Vivir solo en un tiempo concreto resulta similar a permanecer en una ergástula intelectual. 

Entre mis asignaturas pendientes y sin tiempo para recuperarlas se encuentra el no haber sido alumno suyo o, al menos, haber compartido tertulias personales. A pesar de ello, la lectura minuciosa de sus escritos me ha permitido enriquecer mis saberes, entre ellos el fortalecimiento de la conciencia individual para huir de unas masas aborregadas y sumisas.