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Juan Espadas, el problema del PSOE-Andalucia

Debajo de la piel de cordero de Juan Espadas hay una piel de cordero.

 

Juan Espadas representa a ese PSOE de escudilla funcionarial que en Suresnes puso las siglas centenarias del socialismo español al servicio de la continuidad del posfranquismo militante, que es lo que supuso la Transición y, para ello orquestó, una izquierda borbónica –juancarlista se automotejaba-, castiza, derechista, que Susana Díaz quiso dirigir, como un nuevo peronismo con la aquiescencia solemne de González –que prefería morir apuñalado en el metro de Nueva York, antes que vivir en una dacha en las afueras de Moscú- y Guerra, esos otrora furibundos rojos venidos a menos,  y que hoy verbalizan, en contra de la dirección del partido, barones como Guillermo Fernández Vara, Emiliano García-Page o Javier Lambán. Todo esto da como resultado un PSOE en crisis ideológica –los artífices de este socialismo pragmático e interesado no tienen otra metafísica que cazar los ratones que el sistema les regala disfrazados de gatos blancos o negros-, lo que conlleva una crisis de posición y función en la sociedad con pérdida del sujeto histórico y, como consecuencia, una grave crisis de identidad.

Es en este contexto, cuando el socialismo de Andalucía, por primera vez, desde la muerte de Franco, no acompaña con protagonismo destacado a los propósitos programáticos de Ferraz y Moncloa, sino, todo lo contrario, contemporiza con todos los tópicos carpetovetónicos y retardatarios de una derecha anclada en los complejos y las machadas del caudillismo, aquel que se fundó a los gritos de “viva la muerte” y “muera la inteligencia.” A eso le llama Espadas moderación sin advertir que debajo de la piel de cordero de Juanma Moreno, está el lobo del abandono de lo público, de la destrucción de la sanidad universal, del favoritismo hacia la educación privada y debajo de la piel de cordero de Juan Espadas hay una piel de cordero.

El sanchismo ha tenido un notable éxito ejecutivo mediante un gobierno que ha gestionado brillantemente un período de crisis poliédrica, como una hidra de lerna, con múltiples frentes, todos con notables aristas, constriñendo  los efectos del problema sanitario, con significativas cifras económicas, mejores que la de los países de nuestro entorno, y que ha devuelto la convivencia a Cataluña que no podía seguir por más tiempo considerándose, por la derecha y la Corona, un asunto de orden público y código penal, lo que suponía una actualización de la solución Espartero que abogaba por bombardear Barcelona cada cincuenta años para “disciplinar” a los catalanes. Un éxito del PSOE gobernante, del que no participan los jarrones chinos, los barones díscolos por retardatarios y el susanista Juan Espadas que quiere parecerse tanto a Juanma Moreno que sería su mejor consejero de Presidencia si  no fuera porque como jefe de la oposición le es más útil al presidente de la Junta.

Un gobierno de la derecha en España sería muy lesivo, como ya lo fue en su día, para las mayorías sociales, catastrófico para las clases populares y pensionistas, que tendrían que financiar los grandes beneficios de empresas y millonarios trasvasando, una vez más, rentas salariales a las rentas del capital, empobreciendo aún más a los desfavorecidos y envenenando el mercado de trabajo con salarios por debajo del nivel de supervivencia. El PSOE de Andalucía necesita una reconstrucción emocional y para ello es menester liderazgos auténticos: ideológicos y morales, muy lejos del susanismo poco corregido que representan Espadas y su equipo de exaltos cargos de Díaz. El deterioro orgánico del socialismo andaluz se compadece con la puerilidad de un trapisondismo político y el posicionamiento clientelar sustitutivos del pensamiento crítico, la dialéctica ideológica y el relato emancipador del cambio social. Ello conduce a una mediocridad que crea ilegibilidad en los actores políticos de elementos imprescindibles en una política de izquierdas como son la despersonalización y la abstracción del poder, que Azaña consideraba requisito imprescindible de un Estado moderno. El amiguismo, el meritoriaje de la lisonja, el cabildeo de pasillo, producen políticos administrativos con espíritu funcionarial, que es el arquetipo del secretario general del PSOE cuyo carácter y perfil se encuentra en las antípodas de lo que necesita hoy un socialismo que ha sufrido la frivolidad de una política errática y sin metafísica.