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La lucha por el poder en el socialismo andaluz

La lideresa del Tardón es un grave problema para el partido y lo es por el modelo de organización que representa.

 

La bancarrota del bipartidismo supuso la crisis profunda de dos elementos sustantivos del régimen del 78: el proceso llamado Transición y Suresnes, donde el PSOE se autoamputó su identidad ideológica y humanística (esto último tendrá mucho sentido para los que hayan leído a Fernando de los Ríos) al objeto de poder actuar como partido dinástico en las vísceras constitutivas de la Monarquía posfranquista. Una nueva configuración en el ámbito de los idearios y las tendencias políticas modificó la realidad de la vida pública española y la arquitectura parlamentaria mediante la configuración de mayorías rupturistas con respecto al consenso de la Transición. Sin el bipartidismo, ni la alternancia, que no alternativa gubernamental, ni la uniformidad impuesta por la razón de Estado blindada constitucionalmente, el régimen ha mostrado en carne viva el déficit democrático en que se sustenta, tramoya del sistema que el sistema no puede permitirte que sean vistas por el público. Cuando el galgo de competición por accidente alcanza a la liebre metálica ya no vuelve a correr por falta de estímulo. Las inercias posdemocráticas, los sesgos autoritarios, el desmoche de libertades y derechos, la parcialidad y subjetividad del poder judicial, el concepto espurio de que el malestar y la protesta ciudadana son desarreglos que sólo se pueden cauterizar desde el orden público, la corrupción generalizada son el magma purulento que se ha eyectado sobre la visión general y la liebre muestra cada vez más sus entresijos metálicos.

 

El establishment necesitó recurrir a toda su influencia para restaurar el roto equilibrio en que sobrevivía el posfranquismo. Bajo el ortopédico formato de una democracia vigilada, los mass media dinásticos, las fuerzas conservadoras y los poderes del Estado comenzaron a hilvanar campañas de desprestigio contra las nuevas mayorías rupturistas. Se pretendía construir alianzas contraideológicas de Große Koalition, con analogías propagandísticas que trazaban un círculo caucasiano entre posiciones doctrinarias artificiales que definían a constitucionalistas y no constitucionalistas, en un intento de aislar ante la opinión pública a las mayorías alternativas. El PSOE debía, como razón de Estado, neutralizar a su propio candidato a la presidencia del Gobierno, con la imposición de que no pudiera realizar ningún tipo de acercamiento o acuerdo que las mayorías alternativas y facilitar la continuidad en el poder del Partido Popular y todo ello, como en el arte de Cúchares, sin descomponer la figura.

 

Cuando Pedro Sánchez le preguntó a Mariano Rajoy qué parte de “no es no” era la que no entendía, los mandamases del Ibex 35, los jarrones chinos suresnois, baronías, cognados de nómina del PSOE y los carpetovetónicos conservadores volvieron su mirada hacía Andalucía. El susanato parecía tener una especial habilidad en  deshacerse de cualquier agente discrepante, la política se había convertido en el arte del cabildeo y Susana Díaz Pacheco intentaba inventar un peronismo chusquero a falta de ideología y proyecto político. En realidad, ella había movilizado al “funcionariado” orgánico del Partido socialista a favor de Pedro Sánchez para arruinarle la carrera política a Eduardo Madina que pidió primarias cuando Díaz esperaba ser aclamada imperante en un congreso próximo. Sánchez, en el rutómetro de Susana Díaz era un testaferro transitorio hasta que se dio cuenta de que a Sánchez no le iba el papel de Polichinela.

 

El fracaso del coup de forcé a Ferraz y la humillante derrota en las primarias supuso el fin del susanato y el desesperado atrincheramiento de una Susana Díaz que no se resigna a reconocer que su tiempo se conjuga en pasado. Si hay una organización que necesita regenerarse es el socialismo andaluz donde la política recobre su función axial al servicio de los intereses generales. Porque no nos engañemos, en el socialismo andaluz con el susanato imperante se ha tomado por política el cabildeo, el usufructo suntuoso del poder para beneficio personal, la consecución de estatus social para quienes nunca han ejercido una profesión, la intriga, en un continuo manca finezza.

 

En Andalucía el Partido Socialista ha venido manteniendo la misma posición de argumentario que la derecha, contraria, cuando no beligerantemente hostil, al criterio del federal y del mismo Gobierno en una actitud al menos desafiante y poco leal con el líder del partido y jefe del Gobierno. Por otra parte, el sistema orgánico no genera liderazgos en Andalucía como consecuencia del férreo clientelismo del susanato. La lucha por la sucesión en el liderazgo del Sur tiene visos de que se va a dirimir entre miembros del “funcionariado político” con muchos trienios a sus espaldas. La mayoría de estos aspirantes ex fervientes susanistas caídos del caballo camino de Damasco. Es previsible, por ello, que el formato polémico en que se desarrolle la lucha por el liderazgo del socialismo meridional no incluya procesos de regeneración y profundización democrática o modelos progresistas de avance social, ya que parece que con defenestrar a Díaz es suficiente. Y es cierto que la lideresa del Tardón es un grave problema para el partido y lo es por el modelo de organización que representa que, a su vez, produce liderazgos líquidos y autoritarios como el suyo.

 

Aunque el líquido sea distinto acaba tomado la forma de la vasija en la que se vierte. Y como dijo Cervantes, vaya el cántaro a la piedra o la piedra al cántaro, mal para el cántaro.