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La modernidad y la postmodernidad : Y si le llamamos post

El término se lo debemos al crítico y artista londinense Roger Fry, perteneciente al grupo de Bloomsbury, del que Virginia Woolf escribió su biografía.

La Real Academia Española define “post”, también “pos” en algunas voces, como un prefijo que significa “detrás de” o “después de”, así pues, todos los conceptos que utilizan la expresión “post” tienen la desventaja de que no se puede iniciar su discusión partiendo de cero, sino que hay que apoyarse y relacionarse con sus antecedentes.

La primera vez que aparece el prefijo, al menos lo que yo he podido encontrar, nos remite a un estilo artístico: el post-impresionismo. El término se lo debemos al crítico y artista londinense Roger Fry, perteneciente al grupo de Bloomsbury, del que Virginia Woolf, en cuya vivienda acabó reuniéndose el grupo, escribió en su biografía: “él tenía más conocimientos y experiencia que el resto de nosotros juntos”. En 1910, Fry organizó la exposición “Manet y los postimpresionistas” en Londres. Los artistas que Fry agrupó se formaron como pintores en el impresionismo. Cézanne, Gauguin, Seurat, Signac, Toulouse-Lautrec, Van Gogh, Hodler y Münch formaron el grupo post-impresionista. Un movimiento que supuso una profunda ruptura con los criterios académicos, con los condicionantes sociales y la estructura económica del mundo del arte. El rechazo de la crítica oficial cohesionó al grupo, permitiendo que se mantuviese unido hasta su transformación en el post-impresionismo, en parte como un proceso evolutivo y por otro lado  como rechazo y ruptura.

Podemos observar que en un principio el prefijo “post” se separa por un guion del adjetivo o el sustantivo al que se une. Esa separación pretende mostrar, pese a la definición de la Real Academia Española, autonomía respecto a lo moderno e indica, en alguna medida, a un movimiento libre para construirse a sí mismo. 

Pero fue en las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo cuando el término post se extendió sobre una gran parte de la actividad humana; la arquitectura, la literatura, la economía, la sociología e incluso la religión. La sociedad post-industrial, el post-colonialismo, la post-religión y el post-estructuralismo ocupan el espacio. Comienza a borrarse la distinción entre crítico y aficionado, e incluso entre artista y público y se reivindican las formas culturales de masas. como afirma Amalia Quevedo, a la que ya hemos acudido en otras ocasiones, se declaró la muerte de las vanguardias, de la novela, de los valores tradicionales, e incluso del humanismo. Es pues, la época que define, con profunda tristeza Irving Howe como “nueva sensibilidad”, pues le parece sustancialmente negativa.  

El prefijo post. sigue manteniendo su vitalidad y actualmente encontramos conceptos como postmuseo, post-pandemia, posverdad, postsocialismo o postpunk,  que son de uso habitual.

La sociedad post-industrial, o postindustrial, ya que se usan las dos maneras de nombrarla, aparece cuando la mayor parte de la fuerza de trabajo está ocupada en el sector servicios con una clara inclinación hacia las clases profesionales y técnicas. Resulta difícil saber quién utilizó por primera vez el término. Generalmente se da por hecho que fueron Alain Touraine en su libro “La sociedad post-industrial ” de 1971,o Daniel Bell que publicó en 1973 “El advenimiento de la sociedad post-industrial”. Pero existen antecedentes casi medio siglo antes, en 1914, cuando Ananda K. Coomaraswamy y Arthur J. Penty publicaron “Essays in Post-Industrialism: A Symposium of Prophecy Concerning the Future of Society”. Quizás sea Bell quien, con sus cinco características, defina mejor el concepto. Evidentemente, la fuerza de trabajo se ocupa mayoritariamente en el sector terciario (servicios) y cuaternario (investigación y desarrollo), con un predominio de la sanidad, educación y gobierno. Consecuentemente, son más necesarios profesionales y técnicos. Una sociedad de este tipo coloca, como un objetivo primario, el conocimiento teórico como base de la innovación, por lo que ha de planificarse cuidadosamente la tecnología que debe ser controlada mediante criterios reguladores. Al mismo tiempo la sociedad post-industrial debe sustituir su base intuitiva por una tecnología de algoritmos que tiene como objetivo según Bell “ordenar la sociedad de masas”.

Evidentemente, existen otros pensadores más actuales como Marien, fundador y editor de la revista mensual “Future Survey”, que ante las mismas características de la sociedad hacen una lectura distinta y con objetivos muy diferentes tendentes a una sociedad más descentralizada, sostenible, potenciando el desarrollo humano y la conservación. Así pues, se contraponen una sociedad de servicios despersonalizada o una sociedad profundamente ecológica. 

No obstante, existe una acuerdo generalizado sobre la evolución de la sociedad hacia la post-industrialización, pero las diferentes visiones sobre el futuro se definen muy contrapuestas; desde aquella, con origen en Bell, que estima que la participación ciudadana se estructura con base en una elite intelectual de gran influencia y que delimita la acción política o una tendencia descentralizadora que convierta los escenarios cada vez más en locales y que simplifique la gobernanza, aun a costa de las iniciativas de desarrollo y la globalización.

Ha llegado el momento en que tenemos que incorporar uno de los cimientos fundamentales de la postmodernidad: el post-estructuralismo. Para intentar llegar a él debemos partir del estructuralismo. Se puede afirmar que es una corriente muy extendida en las ciencias sociales y con origen en la lingüística. Inicialmente aparece como una metodología científica que pretende elaborar teorías objetivas y verificables. Su desarrollo en las ciencias de la cultura se basa en la concepción simbólica de la misma. Ciertamente para Lévi-Strauss la podemos definir como un sistema de signos, producidos por la actividad simbólica de la mente humana, y en la que el ser humano pasa de ser el sujeto de la historia y la cultura, a ser un objeto que se conoce por la objetividad y la neutralidad científica. 

El estructuralismo mira al ser humano como objeto de observación y análisis, como cualquier otro de la ciencia, porque el inconsciente precede a lo consciente y todos estamos sometidos a las estructuras, pero no equivalen a la estructura empírica ni a un armazón fijo; son unas estructuras dinámicas, pero estables y sistémicas que no se dan en la realidad observable. La noción de estructura social no se refiere a la realidad empírica, sino a los modelos construidos de acuerdo con ésta y las relaciones sociales observables la materia para construirlos y permitir que se desvele la estructura social. Tiene un carácter ternario, y el tercer elemento estará siempre vacío y preparado para asumir cualquier significado, y está configurado por la historia y la contingencia, esto es, aquellos aspectos que justifican la perpetuación de los fenómenos sociales y culturales. 

Lo que denominamos estructuralismo en el campo de la lingüística o de la antropología, o en el de otras disciplinas, no es más que una pálida imitación de lo que las ciencias naturales han venido realizando desde siempre. La ciencia tiene apenas dos maneras de proceder: es reduccionista o es estructuralista. Es reduccionista cuando descubre que es posible reducir fenómenos que en un determinado nivel son muy complejos a fenómenos más simples en otros niveles. Por ejemplo, hay muchas cosas en la vida que pueden ser reducidas a procesos físicoquímicos que las explican parcialmente, aunque no en forma total. Y cuando nos enfrentamos a fenómenos tan complejos que no permiten su reducción a fenómenos de orden inferior, sólo podemos abordarlos estudiando sus relaciones internas, esto es, intentando comprender qué tipo de sistema original forman en conjunto. Y esto es, precisamente, lo que intentamos hacer en lingüística, en antropología y en muchos otros campos. Lévi-Strauss denomina a su trabajo con el mismo nombre que su obra publicada en 1958 “Antropología estructural”, señalando la orientación positiva que debe tener el estudio de las ciencias sociales. 

Para Lévi-Strauss el cosmos es un sistema cerrado, un sistema que ocupa la humanidad, y afectado por la entropía. Frente al estudio sincrónico del funcionalismo, Lévi-Strauss reconocía la importancia de los estudios diacrónicos cuando además reconoce que tanto  lo sincrónico como lo diacrónico pueden ser igualmente inconscientes, reduciendo la distancia entre ambos conceptos: “el estudio diacrónico por sí solo —o casi— debe dar cuenta de los fenómenos sincrónicos”  según Lévi-Strauss, La característica estructural más importante de la mente humana es la tendencia a dicotomizar, o a pensar en términos de oposiciones binarias, y después intentar mediar esta oposición mediante un tercer concepto, que puede servir como base para otra oposición. No obstante, la vieja oposición cultura-naturaleza no tendrá, para la escuela estructuralista, otro valor que el metodológico pues la cultura se reduce a materia ya que ésta dice Lévi-Strauss, “ha dejado de ser una sustancia para convertirse en una relación”. 

El post-estructuralismo reúne a un conjunto de autores, fundamentalmente franceses, que cuestionan el estructuralismo, aunque desde diferentes puntos de vista, pero con una serie de temas comunes que permiten agruparlos, entre los que destaca la estructura básica binaria de las estructuras. Los postestructuralistas, sin que esto suponga un ataque al estructuralismo, cuestionan el sentido de la estructura. Es cierto que asumen la existencia de estructuras que se interrelacionan unas con otras, hasta configurar el marco en el que los individuos nos movemos, pero no es lo único. Como afirma González Gil, se le otorga un valor al sujeto, se podría decir que el post-estructuralista argumentaría que si bien es cierto que todo acto o dicho se circunscribe dentro de un marco definido y dependiente de una estructura social, es en el mismo momento en que estas prácticas y discursos operan en donde se produce el cambio. Finalmente, la estructura y la agencia del sujeto están implicados entre sí, dentro de un proceso inter-relacional. No hay producto (ni estructura ni sujeto por separados), sólo hay un proceso en constante devenir y cambio, un juego de relaciones montadas sobre la nada”.

La importancia de autores como Derrida y su concepto de deconstrucción, Foucault con su arqueología de las ciencias, Habermas y Lyotard hace que sea necesario acercarnos a ellos de forma individual, cosa que iremos haciendo más adelante.

 

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