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La mujer de Juan Espadas

Ese enchufismo por todos sabido y por muchos tolerado. A pesar de que en el Parlamento de Andalucía se haya montado una comisión para investigarlo.

 

A estas alturas el cinismo del andaluz medio con respecto al PSOE debería figurar junto con los siete artes establecidos. La cantidad de corruptelas, amaños y falsas promesas es tal que, en un futuro lejano, merecerán ser expuestas en un museo de la infamia… o ser hundidas en el río Guadalquivir cual residuos tóxicos. Lo digo sin acritud, porque constatar un hecho objetivo se eleva por encima de la retórica lacerante para poner de manifiesto hasta qué punto incluso los propósitos de reforma aparentemente sinceros de la clase política son una absoluta mentira. Pues fue un Juan Espadas investido con el aura del reformista ilustrado contra la rancia aristocracia socialista encarnada por Susana Díaz quien se llevó el gato al agua en las primarias. Un Juan Espadas que, desde que es dirigente del PSOE andaluz, se ha dedicado en cuerpo y alma a combatir la imagen de lo que es, un lacayo de Pedro Sánchez venido a meter en cintura de una vez por todas a la díscola y poderosa federación andaluza. Lo que, para quien tenga ojos para verlo, se ha traducido en un descuido patente de la gestión de la ciudad de Sevilla. Basta pasear por las calles para darse cuenta.

 

Dicho lo cual, el asunto que hoy nos trae aquí no son las maniobras del PSOE para recuperar (ya veremos con qué resultados) el poder en la Junta de Andalucía, sino exponer a la luz del día que, dentro de este partido, todo sigue absolutamente igual. La absolución, como es lógico, no proviene de un talismán mágico que provoca la amnesia colectiva, o de la confesión ante el cura de turno. Si no, que se lo digan a Carmen Ibanco, mujer de Juan Espadas, ahora que se ha revelado un nuevo caso (y van…) de enchufismo político. Ese enchufismo por todos sabido y por muchos tolerado. A pesar de que en el Parlamento de Andalucía se haya montado una comisión para investigarlo, en el seno de la cual declaró la señora Ibanco, sometiéndose a un duro interrogatorio. Y es que la buena señora, digo, fue seleccionada y contratada en nada menos que 24 horas por la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo (FAFFE) cuando Juan Espadas era Viceconsejero de Medio Ambiente durante el Gobierno de Manuel Chávez. Otro sujeto completamente ajeno a los choriceos políticos, como todo el mundo sabe. Entre el 1 y el 2 de febrero se la citó y la contrató. El anuncio, publicado en enero de 2007. Todo ello antes de la finalización del plazo límite para que el resto de los interesados pudieran enviar su solicitud, el 22 de febrero. Finalmente, recolocada en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE).

 

No lo olviden, queridos lectores, que con los fondos de la FAFFE se financió el churreteo libertino de los ascéticos y abnegados servidores públicos que decidieron hacer eso mismo, gastarse el dinero público de todos los andaluces en juergas y prostitutas. Mientras los demás teníamos que doblar la espalda. Sufrimiento que quizás no sea comparable al experimentado por María José Rofa, funcionara de la Junta cuyo testimonio fue fundamental para condenar a Chávez y Griñán en el ‘Caso ERE’. Una mujer que tuvo que sufrir el acoso laboral más duro al que se pueda llegar a someter a alguien por parte de todos los enchufados del PSOE debido a su colaboración con la Justicia. Así son las cosas, amigos. Haz lo correcto y te solazarás en las mieles de la desdicha. Una mínima expresión de todo el entramado mafioso y corrupto que sigue azotando a Andalucía y a Sevilla en particular. 

 

Este es el mensaje que el PSOE, junto con el resto de la Clase Política (porque los demás son exactamente iguales) lanza a toda la población andaluza, y especialmente a los jóvenes. Los años de sacrificio y de esfuerzo no sirven para nada. Es mucho más inteligente engancharse en la política y esperar que, más tarde o más temprano, el servilismo hacia quien detenta el poder proporcione sus frutos. Por esta razón comenzaba hablando arriba de cinismo, porque quizás sea el único mecanismo de defensa racional hacia lo que es, en realidad, un problema sistémico del funcionamiento de la política en Andalucía, desde luego, y por extensión en España. Una realidad tan dolorosa como asumida, que se percibe con impotencia. Como las noticas de los muertos por hambre en África, la continua exposición del público a este tipo de caso ha insensibilizado a los ciudadanos hasta tal extremo que uno más, posiblemente, no signifique nada. Juan Espadas capeará el temporal, el público lo olvidará y las elecciones autonómicas se disputarán con toda normalidad.