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La pandemia y algo más

Cerremos playas y descampados. Ahoguemos a nuestros hijos en el piso de Amate. Prohibamos botellones, reuniones, charlas, cenas de amigos, pelar la pava.

 

Podemos considerar que vivimos en un mundo relativamente civilizado, aunque aún queden zonas por civilizar. En estos mundos, el civilizado y el aún por civilizar, habitan cientos de millones de seres vivos, entre ellos los humanos, si bien, algunos son más humanos que otros.  Todos, sin excepción, asistimos con relativa frecuencia a fenómenos de la naturaleza que desbordan con mucho las limitadas capacidades comprensoras de estos autodenominados “sapiens”.

Conocido es desde antiguo que, de entre este nutrido grupo de atolondrados, a veces surgen seres superiores, “los sabios”. Seres que han superado el estado de ignorancia primigenio y han llegado a entender, por sí mismos o con ayuda celestial, el espacio y las circunstancias que les rodean.

Es a estos seres superiores, “los sabios”, a los que el conjunto de ciegos atolondrados recurre para que, al tiempo que los gobiernan, los guíen y les expliquen los entresijos del mundo interior y exterior, pues solo ellos son capaces de verlo y entenderlo.

Necesitamos guías, interlocutores válidos entre el mas allá y el más acá: Profetas, salvadores, libertadores, padres espirituales, gurús, chamanes, brujos, druidas. La muchedumbre clama el gobierno, el socorro y la ayuda de estos sabios que son capaces de conectar la eternidad con la mediocridad.

Ahora que la cosa vírica se ha puesto fea, reclamamos a los sabios que nos gobiernan que nos indiquen el camino, la senda, las pautas de cómo debemos ir y cómo debemos venir.

Exaltados, exigimos a los sabios gobernantes que adopten medidas, que inflijan castigos, que persigan a los infractores. Y si alguien osa discrepar, que el castigo divino recaiga sobre él y sus descendientes y sea aparatado del rebaño, proscrito, expulsado, encarcelado y, si persiste, que sea sacrificado. Y todo por el bien común y la salud pública.

No funcionó el confinamiento y pedimos más. No funciona el bozal y pedimos más. No funciona cerrar bares, discotecas y prostíbulos y pedimos más. No funciona cerrar escuelas y pedimos más. Críos de seis años con bozal y aterrorizados con el bichito, pero pedimos más. Profesores con el traje de astronauta y aún pedimos más.

Algunos funcionarios están viviendo una época dorada, como no tienen las suficientes medidas de seguridad, no van a trabajar. Si uno conoce a un vecino que habló con otro que había cenado con uno que dio positivo, se auto excluye de la función publica y que en casa nos las den todas. Y aún pedimos más. Más sanciones, más restricciones, mas mano dura con los infractores. Cuarentena y sueldo pleno. Aún queremos más.

Llegarán las ofrendas a los dioses. Llegarán los sacrificios. Llegaran las purgas, las lapidaciones, los canticos de plañideras a sueldo. Acabar con los negacionistas.

Si la fiscalía no es suficiente, se crearán patrullas vecinales para denunciar a los disidentes y, llegado el momento, pelotones de voluntarios para dar buena cuenta de ellos.

Cerremos playas y descampados. Ahoguemos a nuestros hijos en el piso de Amate o las Candelarias. Prohibamos botellones, reuniones, charlas, cenas de amigos, pelar la pava. Debemos evitar que la gente propague el virus. Las personas ya no serán personas, serán organismos aislados que vivirán y morirán aislados.

Como no podía ser de otra manera, yo soy agnóstico que no ateo y, por supuesto, “negacionista”. Y no porque sea ajeno a todo cuanto me rodea, sino porque las explicaciones que nos dan los sabios gobernantes y las medidas que proponen los expertos reunidos en comité fantasma, me parecen falsas, infantiles, absurdas e inoperantes, por ese orden.

A todos esos que claman a los sabios y piden más, les recomendaría: penitencia, jaculatorias, letanías, salmos, confesión cada tres horas, cilicio subcutáneo, abstinencia, celibato, ayuno, flagelo intermitente y eso si, que se descarguen de la correspondiente APP para que el todopoderoso sepa en tiempo real lo que hacen, dónde están, con quién hablan y si están en situación de riesgo de ir al infierno o algo aún peor, al hospital. Que sean dóciles y obedientes y que Microsoft se apiade de todos ellos y les conceda la sanación eterna a sus pecaminosas almas.

Esos que piden más, morirán. Moriremos todos, de eso que no les quepa ninguna duda. Pero la situación de pánico, de histeria, de ansiedad colectiva que están creando con tanta propaganda y tanta alabanza de la catástrofe nos lleva, ineludiblemente al desastre.

Pero el verdadero desastre aun está por venir. El problema dará comienzo cuando Sánchez, alertado por el mayordomo Tezanos, ante el inminente desastre de @, corte el lazo que lo mantiene unido a sus “socios preferentes” si no quiere acompañarlos en su caída libre a lo más bajo del espectro electoral. Entonces @ echará la culpa de todos los desastres al Gobierno, como ya hizo con el Ibex 35, el imperialismo Yanqui o con los ricos. En los comicios legislativos que necesariamente seguirán se iniciará una encarnizada batalla contra Sánchez seguida por agitaciones “revolucionarias” por todos los feudos donde  @ y sus apéndices separatas aún conserven cierta presencia, enarbolando lemas socialistas y nacionalistas para levantar el ánimo y movilizar a las masas, reivindicando la incautación y reparto de todos los bienes y propiedades, la celebración de referéndums y la petición de abdicaciones. Las instituciones del Estado y los partidos constitucionalistas y moderados al carecer de una autoridad real a los ojos de la población se verán impotentes para contener la marea popular fomentada por ellos mismos y España se verá arrojada a un periodo de anarquía cuyos resultados no se pueden prever.

@: Omnicomprensivo de todos los perroflautas enganchados a la mamandurria bajo el lema de “Izquierda progresista”. Desde Podemos hasta los etarras de Bildu, pasando por los escombros de lo que un día fue el Partido Comunista de España.