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La RAE: más allá de una horterada

Un troyano de la neocolonización cultural anglosajona.

La RAE, Real Academia de la Lengua Española, cuyo propósito fundacional fue “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”, representándose tal finalidad con un emblema formado por un crisol puesto al fuego, con la leyenda: “Limpia, fija y da esplendor”, nació, según sus propios fundadores, “al servicio del honor de la nación”.

Esta vocación de utilidad colectiva se convirtió en la principal seña de identidad de la Academia Española, diferenciándose así de otras academias que habían proliferado en el siglo de oro y que estaban concebidas como meras tertulias literarias de carácter ocasional.

Pero lo que hoy podría ser parte de la degradación de nuestra sociedad, no queda ahí y para muestra una de sus últimas decisiones: la de incluir nuevas acepciones en el DLE de un término cien por cien anglosajón, lobby, hasta ahora sólo conceptuado como sinónimo de vestíbulo y sin apenas uso cotidiano en nuestro país, ni en los latinoamericanos.

Pues, bien la RAE en los últimos tiempos viene conculcando su propia razón de ser pudiendo haber caído en manos de grupos de presión socioeconómica para adoptar decisiones que particularmente me atrevo a calificar de horteradas. Una declaración pública del director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, durante la presentación de la actualización de la acepción del término lobby: “El lenguaje está vivo y evoluciona con la sociedad. Lobby es un término que se ha naturalizado en español, y nuestra misión es incorporar esas voces al diccionario para que el idioma refleje la realidad actual”, forma parte de un pensamiento falsario sobre la cultura española a través de la lengua que la vehicula. A mí al menos, estas palabras no me representan. Según su director, las calles y las redes sociales deberían estar ardiendo con manifestantes reclamando que la Academia incorpore un término que no se suele usar y que ni siquiera muchos saben lo que significa. Sus palabras podrían ofender a la inteligencia de cualquier ciudadano medio español.

Al adoptar esta decisión, la RAE está colaborando con la neocolonización cultural anglosajona del mundo de habla hispana, en general, y el de los españoles, en particular, en un momento histórico clave para el futuro de la cultura hispana por la invasión de términos vinculados al campo tecnológico que se están usando casi exclusivamente en inglés, aún habiendo alternativas en nuestra lengua.

Siendo el idioma el principal vehículo de transmisión y difusión cultural, la progresiva y acelerada inclusión de términos en inglés en una vida cotidiana en la que las tecnologías de la comunicación ocupan un espacio cada vez mayor es algo como mínimo cuestionable culturalmente y sería de esperar que instituciones como el Instituto Cervantes lo denunciasen públicamente antes de que sea demasiado tarde para intentar revertir el daño que a nuestra cultura provocan decisiones como esta de la RAE.

En español, existe un término equivalente al del anglosajón lobby, cabildeo, y si a los cabilderos no les gusta porque les parece que tiene un sentido peyorativo, pues que la RAE lo redefina, pero que no lo sustituya de hecho porque culturalmente es el término idóneo para aludir a las personas que desde la esfera privada llevan a cabo actuaciones de presión ante las instituciones públicas para la defensa y promoción de los intereses económicos o financieros de determinados grupos privados.

No estoy en contra de que exista el cabildeo, pero sí a favor de que sea una actividad profesional necesariamente transparente para la sociedad, lo que no parece estar siéndolo al menos hasta ahora.

En definitiva, creo que la sociedad y las instituciones públicas cuyo objeto sea defender y promover la cultura española y latinoamericana, deberían solicitar formal y públicamente a la RAE que retire del DLE la rciente incorporación de la nueva acepción del término lobby y, en su caso, que se la aplique al de cabildeo. El DLE recoge como nuevas acepciones del término lobby a partir de ahora las siguientes: “Grupo de presión” y  “Actividad cuyo objetivo es influir en la toma de decisiones en el ámbito público o privado en favor de intereses determinados”.

 Finalmente, parecería que la RAE, sus directivos y sus miembros vivieran cada vez más en una burbuja alejada de la realidad actual en la que el resto del mundo está inmerso: el de las tecnología emergentes. Ha emergido un nuevo paradigma para la comunicación entre los diversos ciudadanos del mundo que implicará la demolición de la barrera que ha venido representando la Torre de Babel lingüística: el de la implementación a nuestras vidas cotidianas de las interpretaciones simultáneas de manera asequible y sostenible. Esto que comienza a ser una realidad, se traduce en que una lengua específica deja de tener una imprescindible utilidad para la comunicación a partir de ahora para convertirse exclusivamente en un vehículo de generación y difusión cultural de los pueblos.

Por cierto, que muy presto ha estado la Academia para coadyuvar a blanquear socialmente a unos grupos de presión económica introduciendo en el DLE un barbarismo lingúistico, mientras que a la solicitud de incorporación de un lenguaje razonablemente inclusivo, que no identitario, cada vez más ampliamente utilizado en las sociedades española y latinoamericanas, se niega por razones presuntamente más ideológicas que culturales, llegando su director a comentar tras su reelección lo siguiente: “No nos encontramos que en la calle la gente utilice eso que se llama lenguaje inclusivo”(sic).