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Las charlas de Villarejo secuestran el debate electoral andaluz a 13 días de la campaña

El excomisario recibió una medalla policial de manos de Angeles Muñoz, una de las mujeres de confianza de Javier Arenas.

 

Empecé a interesarme por la figura del comisario Pepe Villarejo a raíz de un almuerzo en Córdoba con Rafael Gómez ‘Sandokán’, antes de estallar su implicación en la Malaya y mucho antes de que Gómez entrase en prisión donde sigue. Fue cuando me contó que un tal Villarejo le estaba chantajeando mientras me enseñaba las naves ilegales de Colecor, cerca de Medina Azahara, repletas de mercancía fabricada en Asia para venderla aquí. El secreto de su negocio, me contó, radicaba en que había creado las fábricas en los lugares de origen, con bajísimos costes salariales. Claro.

Rafael Gómez había puesto la parte “más política” del pleito en manos de, dijo, un “potente despacho de abogados sevillanos” el de Javier Pérez Royo y Amparo Rubiales, ubicado en la Plaza Nueva. La Consejería de Obras Públicas y Urbanismo, ocupada por aquel entonces por Josefina Cruz Villalón, era el objetivo ya que, decía Gómez, que con la alcaldesa de IUen Córdoba, Rosa Aguilar, lo tenía todo hablado y resuelto. Unos treinta mil euros decía que le costaba mes a mes la batalla por la legalización de sus  edificaciones condenadas al derribo por el planeamiento urbanístico de la Junta.

 

Sandokán: «Me está chantajeando»

 

Frente a las naves un terreno enorme, propiedad de un policía llamado Villarejo, un tío que tenía que ser del CNI porque tenía mucha información y poderío, contaba el propio Rafael Gómez. ‘Sandokán’ se mostraba contrariado porque el poderoso comisario “me está chantajeando para que se la compre, pero a un precio desorbitado y fuera de mercado, cosa que no voy a hacer”.

 

Fue cuando me contó que un tal Villarejo le estaba chantajeando mientras me enseñaba las naves ilegales de Colecor

 

Volví a escuchar varias veces más el nombre del misterioso Villarejo, con especial fuerza cuando estalló la operación Astapa donde el agente tenía intereses en la zona, según declaró el exalcalde imputado Antonio Barrientos.

También salió su nombre cuando Ángeles Muñoz como alcaldesa de Marbella condecoraba con una medalla policial al comisario José Manuel Villarejo Pérez (El Carpio, Córdoba, 3 de agosto de 1951), cordobés como ella, una de las piezas de la confianza absoluta de Javier Arenas en el PP-A que la llegó a nombrar Directora General de Emigración cuando fue ministro de Trabajo.

Las grabaciones de la fonoteca explosiva de Villarejo que anda suelta por ahí, soltando dinamita con cuentagotas, nos han traído a quince días del inicio de la campaña electoral, las conversaciones de María Dolores Cospedal y el super Agente Villarejo conspirando contra un paisano ilustre llamado Javier Arenas. Esto de espiar al adversario parece que es una práctica muy enraizada en determinadas familias del PP. Ahí está Beltrán Pérez, el candidato por Sevilla del PP a la alcaldía para contar como le han investigado la gente del cospedaliano Juan Ignacio Zoido siendo ministro del Interior.

 

Husmeando a Javier Arenas y sus manejos

 

Cospedal y su marido Ignacio López del Hierro, último gobernador de UCD en Sevilla que mantuvo del PSOE en 1982 y que acabó de presidente de Soprea apoyado por Pepote Rodríguez de la Borbolla, encargaban a Villarejo, a buen precio, hurgar en la vida y milagros de un cristiano no demasiado prácticamente como Javier Arenas. El despacho de su hermano Eduardo y una fundación, usada habitualmente entre otras cosas para el pago a la gurteliana Agencia de Viajes Pasadena los viajes de lujo que se marcaba Luis Bárcenas, uno de los intimos  amigos de Javier Arenas como todo el mundo sabe en el partido. Lo certifica la foto del pádel en Guadalmina, convertida en icono, al igual que la de la tortilla socialista en los Pinares de Puebla para la generación socialista que no corrió delante de los grises.

 

 

También salió su nombre cuando Ángeles Muñoz como alcaldesa de Marbella condecoraba con una medalla policial al comisario José Manuel Villarejo Pérez (El Carpio, Córdoba, 3 de agosto de 1951), cordobés como ella.

 

Dicen que el lunes la publicación digital moncloa.com vuelve a publicar nuevas grabaciones y que para el martes está prevista una explosión que generará quemaduras de segundo y tercer grado; unas conversaciones grabadas a todo quisque y que, dicen, que dejarán muy mal parado el actual sistema democrático cuyas costuras llevan tiempo cediendo desde el nordeste.

¿Cumplió con la misión e investigo Villarejo a Javier Arenas como le pidió Cospedal? ¿Cuál fue el resultado y cuánto costó? ¿Aparecerán ilustres personajes despellejando del líder andaluz de la derecha?

 

Dos titanes libran su última batalla

 

Sin obviar la importancia que pudiesen tener desde el punto de vista penal ciertos manejos encaminados a entorpecer la acción de la Justicia, el contenido de lo que se insinúa y se cuenta, a menos en lo conocido hasta ahora, no parece que pueda interesar más allá del morbo que levanta ver a dos titanes enfilar su última pelea donde pueden morir definitivamente ambos para la política. Sin olvidar la principal cualidad de Cospedal, la lealtad al que manda, esto es a Mariano Rajoy, seguramente inspirador de la frase “hice lo que tenía que hacer”. Es difícil creer para quienes la conocen que Cospedal, tan disciplinada con el mando, no le contase a Rajoy sus contactos con Villarejo.

Sobre Javier Arenas han circulado infinidad de rumores desde que empezó a ser alguien en el PP. Buena cuenta daba de ello su pariente el desparecido Rafael Álvarez Colunga (Tito Lele) cuando contaba las ayudas que había logrado reunir “para ayudar a mi sobrino Javier”. Las influencias solo tienen un color, el morado de los billetes de 500, porque se trata de eso, de mover dinero a cambio de influir en el BOE o en el BOJA.

 

Mientras, no se habla del divorcio de Cajasol con CaixaBank

 

De todas formas, qué curioso todo en la política andaluza, incluyendo sus medios de comunicación; se rompe el pacto de accionistas entre Cajasol y la Caixa y aquí todo el mundo hablando del contenido de la caja de Pandora de Villarejo. Un vistazo al Sr. Google nos revela de inmediato el escaso interés mediático que ha suscitado tan importante acontecimiento financiero en los medios lugareños, cuando está en juego el futuro de 176 millones, valor de mercado de las acciones que Cajasol retira de CaixaBank.

Pero no, la campaña andaluza ha sido secuestrada por la política nacional con un potente artefacto que puede impactar en puntos sensibles del edificio constitucional de España, los treinta terabytes que logró reunir durante muchos años el policia Pepe Villarejo. Toneladas de basura de todos los colores y sin reciclar.

 

Sobre Javier Arenas han circulado infinidad de rumores desde que empezó a ser alguien en el PP.

 

Le he preguntado a José Manuel Sánchez Fornet, colaborador de Confidencial Andaluz, policía y viejo amigo de Villarejo, si consideraba que la sociedad española estaba preparada para saber lo que ocultan las cloacas del Estado en tres décadas largas de actividad en las sombras. Fornet responde que “la sociedad española debería conocer todas las grabaciones y documentos de Villarejo. No hay sociedad libre sin información. Afecte a quien afecte, preservando la seguridad de fuentes informativas de la Seguridad del Estado”. Y termina recordando que “de paso, también levantar el secreto a datos ignorados del 23F o el 11M”.

Mientras la campaña andaluza transcurra secuestrada por la política española y no se hable de Andalucía eso solo beneficia a Ciudadanos que con Inés Arrimadas por bandera sacarán tajada en amplios sectores andaluces incómodos a cómo el gobierno de Sánchez está gestionando la cuestión catalana. No en vano esa es la verdadera preocupación de Susana y sus asesores en estos días, el posible bocado electoral de los naranja. Ni ella ni gran parte del electorado socialista ven con buenos ojos la confirmación de cuanto denunció el PP tras la moción de censura. Que el pacto para llegar Pedro Sánchez a La Moncloa tenía un precio con gente que quieren derribar gran parte del Sistema constitucional vigente. Pese a las negativas del Gobierno y la facilidad con la que se cambia de opinión cuando se pisan la Moncloa, la gente empieza a estar muy sensible y lo de Cataluña, visto por muchos andaluces, es jugar con las cosas de comer. Algo que nadie parece estar dispuesto a aceptar.