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Los delitos de odio atentan contra la democracia

Soy judía sefardita hija de España desde sus entrañas, como mis demás hermanos españoles y lo único que deseo es vivir aquí en paz y equidad social.

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Los delitos de odio son una lacra dentro de la sociedad mundial al atentar contra la democracia y los derechos humanos de las personas, fomentando la violencia individual o hacia un grupo de ellas por motivaciones ideológicas, religiosas, étnicas, racistas, sexuales, de género, discapacidad o enfermedad, buscando irrespetar al diferente bajo la consigna errada de un mal ejercicio de “libertad de expresión” que no faculta a nadie para sembrar la hostilidad y la discriminación hacia determinados colectivos y minorías.

 De esta manera es fundamental no solo educar en humanidad y respeto, sino además que existan los mecanismos legales que le permitan a las diferentes esferas de la ciudadanía española, sentirse protegidas por una normativa jurídico-penal que sancione y contenga a esta clase de naturalización de la discriminación entre los seres humanos y con ello me refiero a hacer efectivo el cumplimiento del artículo 510 del código penal de España que constituye el marco de ley que debe aplicarse ante delitos de odio, como lo fue el caso de las censurables declaraciones que hizo públicas una estudiante falangista en Madrid este pasado fin de semana contra los judíos, al afirmar que los mismos eran el “enemigo”. 

Por ello, le quiero responder desde una razón comunicativa lo siguiente: soy judía sefardita hija de España desde sus entrañas, al igual que todos mis demás hermanos españoles y lo único que deseo es vivir aquí en paz y equidad social, donde se me respete el origen ancestral del cual procedo y que ha contribuido a que esta nación sea lo que hoy es, el mayor referente a nivel europeo y mundial de una multiculturalidad que nos hace a todos diferentes e iguales a la vez en dignidad.

España desde sus cimientos, se ha conformado por una plurietnicidad de idiosincrasias, donde confluyen diferentes pueblos en una misma porción de tierra llamada península ibérica. En consecuencia no es verdadero que la madre patria se haya constituido por un solo grupo humano, ya que su identidad se fusiona en una mezcla de romanos, visigodos, celtas, fenicios, cartagineses, iberos, árabes, judíos sefardíes, vascos y cristianos como consta en los libros de historia y como lo prueban las excavaciones arqueológicas en todo el país.

No es justo que se alce la voz del odio y la discriminación desde un fascismo que ni siguiera es coherente con su propia historia, al no mencionar a los 9.161 apresados españoles en diferentes campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y a los 5.166  asesinados españoles por el régimen nazi en complicidad con el Gobierno de Franco, siendo una vergüenza para las páginas de la historia y que consta en el estudio realizado por el Banc de Memòria de la Generalitat de Catalunya, la Universidad Pompeu Fabra, al igual que por la Asociación Amical Mauthausen. 

A su vez el fascismo proclamado por este grupo y abanderado por la estudiante, omitió de forma muy conveniente para su movimiento antidemocrático que en el campo de concentración de Dachau en Alemania durante el régimen nazi, estuvo preso Francisco Javier de Borbón-Parma, descendiente de la nobleza española de la Casa de Borbón-Parma, primo del Rey emérito Juan Carlos I, lo que consta en la historia y archivos de este país.

En el mismo orden de ideas, no es de recibido que no se mencionaran las contribuciones a los derechos humanos durante la época medieval, hechas por el máximo exponente del humanismo español como lo fue el filósofo valenciano y erudito judío sefardita Juan Luis Vives, al igual que el aporte del filósofo y médico al-Andaluz el cordobés Moisés ben Maimón, más conocido como Maimónides, junto al mayor neoplatónico de la historia de Málaga, Sholomó Ibn Gabirol.

Por tanto, es fundamental no falsear la historia y menos los cimientos de la identidad judío sefardita que ha contribuido a afianzar a esta democracia con mucho esfuerzo y trabajo, pero siempre en compañía de otras tradiciones humanas que también posibilitaron que España sea tan grande, como lo es hoy en cultura y tradiciones.

Lo expresado desde un encuentro de identidades diversas que permitieron que miles de sefarditas nos sintamos muy orgullosos de ser españoles y que han hecho palpitar el espíritu y el alma de nuestros antepasados en nuestros cuerpos y corazones, al compartir el pan, el vino y la sal con nuestros hermanos en un abrazo fraterno que no hace diferencias. Porque respeta y asume que al fin de cuentas todos somos uno y una sola conciencia.