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Neofranquismo libertario

Los nacionalistas les estorban porque impiden esa hegemonía neofranquista, aunque por otra parte los retroalimenta.

 

En primer lugar, que nadie se escandalice por la imagen que ilustra este artículo, que no deja de ser una simple respuesta irónica a aquellas esteladas con el Freedom for Catalonia y un homenaje también a los títulos irónicos de alguno de los libros de Fernando Savater, aunque a veces la ironía se quedara ahí, en el título.

 

En segundo lugar, que nadie se escandalice tampoco por usar las palabras ‘franquismo’, si bien con el prefijo neo, y ‘libertario’ juntas. No sé por qué la gente se escandaliza tanto por cualquier cosa en estos tiempos tan pornográficos y tan exhibicionistas y desvergonzados en los que hasta Fernando Savater hace estriptis ideológicos a lo Full Monty en el refugio seguro de la añorada biblioteca de su infancia acariciando (¡cómo no tratándose de Escocia!) los bellos volúmenes con encuadernación en piel de Stevensson de la colección de su padre, el notario. No hay nada como un conflicto paternofilial (ética y política para Amador y para lo que surja), para que se reaviven los rescoldos del pasado y para que se comprenda más y mejor, hasta el punto de la identificación más extrema, la, en su caso, egregia figura paterna, su pompa y su circunstancia (franquista, pero liberal, la circunstancia, digo). Cómo no va a tener derecho don Fernando a cambiar de opinión, si no cambias de opinión o estás muerto o eres un cenutrio, y Savater no reúne ninguna de las dos condiciones. Una cierta erudición huera, una planitud (en contraposición a hondura y a altura) literaria y un afán divulgador algo corto de miras y patizambo si le podríamos atribuir desde nuestra posición de lector de baja intensidad, pero es que la ignorancia es muy atrevida, ya tú sabes. 

 

Pero, yendo al grano, como nos recuerda Anasagasti en uno de sus interesantes artículos, conviene recordar lo que Savater ha escrito en épocas pasadas, porque en la vida los textos, las opiniones, quedan todas superpuestas, como diría Borges, en un palimpsesto que nunca se acaba de borrar del todo, y en medio de las translúcidas láminas de cera virgen de este palimpsesto tan raro y especial que tenemos hoy entre manos podemos ver la suma de opiniones imborrables de un personaje tan verborréico y polígrafo (aunque a veces le cueste detectar la verdad simple de las cosas, lo digo por la segunda acepción de este último término). Bueno, al lío, que se acaba este artículo: esta es una cita de Savater de un artículo llamado Euzkadi como cuestión de Estado inserta en un artículo de Iñaki Anasagasti, compañero de pupitre de Fernando:

 

«Lo primero que hay que constatar es esto: el nacionalismo vasco, sentimiento surgido por obra y gracia de la represión (no olvidemos que ETA no es un fruto de la democracia, sino un regalito envenenado que nos dejó el franquismo), recibe un uso político en manos de determinados sectores, luego no podría ser contrarrestado más que por un uso político y no sentimental o arrebatado de la idea de España. Empeñarse en combatirlo a base de exasperar el nefasto patriotismo unitarista español sólo puede contribuir a mantenerlo y alentarlo. Es ridículo que el Partido Socialista acepte convertirse en exclusivo beneficio de sus adversarios políticos en una versión doméstica de los tercios de Flandes con base operativa en Euskadi, sea en nombre del respeto a la legalidad constitucional, sea por cualquier otra trampa saducea».’

 

Al igual que acaba de ocurrir en Escocia, donde los independentistas que plantean la necesidad de un nuevo referéndum por la independencia acaban de conseguir prácticamente la mayoría absoluta gracias al Brexit y al ultranacionalismo británico del Partido Conservador que no ha hecho sino alentar el independentismo en una nación, Escocia, cuyas mayorías se sienten más cercanas a la Europa continental que el común de los británicos, a más neofranquismo libertario en Madrid y en España (no olvidemos que Madrid es España dentro de España) y más Yunque/Vox que limite las libertades sexuales y otras que en el PP están superadas (en realidad el PP está a la vanguardia en estos asuntos y los del uso recreativo de estupefacientes, pero en la práctica, no en nada que tenga que ver con el ordenamiento jurídico) y otras menudencias como la educación, el ordenamiento administrativo del Estado, etc., más se tensará la cuerda en los pocos espacios del territorio español en los que ese neofranquismo libertario tiene escasa representación, y más simpatía encontrará entre los contrarios a las contrarreformas de la derecha, como bien podría afirmar el propio Savater de hace unos años.

 

¿A nadie le suena esta libertad a la madrileña a aquel “Y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí». «Déjame que beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás» del omnipresente y omnímodo Aznar?  Es la misma película, la de siempre; te niego tus más inalienables derechos sexuales y reproductivos por ley, por ejemplo, y me otorgo el derecho al desprecio al paternalismo preventivo de Estado en nombre de una libertad a la embriaguez con las manos en el volante, la misma autoridad, al fin y al cabo, que la de aquella ‘mayoría natural’ de Fraga, entonces en una AP que no votó ni a favor de la Constitución que ahora se apropian, que separaba libertad de libertinaje a conveniencia y sin embargo no se supo jamás separar de su costra nacionalcatólica y moralizante, que ahora encuentra el inesperado apoyo de unos personajes cercanos a la socialdemocracia, o eso nos contaban, que no ven peligro alguno ni en la corrupción del PP, ni en Vox ni en la mayoría natural forever and ever y sí en partidos a la izquierda del PSOE que dentro o fuera del gobierno apoyan políticas plenamente homologables en Europa o que incluso están a la vanguardia en la defensa de los derechos de los ciudadanos en todo el mundo y que, lejos de una retórica revolucionaria para uso interno, y una, a veces, esperpéntica defensa del feminismo, en la práctica ejercen una política socialdemócrata moderada allá donde gobiernan, y muy poquito más.

 

¿No coexistieron durante el Franquismo las corrientes más ‘liberales’ y más propicias al turismo, el bikini y la minifalda, la embriaguez y el libre albedrío (hala, al libre albedrío), con los Monasterio y Espinosa de los Monteros yunqueros de entonces convertidos en guardianes de la moral pública y acaparadores del dinero, también público, cuando lo que realmente importaba a las potencias extranjeras (léase EEUU) no eran las libertades públicas de los ciudadanos sino que existiese una economía de mercado más o menos homologable y mucha lejanía de los peligros del comunismo?

 

Qué horror el nacionalismo, ¿eh?, pero, ¿quién es más nacionalista, el gobierno británico de los tories que sacó al Reino Unido de una institución que se supone que es supranacional y supera los nacionalismos, aunque cojee de representatividad popular, o el gobierno in pectore de Escocia que quiere volver a la UE? Dicho de otra manera, y barriendo para casa, ¿vamos a permitir una vuelta a ese neofranquismo libertario sin los contrapesos necesarios de muchos votantes de los territorios que en la práctica están impidiendo que la hegemonía tardofranquista se haga una realidad o le vamos a dejar el terreno libre porque, precisamente, ancha es Castilla? Los nacionalistas les estorban porque impiden esa hegemonía neofranquista, aunque por otra parte los retroalimenta. Creo que a los de la segunda y la tercera España, y a Europa, en términos prácticos nos interesa la pervivencia de unos nacionalismos que pueden gustar más o menos (ojalá se hunda el postpujolismo de Junts), pero que suponen un contrapeso, porque el centro-izquierda y la izquierda se irán debilitando cada vez más. Un país moderno y avanzado es muy capaz de albergar sin mayor problema un independentismo latente en cualquiera de sus territorios, lo mismo que un país tiene que asimilar la existencia de una extrema derecha. Lo importante son los contrapesos.