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Orgía de mociones

La moción se puso de moda al prosperar la que, en mayo de 2018, en el congreso de los diputados, puso el PSOE contra el presidente Rajoy.

 

La moción de censura es un instrumento parlamentario para retirar la confianza al presidente de un ejecutivo y que, de prosperar, conlleva el cambio de gobierno. Aunque es un mecanismo de uso excepcional, últimamente algunos listos intentan convertirlo en algo “normalizado”, para así llegar al poder sin pasar por las urnas. Esto, aunque sea constitucional, si se abusa de su uso devalúa la calidad democrática de un país.    

 

La moción se puso de moda al prosperar la que, en mayo de 2018, en el congreso de los diputados, puso el PSOE contra el presidente Rajoy y que elevó a Sánchez a los altares monclovitas. Este último, una vez catadas las delicias del poder ejecutivo, alargó su planeo hasta que, en las generales de diciembre de 2019, revalidó la poltrona mediante una  inestable coalición con la extrema izquierda podemita. Pacto que Sánchez, durante la campaña, había descartado por ser algo que le quitaría el sueño. 

 

Sin embargo, ahora, los insomnes somos los demás.  Y es que la pasión por el mando ―la gran debilidad del Conde-Duque de Olivares―, es irresistiblemente adictiva. Por eso, Sánchez parece haberse abonado a las mociones de censura. La semana pasada se embarcó, al alimón con C’s, en una moción en la CA de Murcia; otra en la CA de Castilla y León; y otra en la CA de Madrid (simultáneamente con otra de los “sans-culottes” de Más Madrid). Toda  una sobredosis politiquera estomagante. Una orgía de mociones especialmente inoportuna cuando la pandemia, rondando los 100.000 muertos, está impúdicamente mostrando sus elevados costes económicos y sociales. 

 

El caso murciano, sin entrar en cuál será su resultado, ya está teniendo consecuencias de un alcance que Arrimadas y otros dirigentes de C’s no supieron medir. Aparte de la deslealtad de la autocensura ―que no otra cosa es presentar C’s una moción contra el gobierno del que forma parte―, tal acción ha desencadenado un proceso explosivo. Por un lado, ha llevado a la lozana presidenta de la CA de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, “viendo las barbas de su vecino pelar”, a un movimiento, tan valiente como oportuno, de disolución de la Asamblea madrileña y convocatoria de elecciones autonómicas para el 4 de mayo. De paso, también ha cesado a los consejeros de C’s, incluido el vicepresidente Aguado  quien, durante los dos años de coalición, ha sido una chinita en su zapato. Y, por el otro, ha promovido una deflagración interna en C’s que, me temo, devendrá tanto en la salida de ese partido de muchas de sus figuran más relevantes, como en la desafección de muchos de los pocos votantes que le quedaban.

 

Tras el aval de hoy del TSJM a la convocatoria de elecciones en la CA de Madrid para el 4 de mayo, me sumo a lo que, recientemente, escribía Alfonso Ussía: “Váyanse bajando los calzones y las enaguas los traidores. El oso abandonará el madroño y hará con ellos lo que los osos hacen en semejantes circunstancias. Sí, por detrás”. Y así, colorín colorado, el cuento de C’s se habrá acabado.