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Orgullo mayor, orgullo menor

Este año se celebraba el Orgullo con el objetivo de recordar a “nuestros mayores”, esas personas homosexuales que sufrieron persecuciones, violencia, cárcel y marginación en el pasado reciente.

 

Finalmente hubo y habrá gobierno en Murcia y en Madrid, tras conseguir el PP y Ciudadanos el apoyo de VOX. Esta alianza, que ha sido usada hasta la náusea por la izquierda reaccionaria, ejemplifica la estafa sobredimensionada que ha sido el partido de Abascal, tanto como ese gran ogro de la extrema derecha que venía a quitar derechos a mujeres y homosexuales; o tanto como ese gran guardián de la moral cristiana de occidente por lo que presumían muchos de sus dirigentes. No es que VOX sea un tigre de papel, sino que simplemente es una opción minoritaria dentro de una democracia estructurada y un estado de derecho que funciona. A partir de aquí, todo partido que no obtenga un respaldo mayoritario, por muy ultra que sea, tiene un recorrido legislativo bastante limitado.

 

En estos dos pactos de gobiernos regionales, dentro de las renuncias programáticas del partido ultracatólico que un mes atrás eran innegociables, se encuentra la abdicación a derogar las leyes LGTBI cuyo propósito tan útilmente sirvió al autoproclamado colectivo gay para desplegar su doctrina totalitaria y excluyente durante el último Orgullo en nuestro país, ya fuese en Madrid, Alicante o Barcelona. En este sentido, las élites LGTBI han conseguido igualar en sectarismo, cobardía y totalitarismo a ese feminismo punitivo de izquierda populista que no busca la igualdad del hombre y la mujer, sino la criminalización del hombre por el mero hecho de serlo y la imposición de una dictadura político-cultural que permita a muchas mediocres semianalfabetas seguir viviendo del negocio del feminismo liberticida. Al fin y al cabo uno de los rasgos de la izquierda populista del siglo XXI es la creación de nichos de negocio de identidad de los cuales vivir eternamente, para lo que es necesario tener siempre víctimas a mano que explotar sin escrúpulos, ya sean prefabricadas o juguetes rotos como Juana Rivas.

 

Este año se celebraba el Orgullo con el objetivo de recordar a “nuestros mayores”, esas personas homosexuales que sufrieron persecuciones, violencia, cárcel y marginación en el pasado reciente. Quien se empecina en creer que la homofobia nacional era algo que solo existía durante el franquismo y que con la llegada de la democracia -sobre todo del PSOE al poder en el 82- floreció la tolerancia, o bien miente a sabiendas, o bien demuestra su ignorancia supina sobre la historia. Memoria histórica le llaman algunos sacamantecas universitarios; desmemoria selectiva la llamo yo. Pero la realidad es que ya incluso a principios de los 90´s existen en la hemeroteca programas de RTVE donde salían a la calle a preguntar a los españoles qué harían si les saliese un hijo gay cuyas respuestas son, en su mayoría, espeluznantes. Es innegable que hemos avanzado muchísimo en los últimos 20 años de cara al respeto, tolerancia y aceptación del colectivo homosexual, y gran parte de ese mérito, sobre todo el inicial, no se le puede negar al gobierno de Zapatero y a la defensa que por entonces el PSOE y la izquierda en general hizo sobre el matrimonio y la dignidad de las personas gays.

 

El problema de la historia, y de las víctimas, es cuando se utilizan según apetezca y se oculta gran parte de la realidad. Yo siempre he creído que existe una línea muy delgada sobre la lucha por una causa noble que implique derechos políticos y civiles y el convertirse en un traficante amoral que explota dicha causa, en muchas ocasiones incluso sin haber padecido en primera persona lo que se dice denunciar. No digo que el sufrir en propias carnes una injusticia te haga más capacitado para luchar por ella que no haberla padecido, pero de ahí a que algunos quieran vivir de un victimismo que solo conocen por boca de otros o prejuicios sobreexcitados hay una gran diferencia. En el caso que nos ocupa, solo aquellos que sufrieron y vivieron aquellos años de dictadura y las primeras décadas de democracia saben perfectamente lo que tuvieron que soportar y, por supuesto, a lo que tuvieron que renunciar.

 

Digo esto porque observando ciertos profetas del victimismo LGTBI parece que ahora estamos peor que entonces, cuando todas las libertades y derechos de las que disfrutamos los españoles homosexuales eran impensables para esos mayores que ahora homenajeamos hace apenas 20 años. Estos “mayores” merecen todo nuestro reconocimiento, respeto y dignidad, pero aquellos que hablen de “reparación” deberían disimular un poco su ansiedad de utilizar estas vidas que difícilmente tienen ya alguna “reparación”.

 

Por esto mismo es necesario que no se acepte sin apenas luchar el corralito de poder que quieren imponer ciertos colectivos y partidos respecto a los ciudadanos homosexuales, como si nuestra vida, nuestra lucha y nuestra opción política les perteneciese por derecho. Lo sucedido contra Ciudadanos en las marchas del Orgullo Gay demuestra la podredumbre moral que actualmente nadie mejor que el sanchismo representa y sabe sacar rédito. Pero de entre todas las infamias que tuvimos que presenciar aquellos días, ninguna supera a un ministro del Interior absolutamente superado en sus funciones y cegado por creerse una especie de nuevo héroe gay por encima de toda compostura democrática. Sin ir más lejos, en una entrevista que pasó desapercibida, nuestro héroe Marlaska dijo lo siguiente sobre las terapias para curar la homosexualidad: “Cada uno se puede someterse, si lo hace voluntaria y libremente, a esas terapias, algo que yo dudo mucho que se haga conscientemente porque es la negación de uno mismo. Ya no voy a hablar de legalidad ni de ilegalidad, el trasfondo es de mayor entidad, es la negación de la identidad humana”. Una entrevista donde aseguraba que se podía ser gay y de derechas – como lo era él antes de convertirse al sanchismo-. Claro que esto fue previo a esa manifestación donde justificó con sus palabras la violencia contra los que llevaban años luchando por los derechos LGTBI pero no eran de izquierdas.