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Presos por presupuestos

El bodrio no viene solo. Ha sido acompañado por la aceleración del llamado “acercamiento” al País Vasco de asesinos y otros convictos etarras.

 

Sigilosamente, el pasado viernes, entró en vigor el “nuevo modelo penitenciario vasco” cocinado, en abril, entre Sánchez y Urkullu con Iceta de pinche. Algo enmarcado en ese “estado de atonía, de pasividad y de pasotismo” de la sociedad española, tan cabal y valientemente descrito por el coronel Pedro Baños.  Porque, aunque la transferencia de la gestión penitenciaria fuera una posibilidad incluida en el Estatuto de Autonomía del País  Vasco, no es de recibo materializarla precisamente ahora, como pago de Sánchez por los “favores” parlamentarios de separatistas y nacionalistas vascos. Tal transferencia supone un nuevo paso en el deplorable camino, en el que nos está encajonando el sanchismo, hacia la desmembración de España. La agresión iconoclasta de todo vestigio “español” ya ha comenzado en las instalaciones carcelarias de Basauri, Zabala y Martutene. 

 

El bodrio no viene solo. Ha sido acompañado por la aceleración del llamado “acercamiento” al País Vasco de asesinos y otros convictos etarras, que cumplían condena fuera de ese territorio. Hemos pues de prepararnos para ver cómo, al igual que sucede en Cataluña con los separatistas, se amplían los privilegios penitenciarios en favor de los etarras. Se incrementa así la desigualdad entre españoles, tan característica de los últimos tiempos, y significa otra fuerte bofetada a las víctimas de un terrorismo que causó más de 950 asesinatos, de los que alrededor de 450 quedan por resolver, sin que los etarras o sus valedores cooperen en su aclaración. 

 

Así es la llamada “normalización” de Sánchez quien, para mantenerse en la Moncloa, va desnudando paulatinamente al Estado, cuando está demostrado que la política de cesiones, concesiones y regalos no solo no sacia, sino que estimula la voracidad de los separatistas. Con tal política ¿qué fracturas se están reparando en el País Vasco? ¿O es que acaso los “homenajes” a los etarras ―auténticos elogios a la barbarie―, que se permiten y autorizan con despreciable desparpajo gubernamental, sirven de bálsamo para algo?  

 

Ya en el cuarto trimestre del año, el de la tramitación parlamentaria para la aprobación de los PGE-2022, cabe preguntarse por la indecencia de que, sobre el fondo de la sangre de las víctimas del terror, se intercambien  presos por presupuestos. Que nadie nos engañe, incluyendo a la Iglesia que es fecunda placenta del nacionalismo vasco. Porque hasta el Nuncio y su jefe saben que, en nuestra sociedad aplanada, no está de más recordar que los “metaobjetivos” de nacionalistas y separatistas vascos son inmutables: la independencia de las tres provincias y la anexión de Navarra. Y, fatídicamente, hacia allí, unos y otros nos están llevando. ¿Hasta cuándo?