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PSOE Andalucia, ¡ más madera, es la guerra!

Ni la función ni la funcionalidad del poder político les interesaba a esa generación adanista de Susana Díaz.

 

¡Más madera, es la guerra! La expresión es de Groucho Marx en la deliciosa película “Los hermanos Marx en el oeste” y puede aplicarse con facilidad a la crisis de liderazgo que sufre el PSOE de Andalucía. El sector crítico al susanismo, cada vez más enjundioso, ha manifestado que Díaz debería escorarse a babor o estribor del paquebote de la política andaluza, pero necesariamente a un lado, al objeto de evitar una guerra orgánica. Es severa advertencia que no deja de ser una gnoseología ingenua de algo que seguramente va a suceder, porque pedirle a la ex presidenta que evite una guerra es como instar a un pirómano que actúe de bombero. Susana Díaz no puede interpretar la política si no es desde el cabildeo menudo, la  construcción del conflicto como forma de neutralización del adversario interno, aunque ello proyecte una imagen malquista del PSOE, y todo por decantación  de una mala crianza partidaria basada en livianas meninges, peronismo barato y un culto chusquero a la personalidad.

Manca finezza para demasiada ambición y poco oficio para gestionar un poder que ha de sustanciarse en algo más que estatus social y buen salario. Y, sin embargo, Susana Díaz no se ha creado a sí misma, sino que es el producto de un contexto. Y ese es el verdadero problema del PSOE de Andalucía, la red clientelar que ha consolidado una small oligarchic class (oligarquía) con intereses comunes entre sus miembros incluso cuando están enfrentados orgánicamente ya que  comparten una misma cultura de poder. El poder y el exceso de volatilidad en el constructo político y social han propiciado  el sedimento conceptual de gobierno como un fin suntuoso y no un medio para la implantación de programas políticos basados en modelos ideológicos. Ni la función ni la funcionalidad del poder político les interesaba a esa generación adanista de Susana Díaz que ya desde las Juventudes del PSOE intentaron, y consiguieron la mayoría, hacer de la política su lujoso modus vivendi, desideologizados, con sesgos de transversalidad de secano y poco o nada ilustrados, sin oficio pero sí con beneficio llevan desde casi la adolescencia mordiendo el jugoso maná del poder.

Andalucía necesita, hoy con mayor profundidad y cualidad política si cabe, a un Partido Socialista que implemente constructos de progreso y modernización, de avaloración de sus potenciales económicos basados en la innovación y redistribución de la riqueza, la consolidación del concepto de igualdad y solidaridad como valores morales irrenunciables, el estímulo al estudio y difusión de la riqueza cultural como elemento identitario de primer orden, políticas, en definitiva, capaces, en contra del conservadurismo retardatario, de promover una Andalucía a la cabeza de los territorios más desarrollados  y competitivos. Pero ello requiere de algo más que un cambio nominativo, una permuta  necesaria más allá de lo que pudiera ser para el candidato o candidata un simple cambio de destino. De lo contrario será como ordenar a los fogoneros del convoy que echen con ahínco y fervor toda la madera posible en las calderas, y la única solución es destruir el ferrocarril desmontando los vagones para alimentar al tren que poco a poco va desapareciendo.

Andalucía y el Partido Socialista afrontan el reto de rediseñar su futuro en un momento histórico determinante, en mitad de crisis poliédricas que demandan claras subjetividades y políticas coherentes con lo que debe ser la posición y función del socialismo en la sociedad andaluza, después  de las descabelladas aventuras de Susana Díaz en su asalto a Ferraz. No hay espacio ético ni político para estratagemas ni ocurrencias. En las primarias que cambiaron el curso torcido de lo que iba a ser una contranatural Große Koalition la militancia supo organizarse espontáneamente y hacer valer su voluntad mayoritaria que el tiempo y las actuales circunstancias han demostrado que era el paso necesario que había que dar en aquel momento. Es probable que también sea la solución ahora y que en esta ocasión, además, se aspire a que desde la militancia surja el nuevo liderazgo. Veremos.