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Sánchez dispuesto a que Susana vuelva a presidir la Junta

Es el gran drama del PSOE de Andalucía: si no se va Susana Díaz, puede que se vaya el socialismo meridional.

 

“El problema eres tú, cariño”, le dijo en memorable ocasión Susana Díaz Pacheco al hoy presidente en funciones, Pedro Sánchez, con ese desparpajo de predador camándula que caracteriza a la ex mandamás de la Junta. Después resultó que los muertos que Díaz mataba gozaban de buena salud. El centenario partido de Pablo Iglesias Posse, Indalecio Prieto o Fernando de los Ríos, sufrió la conspiración de los idus de vendémiaire más horteras de la historiografía nacional y que venía a colmar el ápice de ambiciones mediocres apoyadas en aquellos a los que le estorbaba, y le estorba, el socialismo en el Partido Socialista. Las manifestaciones de los hombres y mujeres de Susana Díaz en el transcurso de aquel proceloso coup de forcé, desde “yo soy la máxima autoridad en el partido” de Verónica Pérez hasta la retórica cáustica, insultante y malintencionada de Heredia, son indiciarias de la cultura los modos que se trataron de imponer en un PSOE desideologizado, sin valores permanentes y sujeto al capricho de caudillismo mesiánicos bajo los intereses clientelares orgánicos y la imposibilidad asumida con resignación de que el régimen de poder no admite la posibilidad de políticas de progreso.

 

Lo que Susana Díaz decía de Pedro Sánchez en el momento más álgido de las Primarias del PSOE.

 

Pero por lo visto el problema no era Sánchez, sino ella. Susana Díaz, sin aceptar sus clamorosas derrotas después de las lunáticas y desleales aventuras a las que ha sometido al Partido Socialista, pretendió resistir tomando como rehenes a una Junta que mantuvo paralizada dos años por sus cabildeos mesetarios, a un gobierno mal coordinado, donde sus miembros lo eran más por la fidelidad mesiánica a la lideresa que por el talento para los asuntos públicos y un PSOE-A  convertido en patrimonio de un círculo clientelar, encabezado por Susana Díaz, que estimaba que la democracia interna era una traición a la docilidad que exigen las relaciones de la militancia con la dirección. La permanente lucha por espacios de poder y el abandono de la política como vehículo de creación de modelos ideológicos que configuren espacios sociales acordes con los intereses del sujeto histórico propios del PSOE, es decir, las mayorías sociales y los segmento menos favorecidos de la colectividad, necesitaba una resistencia cada vez mayor y, como consecuencia, una tergiversación más profunda de la posición y función política del PSOE. La iniciativa política no puede consistir en el acoso y derribo de quienes puedan inquietar nuestro usufructo del poder. Son otros los cañamazos de la vida pública que construyen el futuro.

Los andaluces se reconocían en el PSOE, los treinta y seis años de gobierno no han sido una casualidad ni una anécdota histórica, pero no pueden reconocerse en Susana Díaz, en sus intereses personales, en su morbosa ambición de poder, en su soberbia, en su conspiración permanente contra el propio PSOE, en su autoritarismo, en su red clientelar con reparto de canonjías y prebendas o en la carencia de modelo ideológico. Es el rechazo a Susana Díaz, incluso por los mismos votantes del PSOE, por lo que el socialismo andaluz ha perdido influencia y el gobierno de la comunidad. Es el gran drama del PSOE de Andalucía: si no se va Susana Díaz, puede que se vaya el socialismo meridional, no es posible la compatibilidad ya que el susanismo sobrevive a costa de la aniquilación ideológica, material y ética del Partido Socialista.

Y sin embargo, Pedro Sánchez confía en Susana Díaz, al menos eso se desprende de unas declaraciones en las que afirma que Díaz “volverá a ser presidenta” de la Junta y que “le echará una mano.” A continuación ha declarado que Susana Díaz ganó las elecciones pero “no se le reconoció el resultado electoral” (sic) y culpa a la desmovilización de la victoria de la derecha en Andalucía. Lo cierto es que las desmovilizaciones no son fortuitas y el desapego en política siempre tiene una figura responsable. El papel del sanchismo en el sur está siendo muy deslucido por su incapacidad de generar alternativas y nuevos liderazgos ante un susanismo desacreditado y ocupando en exceso un tiempo destinado a pasar.