Sánchez, la dependencia jerárquica y la obediencia debida
Resulta particularmente doloso el dominio que Sánchez ejerce sobre el ministerio fiscal del que se ufana en controlar.
En el post “Del Midas de la boñiga y la margarita deshojada”, publicado el 15 de mayo de 2022, decía que “Sánchez parece el negativo de Midas, rey de Frigia, a quien Dionisos, hijo de Zeus, otorgó el poder de convertir en oro todo lo que tocara. Porque Sánchez, todo lo que toca, lo convierte en boñiga”. Una condición tóxica que, para desgracia de España, aquél está tratando de enquistar en el ámbito judicial al ser éste el único los tres poderes del estado que, todavía, no ha logrado descomponer del todo.
En esas estamos cuando se trata de implementar la infame y deficiente ley llamada de la amnistía, recientemente publicada en el BOE. Una suerte de compraventa de votos: de unos para seguir en el poder y de otros para blanquear sus delitos. Un escenario en el que los fiscales del Tribunal Supremo que actuaron en el juicio contra los golpistas catalanes se niegan a considerar la malversación agravada como delito amnistiable. En el correspondiente rifirrafe, el Fiscal General del Estado, el perruno Álvaro García Ortiz, pretende imponer su criterio, es decir el de Sánchez, para que Puigdemont quede blanco como la leche. Aparece así la figura de la obediencia debida, bien que ésta, como respuesta lógica al principio de dependencia jerárquica, tenga la exclusiva finalidad de garantizar la unidad de actuación de la fiscalía en todo el territorio nacional.
Resulta particularmente doloso el dominio que Sánchez ejerce sobre el ministerio fiscal del que se ufana en controlar ―”¿de quién depende la fiscalía? Pues ya está”―. Eso ha potenciado la maldad de publicar datos reservados de un particular, la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Un caso con tufo delictivo en el que está implicado el Fiscal General del Estado, así como la Fiscal Superior de Madrid, si bien ésta, al parecer, inicialmente expresara su negativa a cumplir la orden. La escena trae a la palestra la relación entre la dependencia jerárquica y la obediencia debida, cuando la orden del superior ―en este caso alguien acusado de “desviación de poder” por el Tribunal Supremo, en sentencia de noviembre de 2023―, parece manifiestamente delictiva o arbitraria. ¿O es que Sánchez y sus boñigas pretendan que, en su caso, solo exista una suerte de “desobediencia debida obligada” solamente para los militares? ¿Acaso persiguen convertir el ministerio fiscal en una especie de pandilla de malhechores?