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Se necesita alcalde o alcaldesa

Del abanico de candidatos posibles para Díaz, el alcalde de Sevilla no es el peor contrincante que podía tocarle.

 

Como indicaba el maestro de periodistas, Pepe Fernández, en estas mismas páginas, la acrobacia política de Juan Espadas aspirando, con el benedícite  de Ferraz, a la secretaría general del PSOE-A y a la presidencia de la Junta, tiene como correlato inherente el reemplazo en la alcaldía sevillana. Espadas llegó a Plaza Nueva como en ocasiones ocurre en la farragosa vida interna de los partidos: para que el lugar no fuera ocupado por otro. El Espadas municipalista fue un invento de Susana Díaz para neutralizar a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis a quién Alfredo Sánchez Monteseirín quería designar su legatario. Por aquel entonces, la todavía secretaria general del socialismo andaluz cortaba la hierba debajo de los pies de quien pensaba podría entorpecer los dictados de una ambición que no tenía límites ni pudor. Juan Espadas cumplía por su parte el rol asignado por la lideresa del Tardón  con  una lealtad que era más que una  virtud cardinal, una necesidad de supervivencia para recoger, en su día, los presuntos frutos cuando el Blitzkrieg susanista hubiera dejado a los camisas viejas del entorno de la ex presidenta espacios políticos sustanciosos.

 

Sin embargo, las cosas no fueron como se esperaban, la ambición necesita también meninges y de las fotos junto a una Díaz exultante pronto se pasó a las fotos cariacontecidas de a-pesar-de-la-derrota-estoy-aquí. Como decía Borges, al destino le gustan las repeticiones, las variantes, las simetrías; años más tardes Gómez de Celis, como hombre del sanchismo y Ferraz, ponen a Espadas para que no esté Susana Díaz, definitivamente la vida política de Espadas se sustancia en estar para que no esté otro u otra.  El aún alcalde de Sevilla es un técnico sin serlo, lo que en la jerigonza interna del Partido Socialista se conoce como un juntero: apegado a los adarves burocráticos del gobierno autónomo, con parcelas muy específicas de actuación, equidistante con lo orgánico; comparado con un ayuntamiento son dos mundos que se miran como exoplanetas y cuya gestión no siempre es intercambiable. Un juntero, por tanto, no es un líder, ni transita cómodamente por los vericuetos del partido. ¿El rechazo que genera Susana en un segmento importante de la militancia y la presunta debilidad de su red clientelar será suficiente, o en la oportuna gradación, para que Espadas gane las primarias? En todo caso, del abanico de candidatos posibles para Díaz, el alcalde de Sevilla no es el peor contrincante que podía tocarle.

 

Y con sede vacante en Plaza Nueva también allí se recrudecerá la lucha por el poder. Hay que advertir que los partidos en cuestión de listas electorales municipales, salvo tres o cuatro nombres que piensan pueden atraer votantes, el resto tiene mucho de relleno de borra al objeto de contentar a sectores locales de la organización. En este contexto, como en todo, hay ocasiones más afortunadas que otras, en el caso hogaño del PSOE es un conjunto manifiestamente mejorable, lo cual supone que la lucha por la alcaldía se dirimirá entre dos personas de la máxima confianza de Juan Espadas. En estos casos el éxito en la elección del sucesor consiste en si se ha considerado un acto político la designación del nuevo alcalde o un mero acto funcionarial de cubrir una plaza vacante, puesto que en uno y otro caso el perfil del futuro primer edil difiere. Si se considera un acto político, que es lo que realmente es, habrá que valorarse una presencia orgánica razonable, cierto liderazgo y, sobre todo, la suficiente solvencia ideológica como para redefinir el modelo de ciudad en claves de progreso, tolerancia y un concepto amplio de modernización para agilizar unos servicios públicos que faciliten un alto nivel de convivencia cívica.

 

Sevilla no es cualquier ciudad, es una urbe compleja, con muchos factores emotivos como alcaloides identitarios que la acercan a Jean Nouvel y su visión poética de urbe, ese entresijo notable del paisaje urbano que un poeta definía como la sensación de que en un jardín o en una plaza pareciera que nos está esperando alguien que nos ama. El ser humano, busca respuestas que enriquezcan el vínculo entre su entorno y su mundo interior. Es más, el fortalecimiento espiritual de ese mundo interior es hoy una necesidad: es la utopía indefectible. De la ciudad se espera una respuesta, porque la ciudad es el lugar de la acción colectiva, del cambio visible, del horizonte próximo.

 

Juan Carlos Cabrera, Antonio Muñoz y quizá alguien más están en las quinielas para convertirse en el primer edil hispalense y gestionar esa complejidad. Cabrera tiene la ventaja de que conoce bien el ayuntamiento y el partido y está bien considerado por las distintas sensibilidades cívico-religiosas de la sociedad sevillana sin menoscabo de su visión progresista y modernizadora de la ciudad. Estas cosas son relevantes porque el nuevo alcalde o alcaldesa tendrá el compromiso de ganar las próximas elecciones municipales.