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Susana Díaz quiere liderar el ‘sanchismo’ en Andalucía

Mario Jimenez, uno de los creadores intelectuales del susanismo y, por tanto, sin espacio político en esta nueva etapa del partido.

 

En una memorable viñeta del recordado Chumy Chúmez, un estirado caballero con levita y sombrero de copa,  como solía representar el humorista gráfico a los poderosos, se dirige a las masas desde un estrado, conminándolas: “nosotros o el caos” y cuando la muchedumbre grita: “el caos, el caos”, les responde: “es igual, el caos también somos nosotros.” Chumy Chúmez pergeñó en la incisiva viñeta un daguerrotipo certero de lo queda de la política, si es que queda algo, cuando el protagonismo en la vida pública se incardina al interés personal y cuyo corolario es un desahucio de la médula ideológica, sin la cual la política democrática se torna leucémica, sin defensas, expuestas a todas las infecciones de las ambiciones nominales. El medro, el cabildeo, el clientelismo, son los trebajos del político desideologizado para colmar sus expectativas ególatras de estatus social y material, muy singularmente, si extramuros de la vida pública no tiene alféizar donde apoyarse. Es por ello, que la política se convierte  en el don de la oportunidad, en el arte de desplegar las velas al barlovento de cada ocasión.

Susana Díaz Pacheco, después de comprobar que los muertos que ella mató gozan de buena salud, ha decidido abandonar el susanismo y apuntarse al caos, en la certera metáfora de Chúmez. La plástica expresión de esta caída del caballo camino de un desasistido ya Damasco de resistencia maquis, es el sacrificio de su más querido espolique, Mario Jiménez. El protagonismo del onubense en aquella lamentable gestora, su casus belli contra el sanchismo con convicción irreversible, lo sitúan como uno de los creadores intelectuales del susanismo y, por tanto, sin espacio político en esta nueva etapa del partido. Susana Díaz, a partir de ahí, se encargará de ir solapando a los más irredentos susanistas, para encargarse de organizar el sanchismo en Andalucía rescatando a destacados afines al presidente del Gobierno para su ejecutiva o responsabilidades orgánicas. Ese aparente vacío de liderazgo del sanchismo quien mejor que ella para llenarlo, sin la carga de los susanistas que la rodeaban.

Si Carlos Marx afirmaba no ser marxista y Alfonso Guerra presumía de no ser guerrista, qué novedad puede haber en que Susana Díaz no sea susanista y todo sea obra de los consejeros lisonjeros de los que decía Maquiavelo que era peligroso confiar. Los líderes de la política sin ideología ni valores, donde la pretensión última es el dominium rerumpersonal, suelen exigir a los agnados, cognados, afines y parásitos una fidelidad ciega mientras ellos suelen sacrificarlos si cualquier situación es susceptible de poner en peligro su modus vivendi, que de eso se trata, de conservar los espacios de influencia y poder que faciliten una vida acomodada que en la sociedad civil no conseguirían. En realidad, es el drama de El príncipe idiotade  Dostoievski, en el sentido de que si la teoría no se corrompe jamás, la praxis sí puede corromperse con sus frecuentes contradicciones, dejaciones y desviaciones. También nos dice la teoría que la ideología y los valores no tienen nunca alternativas honorables.