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Todos por la tapia

A día de hoy el horizonte de expectativas que se nos presenta no nos hace ser muy optimistas.

 

En estos momentos en los que la plenitud física y mental hace tiempo que no  se me presuponen, no dejo de preguntarme, como lo vengo haciendo desde que tengo uso de razón, en qué lugar de la escala jerárquica me encuentro. Realmente me importa tanto como el cambio climático, la caza sostenible o el abandono de los entornos urbanos del cernícalo vulgar o el cernícalo primilla,  según el dorso esté más o menos densamente moteado,  pero, he de reconocer, que la disputa por el posible ascenso en la escala social no ha estado ausente de mis anhelos menos confesables. Me pregunto, angustiado a veces, qué legado genealógico dejaré a mis descendientes, pues mis ancestros, desprotegidos del patronazgo de la nobleza terrateniente, abandonaron el confort que les proporcionaba el ser jornaleros en los   campos del “Conde”  y pasaron a engrosar la lista de explotables y exportables semovientes al servicio de esa nueva burguesía adinerada e inmisericorde, todo en pos del progreso, como no podía ser de otra manera.

Faltos de representación y expectativas apenas alcanzaron a prestar su escuálida semblanza para contribuir, dejando la vida en ello, a solventar las disputas entre explotadores y explotados. “Todo por la Patria” o mejor “Todos por la Tapia”.

No resultará difícil hacer una lectura cruzada del carácter ideológico y social de estas afirmaciones, y determinar con acierto, el espectro político, social y cultural en el que están inscritas. Y es que, a día de hoy el horizonte de expectativas que se nos presenta no nos hace ser muy optimistas. Los ideólogos de la “teoría social” con sus estudios predictivos, ingenieros de lo mundano saben, sin tener que recurrir a la IA,  que las series de acontecimientos y circunstancias se suceden unas a otras de forma periódica, armónica e ineludible.

Siguiendo las teorías de los partidarios del “caos”, oscuras e inciertas son las expectativas que se proyectan para el comando galapagar y sus adláteres, y es que, muy a su pesar, estos insurrectos aparecieron mostrando o simulando cualidades propias de   los objetos semióforos; visibles y predictores de un significado concreto, que nos remiten al futuro señalando, indicando futuros comportamientos de consecuencias irremediables e irreversibles. Comprendo que es una forma retorcida de decir aquello de “se les veía venir”, pero la edad es lo que tiene.

La jauría, encabezada por los vicemarqueses de galapagar y compuesta por ejemplares de diverso pelaje, ha ido perdiendo efectivos, la mayoría desnaturalizados por el macho y la macha dominantes, otros, dando media vuelta y avanzando hacia la retaguardia.  Y ahora, muchos de ellos acogidos en el furgón de cola donde son asistidos por la ONG de sonrisa impostada y ademanes bobalicones.

Parece evidente que el horizonte de destrucción que auguran los ingenieros sociales, partidarios de las teorías del caos,  a esta pléyade de indocumentados, adquirirá dimensiones bíblicas, a la destrucción seguirá un gran incendio, luego las lluvias torrenciales acabaran por borrar las huellas de su paso por la Puerta del sol y, finalmente, del arca de Noé, en forma de barquito sumador, renacerán retoños y, con el paso del tiempo reverdecerán las rojas y moradas estelas que nos acojonaran con sus estupideces y veleidades, confirmado lo periódico y armónico de los ciclos sociales.

Aprovecho estas líneas para trasladar mi más sentido pésame a la familia, amigos y compañeros del Policía Nacional fallecido en Andujar. Y, aunque Marlasca y compañía te ignoren, desde este momento serán muchos los minutos de silencio que te dedicaré.

¡Viva España!. Compañero Juan José, te llevamos en el corazón