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Transición 2.0 (21), por un Proceso Constituyente

Después de cuarenta y cinco años, es necesario avanzar hacia otro modelo, abriendo un Proceso Constituyente.

 

Mucho se ha escrito sobre la Transición; también sobre las elecciones del 15 de Junio de 1977 y el referéndum de 1976, con el que comienza todo tras la muerte del dictador. Se dice de la Transición que fue el proceso que llevó a España desde la dictadura a la democracia, con ella quedaba atrás un régimen sin derechos y represión de las libertades. Comenzaba un modelo de Estado social y Democrático de Derecho, con el mercado como expresión de lo económico. Pero ni todo fue como nos decían que era ni mucho menos como ahora algunos pretenden que fuera. Después de cuarenta y cinco años, es necesario avanzar hacia otro modelo, abriendo un Proceso Constituyente.

 

Con la llamada Transición se pasaba de la dictadura del general Franco −que duró treinta y seis años−, a la monarquía de Juan Carlos, capitán general de los ejércitos, que sigue vigente. Desde el derrocamiento de la República, los españoles no hemos dejado de estar gobernados por militares. Demos tiempo al tiempo, pero mucho me temo que todo seguirá siendo igual si no se abre un Proceso Constituyente, que legitime un nuevo modelo de Estado para la convivencia del futuro; libre de ataduras y controlado por la ciudadanía crítica, responsable y participativa.

 

Fui testigo, y de alguna forma protagonista (fui candidato a diputado en las primeras elecciones) de la Transición que comenzaba. No puedo arrepentirme de lo que hice convencido, pero visto en perspectiva histórica y con lo visto y aprendido, soy crítico con los resultados de todo aquello. En su forma fue un pacto desde el franquismo hacia la democracia, aunque no todos los que participaron fueran demócratas. La oposición al régimen no pidió que se dirimieran responsabilidades por los crímenes cometidos, por los derechos pisoteados durante la dictadura, ni por el origen del régimen que terminaba; y no hablamos de la guerra, sino de la represión y muertes producidas durante la dictadura. Los responsables y autores, asesinos, siguieron en la calle formando parte del tejido social. Sobre esos rescoldos se fundó la democracia.

 

En 1975 murió Franco y supuestamente quedaba atrás un régimen sin derechos, de represión de las libertades y de persecución de todo cuanto no fuese fidelidad a lo que llamaban principios del movimiento nacional, jurados por el entonces príncipe de España Juan Carlos de Borbón −heredero de Franco a título de rey−. El régimen dictador se estableció, después de un golpe de Estado contra la democracia, una guerra y una rígida dictadura que duró hasta 1978; después la estructura de poder quedó intacta y nunca se produjo una auténtica ruptura. La llamada oposición democrática que pedía ruptura, se conformó con la reforma; y quienes querían reforma, retornaron a sus cavernas. La policía, los jueces y militares, pilares de la represión, continuaron en sus puestos. Viendo aquellos acontecimientos, lejanos ya en la memoria, llego a pensar que los miembros de la oposición al régimen, fueron tan solo invitados en el proceso; y los propios franquistas, quienes diseñaron el cambio, para que poco o nada cambiara. Los ciudadanos fuimos espectadores de una película en blanco y negro sin subtítulos.

 

En el proceso hacia la democracia la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, estuvo cerca. Podríamos afirmar que la Transición se diseñó en un despacho desde Langley, dice Alfredo Grimaldos en su libro Claves de la Transición 1973-1986 para adultos. El franquismo no es una dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder específica que integra a la nueva monarquía. Fueron los propios franquistas quienes diseñan el cambio, repartiéndose los papeles en la obra que ellos mismos dirigen. Hoy conocemos que Juan Carlos, se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España.

 

Las elecciones generales del 15J, fueron democráticas en cuanto que se desarrollaron en un nuevo clima, tras el referéndum del 15 de diciembre de 1976, en el que se preguntaba: ¿Aprueba el Proyecto de Ley para la Reforma Política?. El 94,17% de los votantes (del 77,8% de los votos contabilizados) dijo sí. El censo estaba constituido por 22.644.290 de electores. (Votantes: 17.599.562. A favor: 16.573.180. En contra 450.102. En blanco: 523.457. Nulos: 52.823).

 

La Transición fue una ley de punto final. No solo impidió juzgar y castigar a los culpables, autores y defensores de la dictadura y su represión, sino que hoy sigue impidiendo investigar los casos de los miles de desaparecidos y enterrados en las cunetas de nuestros caminos y carreteras. La Transición puso como jefe de Estado a un rey, que durante veinte años apoyó voluntariamente a Franco que lo nombró como sucesor; que nunca renegó del juramento a los principios generales del movimiento, ni denunciado las penas de muerte que su protector firmó hasta el final de sus días. Fue una reforma sin ruptura, construida sobre el poder franquista intacto. Hubo un gran debate en las alturas sobre ruptura o reforma, pero al final, quienes defendían la ruptura reformaron y los reformistas retornaron al lugar de donde venían.

 

Ya conocemos que Adolfo Suárez, no convocó un referéndum sobre Monarquía o República por miedo a que perdiera la monarquía, como vaticinaban los sondeos confidenciales realizados por el Gobierno. «Haciamos encuestas y perdíamos». Suárez reconoce las presiones internacionales que recibió para realizar un referéndum sobre la Corona. La solución torticera que dio Suárez, fue colar la palabra Rey en la Ley para la Reforma Política y así demostró que había sido sometido a referéndum.

 

Decir que durante este tiempo nada ha cambiado, sería cuanto menos incierto. La foto fija de la época, muestra una sociedad empobrecida y triste, en donde la miseria era lo normal entre la población que no estuviera cerca del poder. Todo quedó atado y bien atado y hoy sufrimos las consecuencias de aquel consenso que no puede durar eternamente. La falta de transparencia, la opacidad, la supuesta fortuna oculta de la monarquía, las presiones internacionales o quizás por todo, muestran que el régimen ha muerto, salvo para quienes viven de él.

 

El resultado de las elecciones del 15J fue ilustrativo de lo que sucedía. Lo que no habían previsto los diseñadores del proceso, lo corrigió la ley D’hondt. Se presentaron más de ochenta partidos o agrupaciones electorales. Hubo un 21,17% de abstención y consiguieron escaño doce candidaturas. Ganó Adolfo Suárez, como heredero del régimen, con su UCD (6.310.691 votos y 166 escaños), seguido por el PSOE (5.371.866 y 118 escaños). El PCE, con Santiago Carrillo, consiguió ser la tercera fuerza política (1.709.890 y 19 diputados), seguido por el AP de Fraga (1.504771 y 16 escaños). Daba comienzo la etapa democrática y sin anunciarlo unas Cortes constituyentes.

 

En 1978 nos metieron el miedo en el cuerpo, con los fantasmas de la involución, doblegando nuestras ansias de libertad: Si no votas la Constitución que proponemos, volverán a sacar los tanques a la calle y darán un golpe de Estado; lo dieron cinco años después. La mayoría, formándonos como ciudadanos, dejando de ser súbditos, votamos sí. Se nos coló la monarquía de rondón, que es lo que pretendían. Hoy, cuando algunos pedimos que se abra un Proceso Constituyente, tras tantos años de supuesta estabilidad, se nos reprocha: ¿si no queríais la monarquía, por qué la votasteis en 1978?; la pescadilla manipuladora que pretenden que nos mordamos la cola.

 

En mi memoria la cita solemne del actual rey jefe del Estado: «En una España unida y diversa cabemos todos». Y no es así. Mientras la pronunciaba, la policía del régimen, ejercía la represión contra los derechos fundamentales de libertad de expresión y manifestación y contra quienes, legítimamente, reclamaban, de forma pacífica, una Republica. Los republicanos no cabemos ni todos somos iguales. El primer acto público de los reyes, fue recibir a las asociaciones de víctimas del terrorismo y ahora lo han repetido en Vitoria, olvidando a las víctimas del franquismo, que piden justicia, reparación, reconocimiento, respeto y la consideración de las instituciones.

 

El régimen que trajo la Transición ha fracasado. La Constitución está obsoleta y no resuelve ninguno de los problemas históricos de España. La mayoría social está dando la espalda a la clase política a las instituciones y a la Constitución, porque sus principios y valores se quedan en meras declaraciones sin contenido; sus preceptos no se cumplen o se interpretan de forma restrictiva, limitando derechos fundamentales, eliminando los sociales y entorpeciendo el ejercicio de las libertades públicas.

 

Es hora del establecimiento de un verdadero Estado social y democrático de Derecho», que propugne como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (del artículo 1.1 CE). Un nuevo modelo más democrático y participativo, en el que la igualdad y la justicia social sean sus principales baluartes. Defiendo el derecho a decidir, por lo que hay que introducir los mecanismos que permitan realizar consultas sobre asuntos de especial trascendencia.

 

La República es el mejor sistema político. Una República inspirada en los principios republicanos de igualdad ante la ley, laico, que va más allá de la separación entre la iglesia y el Estado, y la elección y movilidad de todos los cargos públicos, incluido el jefe del Estado, con ciudadanos críticos y responsables, que no se conformen con ir a votar cada cuatro años, que no vayan a remolque de lo que se les ofrece, si no que reclamen su papel soberano en una verdadera democracia participativa.

 

No proceden nuevos pactos de Estado, ni consensos sagrados que nos lleven a otras transiciones, para el mantenimiento de privilegios y prebendas.. Con aquellos mimbres estamos inmersos en este cesto. Todo debe pasar por un Proceso Constituyente, que establezca un nuevo modelo, con la máxima participación social y control ciudadano. Hay que resetear el Sistema