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Tras 18 días de guerra

Se abre definitivamente la puerta a un programa de ataque a los convoyes de armamento que, desde Europa y EE UU, están  alimentando el esfuerzo de guerra (o de defensa) ucraniano.

 

En el día D+17 de la invasión de Ucrania por las tropas rusas, un observador poco avisado ―y éstos están proliferando como hongos―, diría que tal invasión se ha estancado. Y pienso que no hay tal. 

Resumiendo, el día D (24 de febrero de 2022), tras lograrse, en pocas horas, el cegamiento de los sistemas de mando, control y comunicaciones ucranianos así como la superioridad aérea, las fuerzas terrestres rusas invadieron Ucrania. En solo 18 días, han cercado Kiev y “limpiado” sus alrededores; igualmente lo han hecho en Jarkov (segunda ciudad del país), bien que ambas ciudades continúen siendo bravamente defendidas por fuerzas regulares y milicianos. Los rusos, irrumpiendo desde Crimea, se apoderaron de Jersón y, consecuentemente, cerraron el acceso a la navegación fluvial del Dniéper desde el mar Negro. Las mismas fuerzas progresaron hasta Mykolaiv  donde se está combatiendo ahora mismo, y cuya caída facilitaría el acceso a Odesa. Asimismo, alcanzaron el codo del Dniéper (Zaporiyia) y, progresaron también a lo largo del litoral Norte del mar de Azov. Cercaron Mariupol y prácticamente enlazaron con el Donbás (pro-ruso). Este mar es ya, “de facto”, un lago “interior” ruso. Queda así prácticamente expedita (a falta de la remoción del “obstáculo” de Mariupol) una amplia ruta logística en la ribera norte del Azov, entre Rostov del Don (Rusia) y Jersón negando, además, en todo ese largo espacio, el acceso de Ucrania al mar. 

Últimamente, cuando algunos pensaban que, en lo anteriormente descrito, se resumía y consumía el poder militar ruso en presencia, éste ha comenzado también a hostigar la retaguardia ucraniana.  Con los  ataques aire-tierra sobre Lutsk e Ivano-Frankovsk, de hace un par de días, el Estado Mayor General ruso mostró su capacidad para atacar cualquier objetivo en territorio ucraniano. Algo que, la pasada madrugada, ha sido refrendado ampliamente con el bombardeo en Yavoriv (a solo una veintena de kilómetros de la frontera polaca) de instalaciones militares, que se estarían utilizando como zona de recepción de armamentos de terceros países, así como de instrucción de militares y adiestramiento de  unidades ucranianos a cargo de instructores extranjeros. Se podrían calcular en 200, al menos, las bajas (muertos y heridos). 

Se abre así, definitivamente, la puerta a un programa de ataque a los convoyes de armamento y municiones que, desde el resto de Europa y EE UU, están  alimentando directamente el esfuerzo de guerra (o de defensa) ucraniano. Tales arsenales móviles, una vez dentro del teatro de operaciones, pasarían a ser, por tanto, objetivos militares rusos. Y, como tales, elegibles para ser atacados y destruidos.

En definitiva, no parece que la potencia operativa rusa se haya agotado. Algunos incluso pontifican que las operaciones ofensivas rusas no se han desarrollado con la rapidez planeada por Putin, adivinando así, osadamente, lo imaginado por el iluminado del Kremlin. Uno diría que se confunden deseos con realidades. Porque no es lo mismo desarrollar operaciones ofensivas de fuerzas ligeras (paracaidistas, por ejemplo), que son esencialmente rápidas, precisas y de alcance limitado, que las de un Grupo de Ejércitos elefantiásico rompiendo simultáneamente por tres zonas separadas entre si por cientos (o miles) de kilómetros, y con el consiguiente, colosal y pesado esfuerzo de apoyo logístico. 

En definitiva, pienso que las operaciones van, al menos de momento, por sus pasos. Tampoco descartaría que, simultáneamente se estén produciendo negociaciones “bajo cuerda”, para intentar un alto un fuego que pare tanta locura.