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Un pez pequeño en un estanque muy grande

Ese es Pedro Sánchez. Para desgracia de todos los españoles, y de sus votantes en particular. Nadie puede admitir sorpresa por el rumbo que han tomado los acontecimientos.

 

Las razones no hay que buscarlas en las malas decisiones que haya tomado el Ejecutivo socialista -que las ha tomado, y muchas- sino en la naturaleza misma de su Gobierno. Ahora todo amenaza con estallar por los aires, y nuestra clase política, muy lejos de la altura de miras que se les presupone a los grandes estadistas.

Sólo busca crucificar culpables y señalar con el dedo, subiéndose al carro de un lenguaje sectario y beligerante que, para los buenos conocedores de la Historia de España, no es un secreto hacia dónde nos conduce.

Pedro Sánchez ha demostrado ser un individuo arribista y ambicioso

Representando una de las peores versiones del aventurero político advenedizo, más preocupado por figurar y por ‘pasar a la Historia’ que por formular juicios reposados, prudentes y cautos, que son los que sin lugar a dudas inmortalizan las figuras de los auténticos líderes de las naciones y de los pueblos.

Desde el mismo momento en que se avino a pactar con los Golpistas, con los Comunistas y con los que hasta hace dos días estaban pegando tiros en la nuca a gente inocente, en definitiva, con los radicales anti-sistema y anti-constitución, su suerte estaba echada y su legitimidad, si es que en algún momento la tuvo, envenenada, distorsionada y traicionada.

El PSOE, en un error histórico que puede acabar con él

Cometió la equivocación de elevar a semejante individuo hasta las responsabilidades que hoy, sin consulta electoral alguna, ostenta ante la estupefacción de quienes se tragaron la golosina aquella, de que todo iba dirigido a convocar Elecciones Generales cuanto antes. 

Ni el CIS manipulado de Tezanos les quita el sudor frío que les recorre la espalda a los socialistas ante la catástrofe inminente que los más sinceros saben que se les viene encima.

Precio a pagar por el entreguismo a los Independentistas, por el blanqueo de la banda terrorista ETA (que además asesinó a miembros del mismo PSOE), por el deslizamiento hacia el populismo introduciéndose cada vez más en las fauces de PODEMOS.

Por el gobierno, por medio de Decreto Ley y la apuesta sin límites por las políticas de ‘Discriminación Positiva’ hacia sus colectivos subvencionados y sus caladeros de votos seguros.

 

Pero, sobre todo, por haber tenido la ingenuidad o la mala fe, según quien opine.  De haber tratado de negociar, de igual a igual, con quien se ha saltado la Ley y con quien, lejos se arrepentirse, afirma a bombo y platillo que se la piensa volver a saltar. 

No se trata de una cuestión de ideología.

Se trata de que no puede ponerse la gobernabilidad del país en manos de quienes quieren destruir este país. Se trata de que no se puede sentar en una misma mesa de negociación a alguien que, nos guste o no, es el representante de todos los españoles, junto con quien ha destilado odio y racismo a más no poder sobre esos representados.

No puede enviarse a un vicepresidente de facto a negociar nada menos que los Presupuestos Generales del Estado con un delincuente que está en la cárcel a la espera de un Juicio por Rebelión y Sedición. Y no hay más.

En la misma línea que José Luis Rodríguez Zapatero

Sánchez y los suyos han dejado España más dividida, más enfrentada y más radicalizada de lo que ya estaba. Ahora el PP y los suyos salen a la calle, tratando de hacernos creer a todos que son los limpios e invictos salvadores de una Patria en la que ni ellos mismos se reconocen.

Pero hay que recordarles que la culpa de que Sánchez esté en el gobierno es en exclusiva de ellos. Porque fue la Corrupción de la Trama Gürtel la que obligó a que el Gobierno de Rajoy tuviera que salir echando leches de la Moncloa por una cuestión de decencia democrática, hubiere Moción de Censura o no.

Y que fue Rajoy, junto con su Ejecutivo, el que se negó a convocar unas Elecciones Generales más necesarias que nunca por la única y sencilla razón de que su partido le importó más que su país. Así que si contamos las culpas de la desastrosa situación política y social que España vive en estos momentos, contémoslas todas.

Y señalemos a todos.

No sea que tengamos que olvidar ahora que el PP en su momento también empleó mediadores, y que se resistió por cálculo político a poner fin al problema del Independentismo en Cataluña cuando todavía era posible una salida hasta que no tuvo más remedio que actuar, de forma débil y errática.

Ahora somos los españoles los que tenemos que recoger los cristales rotos.

En el convencimiento de que estamos en manos de un gobierno que no puede ni sabe gobernar, que no tiene ya la más mínima credibilidad, y que se colapsa a pasos agigantados ante la ceguera de su líder, que se niega a representar el papel burdo y breve que le ha tocado en esta tragicomedia, enmendado la veracidad de su «Manual de resistencia» cargado de autobombo, proselitismo y propaganda de quien sabe que tiene los días contados.