Un zulo en Coria
Víspera de fiestas grandes, con niñico y con portal, con padre y madre y una mula con un buey que sustituyen a Endesa.
Coria del Río, que está a 10 kilómetros de mi pueblo de vecindad civil a orillas de Guadalquivir, ve pasar hacia Triana los barcos que vienen desde La Habana tal cual canta Carlos Cano, ya para la eternidad en el reino de los cielos donde van los capitanes de los barcos que vienen hasta Sevilla, también desde las Antillas. Coria tiene una barca, más bien gabarra, para pasar coches, mulas y personal con cerebelos humanos a la otra banda del Río, a los arrozales de la Isla Mayor, famosa por un peliculero que algo de droga contó y que declara hace poco en un diario de aquí que desde luego es ateo, pero creyente de bien en, también, Sor Angela de la Cruz.
Víspera de fiestas grandes, con niñico y con portal, con padre y madre y una mula con un buey que sustituyen a Endesa y los productos de fuel, que aprovecharon los civiles que vigilan el Gran Río, padre regante de la Baja Andalucía, para apañar en un parcela en Coria, un zulo que escondía tres contenedores, tres, de metal y bien cerrados, en subsuelo colocados, bien tapados, con 7.000 kilos de coca de pureza sin igual, y custodiadas por tres gachones del arpa, con armas de guerra dura, vigilando la tostá. Hay que ir por los colmaos, a los bares de aquí al lao, a los talleres de chapa, y a las manicuras que bien camelan las uñas con pintura americana comprás en Rota, aquí junto, a la vera de Sanlúcar, donde dicen que el de pelo anaranjao y mala leche cebao, se va a venir a vivir si huele el desaguisado, para entender lo que oculta el tráfico marinero que viene, desde Sanlúcar con la marea, a rezar al Gran Poder y besar la Macarena.