The news is by your side.

Una carbonera versión sobre el Algarrobico (I)

Esta es la historia que rodea la construcción de un hotel en la playa de El Algarrobico, una visión contada desde Carboneras.

 

Hablar del hotel del Algarrobico, a estas alturas de la película, requiere hacer uso de no pocas dotes de imaginación a tenor de todo lo dicho y escrito en incontables artículos, reportajes, libros y más recientemente hasta una monografía completa sobre el caso. Esta cuestión, con el paso de los años, ha generado una suerte de trama palomitera al puro estilo Netflix que ha dado lugar a una serie pincelada de no pocas connotaciones sociales, políticas y económicas a las que además, y por no aburrirnos, habría que sumar un colosal rosario de pronunciamientos judiciales que han visto el mundo en estas dos décadas que llevamos de historieta, y en el que su seguimiento cronológico lo han convertido en un verdadero sindiós del que hemos sido testigos el conjunto de la sociedad nacional e internacional con no poca indignación, vergüenza y fatiga.

Por empezar desde un principio, la historia de nuestro malogrado hotel no es más que la simple continuación del modus vivendi nacional ligado a la especulación urbanística, que tanto amorío tuvo por el fomento del turismo. El hoy convertido en símbolo urbanístico de la destrucción de nuestras costas y ejemplo del canibalismo especulativo del litoral, no ha hecho de esta una historia merecedora ni por casualidad de un mínimo de imaginación alguna. Lo que aquí pretendió hacerse pasa por una chusca versión de copia y pega del modelo económico que hizo del pelotazo urbanístico la mejor forma de buscarse buenamente el pan. Dinero y ladrillo que ya formara un todo y fueran juntos de la mano desde principios de los 50, donde visionarias mentes de príncipes, empresarios y ministros de Franco tuvieron como objetivo la promoción de la Costa del Sol, en cuyo epicentro cementizador se situó un pequeño pueblo con mucho monte, mucha mar, mucha jet set y ahora mucha mafia. Que estos señores se ganaran unas cuantas peseticas por el camino no es más que fruto del emprendimiento pues, al fin y al cabo, soñar solo ha sido gratis para quienes no han tenido nunca un duro.

 

La batalla de Áqaba

Situado en una bellísima y retirada playa al sur del municipio, el hotel agarra sus cimientos en el mismo lugar escogido en 1962 por David Lean para recrear la Batalla de Áqaba, en el que un Peter O´Toole dejó para la historia del cine una maravillosa interpretación de Lawrence de Arabia. Su levantamiento, a comienzos de 2003, se convirtió en la punta de lanza de todo cuanto allí, promotor y Ayuntamiento, soñaron con hacer algún día; un complejo turístico al más estilo Gil que, a falta de chispa y creatividad, sería al menos memorable por una ambiciosa y desmedida grandiosidad, que no vaciló en ningún momento al querer sembrar en aquella apartada y despoblada zona, miles de viviendas, campo de golf y media docena de hoteles más. El proyecto podría definirse perfectamente como un sincero ejercicio de onanismo urbanístico, muy extendido recuérdese entre nuestras élites política y empresarial. Carboneras no iba a ser menos en sumarse a la fiebre del ladrillo y, pese a que el municipio debía su desarrollo y actividad económica principalmente a la industria, este proyecto la pondría de nuevo en el mapa, dando solución a las tan ansiadas esperanzas de tener una oferta turística como la que otros municipios vecinos llevaban disfrutando desde hace años. El hotel supuso por tanto el pistoletazo de salida de aquel anhelo de turismo de masas, y en ello que las autoridades se arrojaron a los brazos de una obra que, ladrillo a ladrillo, levantó un hotel cuyas dimensiones, por número de plantas y habitaciones, no encontraba -ni encuentra- rival en toda la provincia de Almería. 

Empezadas las obras en mayo de 2003, desde su inicio y hasta el presente, los grupos ecologistas señalaron dos cuestiones como eje principal de oposición y que, al cabo de los años, se han visto plenamente confirmados por el Tribunal Supremo y Audiencia Nacional. Primero, que el hotel incumplía flagrantemente la servidumbre de protección marítima de 100 metros que establecía la Ley de Costas de 1988 y segundo, que se estaba construyendo en una parcela cuya zonificación la situaba como C-1, donde las normas de protección medioambiental del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar prohibían todo tipo de construcción. La denuncia, que no dejaba indiferente a nadie, fue hecha pública y puesta en conocimiento de las administraciones implicadas que, en contra de todo pronóstico y de lo que pudiera haberse esperado, no movieron un solo dedo en contra de la construcción. Ni a las delegaciones de las consejerías de medioambiente u obras públicas en Almería, ni ninguna de las consejerías de la Junta en Sevilla, como tampoco al máximo responsable del gobierno autonómico pareció interesarles lo más mínimo el tema. Más bien al contrario, desde la Consejería de Medioambiente un portavoz oficial en aquellos días iba lanzando un visionario mensaje que les perseguiría durante mucho tiempo: “El hotel puede ser feo, pero es legal”. Años después darían un premio a la titular de esta misma consejería por sus reaños en la defensa del medio natural frente al hotel. 

 

Todos apoyaron el hotel

Para hacer este sueño posible, el hotel contó con el férreo respaldo de Ayuntamiento, Junta de Andalucía y Ministerio de Medioambiente, dándosele a la construcción una suerte de bendición urbi et orbe con todo un conglomerado de papeleo administrativo y que, para mayor gloria, incluía una subvención a cargo del presupuesto europeo que sumaba casi tres millones de euros para hacer frente a la inversión. Curiosamente, y por dejar constancia del chascarrillo, los responsables de estas tres administraciones serían posteriormente condenados por prevaricación y malversación, si bien no por este asunto. Todos a una, el objetivo era dar prosperidad a un pequeño pueblo de Almería que no contaba ni con 7.000 habitantes por aquella época. Nadie, absolutamente nadie, se atrevió a dar la espalda a un proyecto hasta que en 2006 un juzgado de Almería ordenó paralizar las obras viendo que la cartografía del Parque Natural prohibía cualquier tipo de construcción en esa zona. Dos años más tarde se vería, en el colmo de la desvergüenza, que dicha cartografía había sido burda e ilegalmente modificada a mano alzada, sin expediente alguno, en un despacho de la Junta. Por increíble que pueda esto parecer, la génesis del hotel tiene su base en este hecho. Ni qué decir tiene que nadie fue llevado ante la Justicia por esta patada a la legalidad. 

Dar más explicaciones y detenerse en las muchas sentencias que hay sobre el Algarrobico supondría perderse en su eterno laberinto judicial. A fecha actual, el horizonte que se vislumbra sobre el hotel resulta tanto más preocupante como incierto, estando pendiente el cumplimiento de dos sentencias que obligan al Ayuntamiento a modificar el planeamiento urbanístico local y a revisar la licencia, lo que ha llevado hasta en dos ocasiones al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía a apercibir personalmente al alcalde por su nula colaboración a la hora de dar justo cumplimiento a estas sentencias. Que la sombra de una indemnización a la promotora se los haya puesto a más de alguno por corbata, a cuentas del nombramiento de perito judicial el pasado diciembre por parte del TSJA, puede que sea la razón de tal parálisis administrativa, por mucho que se lancen mensajes de plena colaboración con la justicia. Porque esta es la realidad a la que se enfrenta mi pueblo. Imagínense el cuajo que sería explicar que ahora, tras una numantina defensa del hotel de decenas de miles de euros públicos en bufetes de abogados de primer orden, le toque al pueblo pagar algún que otro millón al constructor. Pretender hacer pública y general una responsabilidad que tiene concretos nombres y apellidos sería la guinda de este culebrón. 

Hasta la fecha nadie ha venido a este bendito pueblo con el sambenito puesto, si quiera por arrastrar nuestro buen nombre y causar tanto daño y vergüenza allá por donde se nos nombrase. Ni para eso se ha tenido la mínima consideración. El hotel, sin visos de abrir jamás, ha dejado una enorme deuda con el municipio entre todos aquellos cuya absoluta indecencia y soberbia lo vinieron ahí a plantar, y cada día que pasa se les va haciendo más pequeña la tela con la que tapar tantísimas vergüenzas. Quizás, más pronto que tarde, llegue el día en que se dignen a ofrecer una explicación a modo de disculpa para la historia. Al fin y al cabo, nada dura para siempre.  (Continuará)