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Vacunar la Defensa

La acción del ministro del interior ha sido toda una ladina invitación a doña Margarita, para que ella hiciera lo propio  con el JEMAD.

 

En el ámbito de la defensa, se había elaborado un plan de vacunaciones bastante lógico contra COVID-19. Se fileteó al personal a vacunar en hasta 7 grupos, priorizados de manera descendente. Los sanitarios iban en primer lugar. Después, el personal previsto desplegar en zona de operaciones (ZO). A continuación, el alertado con elevado grado de disponibilidad para, en su caso, desplegar en ZO. Y así sucesivamente hasta completar las FAS.

Sin embargo, ayer nos desayunamos con la sorprendente noticia, dada por El Confidencial Digital, de la vacunación, el pasado lunes, del GA Miguel Ángel Villarroya, jefe de estado mayor de la defensa (JEMAD). A partir de ese momento, la bola empezó a engordar rápidamente con los medios difundiendo nuevos y alarmantes datos sobre el número y calidad de los vacunados, evidenciando que las prioridades antedichas no se estaban respetando. Por el contrario, que  la campaña de vacunación, especialmente en el ámbito de competencia del JEMAD, se estaba ejecutando de manera poco “ortodoxa”.

No se entiende, por otra parte, cómo la Inspección General de Sanidad de la Defensa permitió se entregaran al EMAD del orden de, al menos, 300 vacunas, cuando el personal sanitario allí y en sus organismos subordinados (CESEDEN, MOPS, etc) no totalizaran ni 30 personas. Por ello, las vacunas “sobrantes” se repartieron rompiéndose así la lógica inicial de vacunación. No es baladí, por ejemplo, que se estuviera vacunando a personal de cuarta o quinta prioridad cuando sanitarios (máxima prioridad) del Hospital Central de la Defensa todavía estaba esperando ser vacunados. O que fueran vacunados los miembros de gabinete del JEMAD antes que los de la UME. En definitiva, si el planeamiento inicial era supuestamente bueno, su ejecución ha andado manga por hombro.

Ayer la ministra de defensa, Margarita Robles, salió a la palestra para hacerse de nuevas sobre el caso y expresar que había ordenado al JEMAD que, por escrito, le informara sobre el mismo.  Sorprende, no poco, que algo de tan enorme trascendencia política se hubiera hecho a espaldas de ella. Pero, si dijese verdad, habría de concluirse, retóricamente hablando, que su más próximo se la había metido doblada. A tal bajonazo se añadiría horas después la puñalada trapera que le ha propinado su compañero de Gobierno, el ministro del interior Grande-Marlasca, cesando al oficial de enlace de la Guardia Civil en el EMAD por haberse vacunado. La acción del ministro del interior ha sido toda una ladina invitación a doña Margarita, para que ella hiciera lo propio  con el JEMAD, quien así quedó en una posición insostenible.  Y, esta misma tarde, el JEMAD, formalmente, ha dimitido (aun así, queda algún tema pendiente de aclaración, que verá la luz, quizás, próximamente).

La quiniela está abierta. Veremos si corre o no el “turno” del EA y el nuevo JEMAD es o no de la Armada. Bien que, quizás, fuera una buena oportunidad política para hacer tabla rasa y rejuvenecer la cúpula militar al completo. Si éste no fuera el caso, quizás lo más económico fuera que el actual JEMA, general Javier Salto Martínez-Avial, fuera nombrado JEMAD hasta una posterior y no lejana renovación de la cúpula militar.

La defenestración del JEMAD debería servir de vacuna en Defensa para un reordenamiento del sistema de las vacunaciones en las FAS. En fin, tras 10 meses de pandemia, parece increíble que todavía algunos responsables de lo que sea no se hayan enterado de que, durante todo ese tiempo, COVID-19 ha sido el elemento determinante de toda la actividad política española. Y así continuará siéndolo durante muchos meses.