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Vox pone en riesgo la centralidad de Moreno Bonilla

En Andalucía se tiene la impresión de que Vox también crecerá y mucho.

 

Juanma Moreno Bonilla no puede imitar a su colega Mañueco en Castilla y León adelantando las elecciones para acabar asfixiado y prisionero de la extrema derecha. Si lo hace correrá el riesgo de verse sometido a un considerable desgaste por adelantado en su búsqueda constante por el centro y la centralidad política. Sería una forma de cargarse de un plumazo el eje fuerza que piensa vender el PP en su campaña andaluza. Moreno Bonilla suma más simpatías en la comunidad que las siglas del partido de la Gürtel, factor que también deberá pesar en la decisión final ya que el candidato es la baza electoral principal de los populares. Ese capital político acumulado en tres años de su inesperada presidencia, no puede echarlo Moreno por la borda enseñando antes de tiempo la más que probable tenaza de Vox que le espera a vuelta de urnas. En resumen, el presidente sigue ante el sudoku y seguramente con sudores fríos, porque ya dijo en un mitin en Salamanca que las piernas le temblaban.

A Juanma Moreno lo sucedido electoralmente este fin de semana le habrá servido para calibrar el efecto y el diámetro devastador que las siglas Vox causan, elección tras elección, en los resultados del PP en sitios como Andalucia, Murcia, Madrid, CyL… En Andalucía se tiene la impresión de que Vox también crecerá y mucho.

Constatando además  Moreno como su socio de gobierno, Ciudadanos, es hoy una marca en declive y liquidación, un juguete roto que ya no les sirve. No hay ningún motivo para pensar que Juan Marín y los suyos en Andalucia puedan ofrecer un balance de gestión a su electorado con el que revaliden los 659.631 votos que Cs Andalucía obtuvo en diciembre de 2018, el 18,27% del voto.

Entre otras razones porque la acción de gobierno de Cs en la Junta en estos tres años ha sido convenientemente pixelada, orientada exclusivamente a capitalizar lo realizado por y para las siglas del PP. Solo el Sr Marín ha sacado tajada mediática personal gracias a los presupuestos de Turismo. ¡Será por fotos guays publicitadas del vicepresidente! 

Nunca, ninguno de los dos partidos bisagras que han gobernado la Junta de Andalucía – PA e IU- han pintado menos que Cs en la llamada ‘coalición del cambio’ con el PP en San Telmo y Vox acampado en los Jardines del Cristina.

Los resultados en CyL aparentemente son buenos para el PP – en realidad una victoria pírrica para quien soñó con mayoría y adelantó- pero pésimos para quien debe ahora decidir cuándo convoca a los andaluces a votar y que no le perjudique demasiado el alboroto con los ultras en Valladolid, ciudad que la progresía bautizó durante la transición como ‘fachadolid’ por la violencia extremista que desplegaban los camisas azules entonces.

Nadie duda que la mesa larga de negociación -modelo Putin- inaugurada entre Valladolid y Genova, lo que allí se diga o se pacte, va a estar observado con lupa dentro y fuera de Andalucía. Porque lo que allí suceda es más que probable que se repita en Andalucía, sin Cs y con el PP dependiendo de Vox.

Serán el PSOE andaluz, zarandeado aún por piezas colgantes de los Eres y los muy divididos de su izquierda los que intentarán dejar en evidencia ante los andaluces lo que supondrá votar a un hombre que presume de ser de centro y liberal, pero que será prisionero de la política extremista de Vox marcada por una vicepresidenta, reina del populismo, llamada Macarena Olona.

Parece lógico pensar que al Presidente le pida el cuerpo echar el balón adelante y dilatar la espera hasta la vuelta del verano mientras se clarifica el escenario general. Esperar, a ver cómo Casado y Teodoro ponen la guinda al pastel castellanoleonés que han malcocinado en Génova y que, de momento, les ha quedado cortito, chamuscado y con sabor agridulce.

Pero ¿Moreno Bonilla podría aguantar gobernando en minoría lo que resta de legislatura, con el Parlamento convertido en un plató electoral permanente durante ocho o nueve meses más? Complicado, dado lo mucho que ‘todos y todas’ pondrán en la mesa andaluza, convertida desde ya en laboratorio de las próximas elecciones generales.

Teniendo en cuenta el subidón de adrenalina que tienen los de Vox tras lo ocurrido este fin de semana, es fácil prever que la política andaluza estrenará unas formas y un lenguaje nunca antes vistos, donde el populismo, la demagogia y el insulto se intentará colar, con más fuerza y con más ruido que ahora, como moneda corriente en el debate político diario. Bonilla retrasando la rumoreada convocatoria electoral gana tiempo, sí, pero también se lo otorga a su principal adversario electoral (que no necesariamente ideológico) y que amenaza con dejarle desnudo en el oriente andaluz según agitan las encuestas.

No está muy claro que al PSOE lo de abrir las urnas en otoño le favorezca demasiado, teniendo en cuenta que su líder y candidato, Juan Espadas, no es diputado y estaría ajeno al ‘teatrillo’ parlamentario como diría el fiscal y exconsejero De Llera. El dirigente socialista y candidato hace la carrera en la puerta de las Cinco Llagas, sobre los bancos de piedra, tal y como hizo en su larga y finalmente frustrada espera el hoy senador invisible Javier Arenas. Si en esos meses Espadas se dedicase a patear Andalucia -‘en plan Susana’- es muy posible que le sacase mayor rentabilidad política a la posibilidad otoñal de elecciones. 

Mientras, los demócratas, sean de izquierdas o de derechas, especialmente los que están en el ejercicio de la política en Andalucia, debieran meditar sobre los efectos que causará esta bola de nieve- el huevo de la serpiente para muchos- que amenaza con meter democráticamente elegidos en el gobierno de Andalucía a quienes ni son demócratas ni creen en la democracia. Movilizar al electorado progresista es el objetivo que intentarán lograr como ya sucedió en 2014.

Estos son algunos de los factores que indudablemente influirán  en la elección de nuestro próximo día de urnas, pero que nadie ponga en duda cuál será el mensaje final del presidente Moreno para justificar su esperada y exclusiva decisión, tanto si adelanta como si apura el calendario. Sonará más o menos así: «Después de mucho meditarlo he llegado a la conclusión que ésta es la mejor fecha – la que sea- para los intereses generales de Andalucía y de los andaluces». 

Demos gracias, que sería de nosotros sin tantas personas importantes velando noche y día por nuestros intereses y no los del partido al que pertenecen.

Por cierto, cuidado con la provincialización de los partidos que ha empezado a enseñar la cabeza. Todo un síntoma digno de análisis, especialmente por quienes solo visitan esos territorios a pedir el voto cada cuatro años.

 

Publicado ayer en ExtraJaén