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Ya están politicamente muertos

Mucho es el daño que han provocado y que aún continúan provocando, tanto a la población en general como a las estructuras del Estado.

 

La democracia española se puede comparar en cierto modo a los mismos españoles: caóticos y desorganizados.

Con el final del régimen de franco y la posterior modificación de la Ley Electoral se intentó que el peso en la toma de decisiones de los campesinos, los trabajadores y las minorías nacionales se viera ampliada de modo considerable al tiempo que disminuyera drásticamente la representación de las clases acomodadas.

Tomaron entonces la iniciativa las fuerzas que podríamos englobar bajo el denominador común de “izquierdas” y /o “progresistas”. Se ponía, por tanto, en sus manos el desarrollo de estructuras que permitiesen avances significativos en temas tan recurrentes y urgentes  como la reforma agraria, los derechos de los trabajadores, la educación, las libertades políticas y religiosas, etc.

Para entonces, la denominación de origen “progresista” parecía englobar, de modo absorbente y excluyente, conceptos tan dispares como libertad, democracia, empleo, educación, desarrollo sostenible, sanidad universal y gratuita, tecnología, investigación, medio ambiente.

Se necesitaban pues, estadistas valientes, inteligentes y resueltos, comprometidos con la reforma liberal de un viejo y decadente sistema autoritario del cual ellos mismos eran producto.

Que la política de la calle y del campo, por fin, fuera oída en el interior del edificio del parlamento en la carrera de San Jerónimo.

Mientras unos hacían valer su dominio, el dominio de los terratenientes sobre sus adversarios campesinos, otros luchaban a favor de las reformas.

Una nueva oportunidad se abría ante nuestros ojos y, aunque las dificultades se adivinaban extraordinarias una figura emergente adoptó un papel decisivo que a la postre nos ha permitido alcanzar el lugar en el que nos encontramos hoy.

Tanto el aspecto físico como el origen de este personaje eran los habituales de ese círculo de burgueses que dominaba la burocracia española por aquellos años. No cabe duda que de él emanaba un considerable encanto personal. Atractivo sereno y una exquisita educación con modales refinados que impresionaron al mismísimo dictador.

Ya como presidente del Gobierno tuvo que enfrentarse a dos bandos irreconciliables: los que estaban y los que querían estar. Y aunque su entereza, su dedicación, su esfuerzo, su inteligencia y sus logros no tenían precedentes, entre todos lo matamos y él solo se murió.

La lista de los que le siguieron no es tan larga, pero ahorraremos al lector su exposición por una simple cuestión de higiene mental. A excepción del “peta ceta” o “ceta pe” o “la ceja” como prefieran, todos habían escalado desde distintos puestos de la administración y, aunque no aportaron grandes cosas ni abordaron ninguno de los problemas o cuestiones tantas veces pregonadas y otras tantas olvidadas, si dieron continuidad al lento y paulatino despertar de la sociedad española a las nuevas realidades, tanto sociales como económicas y a su integración en el marco de la Unión Europea.

Atrás quedaban las heridas de tantas guerras fratricidas. Ya no se trataba de vencedores y vencidos sino de ser europeos de primera o de segunda. Superadas a medias la precariedad, las hambrunas y el analfabetismo, encarrilábamos la autopista del desarrollo y la plena integración en las instituciones europeas.

La sociedad entonces se vio atizada por grupos de las antiguas élites, ahora bajo siglas impronunciables, pero con el marchamo de “progresistas”. Rescatamos viejas disputas y nos inventamos otras nuevas. Dividir es vencer. Las nuevas generaciones ninis acogieron en su seno los ideales del Mago de Oz. Y su voz cándida e inocente se materializó en el ascenso con pértiga desde las escalinatas de la Complutense a los sillones del Congreso de pijos burgueses con disfraces de proletarios.

La puerta del sol fue la cuna, el baluarte y será la tumba de estos movimientos antisistema liderados por lo peor de la canalla estudiantil y subvencionados por lo peor de las dictaduras totalitarias.

Mucho es el daño que han provocado y que aún continúan provocando, tanto a la población en general como a las estructuras del Estado, con el solo objetivo de beneficiar a lobbies que han hecho del feminismo, de la miseria y de la inmigración ilegal su fuente de ingresos. Sin mencionar a los separatistas, burgueses con añoranzas nobiliarias que necesitan un espacio diferente, exclusivo y excluyente para materializar su dominio sobre los demás. Dominio del terrateniente sobre su enemigo el campesino.

Estos pijos proletarios o proletarios aburguesados saben que mucho antes de desaparecer en las próximas elecciones ya están políticamente muertos. Y es por eso que en los próximos meses arremeterán con toda la carga ideológica que aún creen controlar para tratar de endosar el tanto de culpa a sus rivales y salvar, en la medida de lo posible, el sueldecito de los Ceaucescu, y el de algunos de sus palmeros. Llegaron en paracaídas a los asientos del congreso y se han atrincherado en las filas del gobierno. Será difícil echarlos, pues saben muy bien como dinamitar todas las posibles alternativas a sus bolivarianas políticas. Por algo beben de los ideólogos del Chavismo mas reaccionario y asesino que conoce la historia después del Stalinismo.

Seis años parecen pocos, pero serán suficientes para hacernos retroceder otros sesenta. Entre los toreros  es popular el dicho de que un toro  es capaz de matarte después de muerto. No dejemos que los políticamente muertos nos acaben de matar. Puntilla y mulillas.