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España y el Aquarius

El Gobierno de España que dirige Pedro Sánchez ha llevado a cabo un golpe de efecto, una llamada a la conciencia internacional sobre el tratamiento que se debe dar a los migrantes en la Unión Europea.

El Gobierno de España que dirige Pedro Sánchez ha llevado a cabo un golpe de efecto, una llamada a la conciencia internacional sobre el tratamiento que se debe dar a los migrantes en la Unión Europea. Ha aprovechado la situación de 629 personas embarcadas en el buque de rescate “Aquarius” que Italia ha rechazado, para emitir ese mensaje de solidaridad y sobre todo, de llamamiento a la concienciación de un fenómeno global que afecta a millones de personas, y que ha convertido el Mediterráneo en una fosa común de víctimas inocentes que huyen de la guerra y el hambre. El problema migratorio es un fenómeno con tantas aristas que o se enfoca en común por la Unión Europea y la ONU o quien actúe pensando en réditos políticos a corto plazo comprobará pronto que el hambre y la guerra no entienden de estrategias de marketing político.

 

CEUTA Y MELILLA

 

Vaya por delante que entiendo la decisión de traer a los migrantes embarcados en el Aquarius como un gesto político para provocar un debate sobre el problema pero no como un gesto humanitario de solidaridad, porque en menos del tiempo que ha tardado en desplazarse el Aquarius desde las costas italianas al puerto de Valencia, solo en las playas de Cádiz han llegado más de mil migrantes en numerosas pateras. No digo que haya habido relación causa-efecto o “efecto llamada” entre lo uno y lo otro, sino que el buen tiempo alienta a los hambrientos que llevan meses viviendo como animales en zonas costeras y en torno a las vallas de Ceuta y Melilla a tratar de alcanzar su Dorado.

 

Quizá también Marruecos ha visto con sorpresa como el Gobierno de España quedaba muy bien ante la opinión pública española y la internacional, mientras ellos soportan en su territorio una presión migratoria de la que nadie habla en occidente salvo para denunciar, y con razón, los brutales métodos usados por su policía para reprimir los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla.

 

Resulta incoherente en un discurso político traer a 629 migrantes en un barco desde las costas de Italia al mismo tiempo que se devuelven a Marruecos a cientos de ellos “en caliente”, sin darles opción a plantear petición de asilo como  refugiado en función de las normas acordadas por la ONU en 1951. Refugiado con derecho a asilo es una situación jurídica que acoge a personas que vienen de países donde su vida corre peligro por razón de raza, religión, nacionalidad o pertenencia a una etnia o grupo social, pero no afecta a quienes vienen huyendo del hambre o de países en guerra si no hay una amenaza concreta sobre ellos.

 

La Policía española debe aprovechar en positivo esta movilización cívica e institucional y avisar antes de dejar en libertad de CIEs a personas con orden de expulsión que no se puede ejecutar, para que la ciudadanía y los ayuntamientos les presten auxilio. Trasladar a la práctica esa solidaridad teórica tan fácil de exponer pero tan complicada de aplicar. Es difícil pasar de las palabras a los hechos en un asunto como este, salvo para quienes quieren calmar su conciencia y consideran que han ayudado a vaciar el océano sacando un cubo de agua. Y si no es suficiente con los inmigrantes ilegales que salen de los CIEs, extender la solidaridad a 13 millones de pobres y cientos de miles de anciano/as solos, sin ayuda y malviviendo con 300 euros al mes que merecen también atención del Estado y de sus instituciones solidarias.

 

INMIGRANTES POR HAMBRE Y REFUGIADOS, QUE NO ES LO MISMO

 

¿Alguien sabe cuántos millones de refugiados existen en este momento en el mundo? Según el último informe de ACNUR conocido, año 2017, son más de 65 millones de personas las desplazadas de su lugar de residencia por guerras o conflictos armados. En Kenia está el mayor de ellos, Dadaab, con casi 250.000 personas, la mayoría somalíes, que empezaron a llegar en 1991 huyendo de la guerra en su país. Y allí siguen. En Etiopia se instaló otro campo de refugiados en 2011, Kakuma, también de somalíes, donde hay unas 200.000 personas. En Kenia, más de 160.000, huyendo de la guerra de Sudán del Sur y somalíes. En Gaza existe el campo de refugiados de Jabalia, el mayor de los ocho existentes, con más de 100.000 palestinos. En Jordania, en el campo de Al Zaatari viven casi 80.000 sirios. En Tanzania, en el campo de Katumba siguen viviendo 60.000 refugiados, la mayoría burundeses. En Etiopia, por la guerra de Sudan del Sur hay más de 60.000 refugiados. En Pakistán el campo de Panian acoge a más de 60.000 personas, la mayoría afganos. En Tanzania y Sudan del Sur existen otros varios campamentos de refugiados que acogen a más de 50.000 personas cada uno. Y así podríamos seguir citando decenas de ellos en India, Turquía, Uganda, Pakistán… con numerosos campos de refugiados de miles de personas que llevan años en tiendas de campaña viviendo en condiciones precarias. Sin contar a los más de dos millones de palestinos residentes en Jordania, los más de 700.000 rohingyas que han llegado a Bangla Desh, o saharahuis y otros colectivos desplazados.

 

Si pasamos de la condición jurídica de refugiados/asilados a la de personas en situación de pobreza y miseria que se desplazan para mejorar su vida, los que son considerados inmigrantes ilegales y no refugiados, hay que hablar en una estimación prudente de tres mil millones de personas en el mundo.

 

LIBIA, EL DESAGÜE DE ÁFRICA

 

Libia es el final de una cadena en África que seguirá exportando esclavos y hambrientos mientras la ONU no decida invadir su costa con fuerzas armadas, ejércitos de ocupación en misión de paz, que acaben con el caos y consigan que se instale un Estado con mínimas condiciones de seguridad para su ciudadanía, garantizando que las ingentes ayudas internacionales que se han enviado a distintos países en los últimos 50 años sirvan para crear una sociedad razonablemente justa y no para enriquecer a unos cuantos líderes corruptos, como ha ocurrido hasta ahora prácticamente sin excepción. Libia es el desagüe de las miserias de todo un Continente y sería motivo de otro artículo explicar la responsabilidad de Occidente en lo que ha ocurrido allí. Desplegar tropas cuesta dinero y vidas de soldados de los países que se impliquen, y un riesgo para sus líderes políticos recibir ataúdes de sus nacionales, siendo más rentable (moralmente es otra cosa) que el Mediterráneo siga siendo la tumba de hambrientos en que se ha convertido. Se ocupan naciones y destruyen estados para apropiarse de sus riquezas al precio de cientos de miles de muertos pero nunca se ha hecho un movimiento de tropas de ningún ejército para combatir el hambre y la injusticia. ¿Ha llegado ya el momento?

 

La situación de África y su explosión demográfica es conocida por los países de Occidente. Podemos tomar como referencia a Nigeria, con un crecimiento demográfico que la sitúa en 180 millones de habitantes en 2015, que a pesar de una muy alta tasa de mortalidad y una media de vida inferior a 60 años crece a ritmo de unos 46 millones de habitantes cada diez años. Una España nace cada diez años en Nigeria. Las proyecciones dicen que en 2030 serán 233 millones, en 2050 serán 390 y en 2100, 730 millones de hambrientos. Un país donde el 70% de la población serán jóvenes, sin industria, agua, trabajo ni tierra fértil, con riqueza en minerales y bandas armadas al servicio de países del primer mundo que los esquilman. No hay flota suficiente en el mundo ni terreno en España y Europa para abordar ese problema abriendo las fronteras. Esa no es la solución.

 

Se puede ver en las redes sociales un vídeo de la empresa GEFIRA, que controla el tráfico marino en el mediterráneo, donde se informa que los buques “Aquarius” y “Luventa” en 2016 realizaban ya viajes de Italia a Libia habitualmente y que en dos meses trasladaron a 40.000 inmigrantes.

 

Parten de Italia, se paran poco antes de llegar a la costa libia, recogen la “mercancía” humana y regresan a Italia. No es en alta mar. No existe riesgo vital. No es por casualidad. Están muy cerca de las costas libias y son actos deliberados, planeados, con aviso de las mafias que trafican con personas y que provocan un efecto llamada masivo, incitando a los migrantes a hacerse a la mar confiados en que serán rescatados muy cerca de la costa y acaban muriendo ahogados porque ni dos ni doscientos buques darían abasto al “suministro” de víctimas que producen las mafias. La mayoría de estos inmigrantes que pagan por morir ahogados no reúnen las condiciones para ser refugiados de acuerdo con los parámetros acordados por la ONU y se encuadran en la condición de inmigrantes ilegales.

 

PROBLEMA HUMANITARIO Y RIESGO PARA LAS DEMOCRACIAS Y EL ESTADO DEL BIENESTAR

 

Todo esto que está pasando, la falta de acuerdo político, la ausencia de explicación del problema demográfico y de carencia de recursos para todos según está organizada la sociedad, llevará pronto al nacimiento en España de algún partido que defienda “primero, los españoles” (sino es VOX, que ha nacido ya), como ha ocurrido en Austria, Italia, Suecia, Estados Unidos y otros países, siendo especialmente llamativo lo ocurrido en la primera potencia mundial. Mientras Hillary Clinton hablaba de la grandeza de su país, del despliegue de la sexta flota en el Pacífico y de su importancia para la paz mundial, Donald Trump ha llegado a presidente dirigiéndose a miles de empleados de la industria del automóvil amenazados con ir al paro por la deslocalización de las empresas, prometiendo aranceles a la venta de dichos vehículos en Estados Unidos si se llevaban las fábricas de su territorio. Las fábricas se han quedado y si yo fuera empleado de una de esas fábricas en riesgo de quedarme sin trabajo en ese sistema capitalista salvaje sin atención médica si no puedes pagarla, también habría votado a Trump. Con discursos y buenas intenciones no se come. Cuidado con este mensaje de solidaridad teórico y vacío porque el partido de extrema derecha en Italia, la Liga Norte, ha pactado su política migratoria con el Movimiento 5 estrellas, el Podemos italiano, porque son los más pobres los primeros que sienten amenazada su calidad de vida por foráneos pobres que compiten con ellos en las ayudas sociales, y acaban exigiendo estas políticas de “puertas cerradas” a los partidos de izquierda, o votando a partidos de derecha de “primero, los españoles” que tan buenos réditos ha dado a Trump y a partidos políticos en otros países. Hay cosas con las que en política no se puede actuar con frivolidad. La vida y el hambre de la gente, nacionales o migrantes, es una de ellas.