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Almería bedda mia, bulería, bulería

Almería, bonita mía, bulería, bulería, podría morir plácidamente de sueño si alguien no desocupa lo antes posible a los niños de los sobres.

 

Almería es una isla, como Sicilia. Tres veces más pequeñita, con seis o siete veces menos población, más tranquila, más aislada, con menos turismo y con bastante menos historia. Pero claro, comparar cualquier territorio con una de las cunas de la civilización occidental es siempre injusto. Como injusta es la imagen peliculera que tenemos de la isla italiana.

 

Sicilia, decidió su futuro moderno con el ejército aliado ocupando su territorio. La toma de Sicilia provocó la caída de Mussolini, despojado del poder por el Gran Consejo Fascista y el propio rey Victor Manuel III, y el inicio de las negociaciones de estos con los británicos y norteamericanos traicionando a sus aliados del Eje: los nazis, a pesar de que en público declaraban su alianza inquebrantable.

 

Una vez desalojados del poder los fascistas en toda Italia y finalizada la II Guerra Mundial en territorio europeo las fuerzas aliadas ocupantes, Reino Unido y EEUU, se vieron en la tesitura de, una vez descartados como aliados por al menos unos años los italianos de bien (con la jerarquía católica al frente), tener que elegir entre los partigiani, en mayor medida de adscripción comunista, y la alianza con antiguos caciques aristocráticos en decadencia o directamente arruinados y nuevos caciques surgidos del pillaje de la guerra para evitar el vacío de poder en la isla. No hace falta decir qué eligieron los siempre ‘pragmáticos’ anglosajones y de qué manera influyeron los italoamericanos que más tarde inspiraron las pelis de gangsters en la decisión.

 

Desde entonces las historias entrecruzadas de luchas y acuerdos del Estado italiano, con la Justicia al frente, y los poderes a la sombra de la isla, ya diversificados y expandidos por toda Italia, ha sido la constante histórica, con periodos de tranquilidad entreverados de otros más violentos, que han llenado las últimas décadas en la isla bonita.

 

En la joven Almería de la Transición, claro está, quien eligió fue el pueblo, no los ocupantes, que no había, primero se eligió a UCD, luego al PSOE y ya finalmente al PP prácticamente en régimen de partido único y de monocultivo en los núcleos y comarcas de mayor entidad. Pero cuesta trabajo creer, a pesar de las luchas internas y de la inoperancia y la torpeza, en general, del PSOE y la izquierda a la izquierda del PSOE, que sin la ‘insularidad’ de Almería y lo que muchos aseguran que es una auténtica connivencia de buena parte del aparato judicial provincial, los poderes económicos y  de unos medios locales que dependen en buena medida de Diputación, ayuntamientos y concesionarios municipales para su supervivencia en favor del PP se habría llegado a estos extremos de monocultivo, solo amenazado por el avance de Vox, partido que no ha hecho otra cosa que el ridículo en Almería, con diputados autonómicos que se pasan a Falange, concejales que dicen que el dinero y el cargo son suyos y se van, etc.

 

Para que podamos sopesar suficientemente la anomalía almeriense solo tenemos que señalar todo lo que que en estos momentos están encima del tablero sin llamar lo suficiente la atención allende los mares: el juicio de la Operación Poniente, la que se creía que iba a ser mediáticamente otra Operación Malaya y se acerca al bluff y a la inexistencia, incluso dentro de Almería, el juicio listo para sentencia de Paco Góngora, alcalde de El Ejido, y el escándalo que el medio local de referencia, La Voz de Almería, y sus epígonos, se han apresurado a titular como Caso Mascarillas y que, con un poco de suerte, puede acabar suponiendo el final del clan de los Niños de Lasalle, a punto de tomar el poder absoluto en el próximo Congreso provincial del PP de este fin de semana. Lo que se prometía un relevo en cierta manera tranquilo del capo di tutti capi, Gabriel Amat, puede suponer el principio del fin de todos, incluido el  propio Gabriel Amat, al no depender esta vez el caso de instancias judiciales almerienses. Y digo puede, porque la suerte de los populares almerienses siempre ha sido proverbial dado el trajín de comisiones y sobres (a un nuevo líder mediático de la provincia se le conocía precisamente como El niño de los sobres por dedicarse a su reparto de despacho en despacho) que siempre les han atribuido ha apuntado a los conservadores. Según algunos estos trajines llevan décadas financiando desde Almería al PP en Andalucía y España, de ahí el poder y la influencia de algunos como Gabriel Amat, poder y ascendencia que ahora parecía heredar Javier Aureliano. Pero eso está por demostrar en sede judicial y con pruebas.

 

Pero en Almería, bonita mía, los medios nacionales que han publicado estos días las peripecias de Óscar Liria, sus compinches y los sobres con diversas cantidades de dinero predispuestos jerárquicamente para su presunto reparto son menos que una leve y pasajera brisa mañanera. Lo que no cuente ese gran periodista del realismo mágico que es Pedro Manuel de la Cruz en La Voz de Almería, que es lo mismo que cuenta Diario de Almería (Grupo Joly), que dicen que no lee nadie, pero que ahí sigue, o Ideal (Vocento), muy de capa caída y que suele dar ‘una de cal y otra de Arenas’ debido sin duda a la crisis del sector y a su marginación publicitaria por parte de los organismos públicos en la provincia, tales son los tributos de la supervivencia. Solo el digital Teleprensa se atreve a contar lo poco que se va sabiendo. 

 

Decir que la ascendencia de La Voz de Almería, conocida por los críticos como La Coz, no se para ahí, ya que el grupo Novotécnica controla la franquicia de la SER en Almería y proporciona suficientes cortinas de humo y propaganda pro PP a unos oyentes progresistas como para que duerman también el sueño opiáceo de los justos (pero sobre todo el de los colocados).

 

Almería, bonita mía, bulería, bulería, podría morir plácidamente de sueño si alguien no desocupa lo antes posible a los niños de los sobres, siga avanzando la causa o no. Pero no nos equivoquemos: el modelo agrícola almeriense está ya consolidado (estancado) y no da para mucho más, la construcción está al ralentí, el turismo muy limitado, el sector servicios muy tocado y la industria supone un porcentaje mínimo del PIB provincial, salvo por la pujanza de Cosentino en el Valle del Almanzora, y la calma chicha en un entorno de posible, aunque indemostrada aún, corrupción judicial a gran escala, medios de comunicación acríticos (presuntamente comprados) y pocas oportunidades económicas en una tierra con todo menos las comunicaciones para convertirse en un gran polo de crecimiento una vez superado su aislamiento. Si no es así se puede generar un vacío que por lo general suele llenar el HAMPA. Si no lo ha llenado ya. Seguramente algún lector habrá alzado la ceja y habrá dicho: ‘Puede, dice. Bendita inocencia.’ Pero es que al fin y al cabo uno es de aquí y cree en la tierra, pero sin estridencias ni localismos y provincianismos baratos, por no hablar de cateteces independentistas y fusiones con Murcia. Almería, bedda mía, bulería, bulería.