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Cuando los catetos gobiernan Sevilla

Estos  catetos intentan que la ciudad se torne añeja y pueblerina y, para ello, instauran el aldeanismo más ramplón y simple.

En ocasiones, Sevilla, ciudad universal, deja que la gobiernen gentes catetas con visión sepia de la urbe que tanto irritaba a Antonio Machado, Cernuda, Montesinos y tantos otros. Estos  catetos intentan que la ciudad se torne añeja y pueblerina y, para ello, instauran el aldeanismo más ramplón y simple –Ortega afirmaba que simplificar las cosas era no haberse enterado bien de ellas- que lleva a la ciudad a pedanías culturales y materiales impropias de su historia y su íntima personalidad universalista.

Fue esa derecha cateta la que incitó a los vecinos de una calle del Prado de San Sebastián para que denunciarán la construcción de una biblioteca diseñada por Zaha Hadid, receptora de los más importantes premios de arquitectura como el Mies van der Rohe (2003), el Premio Pritzker (2004) ​ —la primera mujer que consiguió este galardón— y el Praemium Imperiale (2009). Su pionera visión redefinió la arquitectura del siglo xxi. Sus proyectos cambiaron las nociones arquitectónicas establecidas hasta el momento, ya que muchos de éstos no habían sido realizados previamente en las formas y materiales que ella sí consiguió realizar, combinando un inquebrantable optimismo por el futuro con una innovación en el diseño, los materiales y las construcciones en general. Su frustrado proyecto hispalense tuvo como protagonista una voluntad semeja a los catetos parisinos que reclamaban la demolición del adefesio de la torre Eiffel.

Un edificio emblemático que se le sustrajo a la ciudad, por obra del catetismo y la manipulación como fue la actitud opositora de la derecha al brillante mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, en el cual, la cultura hispalense con un sesgo de universalidad se echó a la calle y transitó por chaflanes y aceras para conquistar el alma de los sevillanos. Un gran lírico como Juan Carlos Marset creó la Casa de los Poetas y el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla, para remover la vida cultural de la ciudad  y hacer copartícipe a la ciudadanía de la rica pulpa de actividades literarias, plásticas y escenográficas que generó el municipio para disfrute del vecindario. El dramaturgo Antonio Álamo configuró unas programaciones en el teatro Lope de Vega de gran calidad, poniendo a Sevilla a un digno nivel en el ámbito de la escena.

Qué Sevilla tan diferente a la que hoy gobierna el Partido Popular y su política de derogación: ninguna propuesta, ningún proyecto de progreso para la ciudad, solo anular, anular lo hecho, anular lo proyectado, anular el futuro y el presente de Sevilla.  La ciudad hispalense y España tienen un grave problema: un rancio conservadurismo que vive de los riscos de Covadonga, el orden de Torquemada y prietas las filas del caudillaje. José Luis Sanz quiere hacer ilegible el presente de Sevilla para anular su futuro, necesita una ciudad anclada en un pasado imposible, en la recreación carpetovetónica de una urbe cuyas esquinas huelen a orín y los “pegasos” llegan tarde.

Cómo no echar de menos la Sevilla que nos dejó Alfredo Sánchez Monteseirín con el Plan Estratégico, la reordenación vial, la consolidación de los servicios sociales en barrios, de tal manera que cualquier ciudadano tuviera el mismo nivel de servicios con independencia del lugar de la ciudad en que residiera; las nuevas instalaciones y la remodelación de la flota de transporte urbano; el Plan Cívico para la Movilidad, la creación del Instituto del Taxi; la Red de Aparcamientos; la revitalización de los espacios culturales de la ciudad; la creación del Instituto de la cultura y las Artes de Sevilla; la peatonalización de zonas saturadas y para la preservación del patrimonio monumental hispalense; el Plan contra la Prostitución, sacando el problema del mero espacio del orden público y vertebrando una estrategia de integración social y laboral para las afectadas, que causó un amplio interés en Europa; el desarrollo de la gran conurbación de Sevilla y el planteamiento del área metropolitana; la ampliación de la autonomía local y la reforma de la financiación municipal y de las competencias impropias; la programación de calidad del Teatro Lope de Vega en una ciudad que carece de iniciativa privada en el ámbito escénico; la implementación de espacios emblemáticos sobre ámbitos en decadencia, como Metropol Parasol conocido como Setas de la Encarnación; el Metrocentro y un largo etcétera.

La realidad de hoy hace que nos preguntemos, ¿por cuánto tiempo la derecha intentará someter a la ciudad a un tiempo destinado a pasar?