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Echar el cierre en Afganistán

Se ha cumplido así una de las misiones de las FAS contempladas en el art 15.4  de la L.O. 5/2005 de la Defensa Nacional. 

 

Los atentados terroristas de ayer en los alrededores del aeropuerto de Kabul, que ocasionaron un centenar de muertos (una docena de ellos soldados norteamericanos) y más de 150 heridos, han acelerado el repliegue final español desde Afganistán.  Esta tarde, con la llegada a la B.A de Torrejón de los últimos afganos evacuados, junto con los españoles (militares, FCSE y diplomáticos) que todavía quedaban allí, se ha cumplido así una de las misiones de las FAS contempladas en el art 15.4  de la L.O. 5/2005 de la Defensa Nacional. 

 

Los trogloditas islámicos han ganado la guerra. Eso supone la certificación de un enorme fracaso político y militar de Occidente, de la OTAN y, especialmente, de EE UU; los demás hemos sido mayormente comparsas. Eso parece anunciar cambios geopolíticos muy profundos, así como el comienzo del paulatino declive de nuestra cultura y civilización a nivel planetario. Aunque el dicho reza que las derrotas son huérfanas, en este caso sí hay un padre bien identificado: EE UU, supuesta potencia hegemónica mundial  que, tras el 11-S, nos arrastró a todos, en octubre de 2001, a la aventura afgana. Y, menos de un año y medio  después, en marzo de 2003, a otro conflicto mayor en Irak, buscando unas inexistentes armas de destrucción masiva supuestamente en poder de Sadam Hussein.

 

Pero el enorme esfuerzo en Irak debilitó el que requerían las operaciones en Afganistán. El general Tommy Franks, Comandante del Mando Central de EE UU (Tampa, Florida), del que dependieron las operaciones en ambos teatros, lo resumía: “Washington no tuvo estómago para un combate cara a cara sostenido en ese país remoto, primitivo y sin salida al mar al otro lado del mundo”. “Desgana“ que, inevitablemente, se trasladó miméticamente a las capitales comparsas  y, como expliqué en El juego del tiempo entre el lobo y el perro afganos   nunca se alcanzó en el teatro ni la mitad de las fuerzas que eran requeridas.    

El juego del tiempo entre el lobo y el perro afganos

 

El episodio afgano ha tenido para España un gigantesco coste tanto en vidas (104), el más importante, como económico (no menos de 5.000.000.000 €).  Con todo, su cierre deja un fuerte sabor agridulce. Lo amargo proviene, además de lo anterior, de un planeamiento de salida lento que, al no contemplar el derrumbe fulminante del país, ha hecho imposible la evacuación de muchos de los civiles afganos (y sus familias) que colaboraron con las fuerzas españolas. Especialmente de aquellos en los lugares de mayor riesgo y fatiga (Qala i Naw, Ludina, Moqur, etc), que han quedado así a la merced del terrorífico, desalmado, vengativo y caótico ambiente que los radicales islámicos están imponiendo en todo el país.  

 

Lo dulce ―más allá de las medallas que ahora tantos quieren colgarse en Madrid―, procede de la constatación de los valores exhibidos por nuestro personal durante toda la aventura afgana, de la que estos últimos días en Kabul ha sido solo la última muestra.  Nuestros soldados con su permanente entrega a la misión, su valor en el combate y su espíritu de servicio han constituido, durante los últimos 20 años en Afganistán, una inagotable fuente de orgullo para España, así como un grandioso ejemplo de buen hacer para el conjunto de nuestras Fuerzas Armadas.