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El gran engaño

¿Son tiempos de desolación? Con matices, la respuesta parece afirmativa.

 

Lo de la «mayoría cautelosa» tiene reminiscencias de mi juventud. Tardé unos minutos en ubicar el recuerdo correctamente. Y ahí estaba: era la «mayoría natural» que empleó Fraga Iribarne en su denodada lucha contra el socialismo de Felipe González, en los ochenta. Hay pocas cosas nuevas bajo el sol.

Curioso, eso de la cautela. La cautela en opciones políticas, tras un líder moderado. Algo como lo de «en tiempos de desolación, nunca hacer mudanza», que dijo San Ignacio. Sin embargo, cabe alguna reflexión sobre la construcción del hiperliderazgo de Pedro Sánchez en el interior del PSOE y la mayoría cautelosa a la que hoy se invoca, de cara al 10N.

¿Son tiempos de desolación? Con matices, la respuesta parece afirmativa. Apenas recuperados, con lentitud y pinzas, de una terrible recesión y, posiblemente, a las puertas de otra. Descompuesto y fragmentado el tejido político como consecuencia de un tsunami de corrupción que ha desmoralizado a la ciudadanía. Recientísimas y frescas, las heridas de la peor crisis constitucional, política y social, con la cuestión catalana, de imposible solución a corto y medio plazo.

Pedro Sánchez rescató al PSOE en el peor momento de su historia reciente, intuyendo que no podían seguir proponiendo lo de siempre. Que lo de siempre era Susana, y esta terminó abandonada por buena parte de su electorado. Una victoria pírrica, la de Susana, con derecho a desalojo de San Telmo y la disolución de un «régimen benefactor» con sus pestilencias y puñaladas. La muerte política a cámara lenta, desde una posición numantina. O Macbeth en Dunsinane, viendo al bosque de Birnam cada vez más cerca.

Pedro Sánchez apeló al espíritu de izquierdas de «aquel PSOE de antes». La buena militancia y los millones de simpatizantes. Algo escribí acerca de aquella gente, escandalizada ante el dinero público derrochado en burdeles, y la administración de Susana puesta de perfil, al menos en los primeros momentos.

Pero Pedro dijo un «no es no» a Rajoy y a los desmanes de su propio partido en Andalucía. Ascendió por el lado izquierdo, como escribe Enric Juliana. Pero no contó toda la verdad.

Descabalgada la candidatura de Susana y ejecutada la moción de censura, a Pedro Sánchez se le impone la realpolitik. Las reglas del club al que pertenecemos y que tanto dinero nos ha proporcionado. Las reglas que le impusieron a Alexis Tsipras, en su momento. El FMI, el BCE, la Comisión Europea, una declinante Angela Merkel y un poderoso Emmanuel Macron. Lo que hay. Lo que hay, que veta de modo directo o indirecto un pacto con Unidas Podemos, alejados estos de todo realismo a este respecto, como lo estuvo el primer Alexis Tsipras.

Cabe plantearse, por tanto, cuál es la ideología verdadera de Pedro Sánchez, al margen de la ocupación prolongada del poder. Porque, para la interlocución con nuestros socios europeos o, mejor dicho, para ejecutar las disposiciones de nuestros jefes del capitalismo internacional, mejor valía Susana Díaz, y los líderes del viejo PSOE lo sabían de sobras. Se lo oí, en vivo y en directo, a Carlos Solchaga.

La maniobra de Pedro Sánchez de romper con este viejo PSOE acomodaticio, y ofrecer izquierda e ilusión ha tenido las piernas cortas. Llegó solo hasta la mesa de negociación con Unidas Podemos, y ni eso. La mesa ha sido un paripé, como he subrayado hace días. No había la menor intención de negociar nada.

Roto el espejismo de la vía portuguesa, Pedro Sánchez apela a la mayoría cautelosa de cara al 10N. Pero, ¿acaso pretende ignorar que la cautela no es de izquierdas? La izquierda se reconoce mejor en lo de «audacia, audacia y aun más audacia» del infortunado Danton. En tiempos de desolación, una mayoría cautelosa se refugiaría en otras siglas. O tal vez bajo las mismas, pero con otro líder.

Nadie sabe lo que pasará el 10N, pero hay antecedentes. El 2D pasado, la decepción en Andalucía llevó a la abstención. Sobre todo, en el campo socialista. Medio millón de votantes menos, más o menos. Susana venció, pero no convenció. Y eso que disponía de toda la fuerza bruta del BOJA. Y ahí la tenemos, muerta políticamente, sin enterrar aún, matando a los suyos en su intento por sobrevivir.

La ola de ilusión e izquierda se plasmó el 28A en una participación sin precedentes y en una recuperación del PSOE de su sima electoral. La incapacidad de conseguir un pacto de izquierdas se ha seguido de un relato de culpabilización a la parte contratante de la otra parte. Pero no se lo cree nadie. Ronda ya un fantasma por las redes y los artículos: que la gran política no se decide aquí y que Pedro Sánchez se puso una careta izquierdista solo para conseguir el puesto de ejecutor local de las medidas que le dicten por ahí arriba.

Un engaño de mil pares, vaya. Veremos cuántos engañados de abril le vuelven a seguir en noviembre.