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Entre Sánchez y Xi Jinping

Los encajes de Bolaños ya han calificado la visita como “de Estado”, y el propio Sánchez, sin despeinarse.

Consumado el previsto naufragio de la moción de censura contra Sánchez y completado el abyecto proceso del traslado de etarras al País Vasco, entramos en el anunciado paréntesis de fuegos artificiales, bodas y bautizos. Tiempo en el que sanchistas de plantilla y agregados elevarán hasta el infinito las alabanzas  a las geniales capacidades de Sánchez, para navegar por las turbulentas aguas internacionales.

Esté pues el lector preparado para la matraca de orgásmicos panegíricos por el encuentro de Sánchez con Xi Jinping, en Pekín, a final de mes. Lisonjas que dejarán en calzones aquella “constelación planetaria” ensalzada por Leire Pajín, en 2009, por la coincidencia de la presidencia de Zapatero del Consejo de la UE, con la de Obama en EE. UU.

Los encajes de Bolaños ya han calificado la visita como “de Estado”, y el propio Sánchez, sin despeinarse,  como “reconocimiento internacional a España en un momento muy complejo”. En fin, parece claro el interés chino por vender su autoproclamado “Plan de paz para Ucrania” y, así, empezar a dividir, sobre el tema, a una Unión donde los socios no tienen una visión común de cómo jugar a los chinos. Menos mal que ahí está el castizo Sánchez, que viaja a China sin mandato comunitario, para enseñar a la UE cómo poner orden en el mundo.

Es tan fuerte, que me tomo un respiro hasta después de  Semana Santa.