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FAFFE: problema sistémico

“Spotlight” trata de la investigación periodística que condujo a revelar y demostrar lo extendido de la pederastia entre el clero católico, y lo reprochable de la actitud de la jerarquía.

Soy de los que ven los éxitos de cine un tiempo después del estreno. Nunca estoy a la última, pero selecciono mejor. Tengo que comentarles algo acerca de la excelente película de denuncia “Spotlight”. Trata de la investigación periodística que condujo a revelar y demostrar lo extendido de la pederastia entre el clero católico, y lo reprochable de la actitud de la jerarquía, una vez advertida de la existencia de “manzanas podridas”. Sobre todo cuando las “manzanas podridas” no eran una ni dos.

 

No voy a hacerles una crítica cinematográfica, que es algo que excede el propósito del artículo. Pero sí comentar cuestiones que pueden ser de interés. Como una jerarquía poderosa y adinerada judicializa con facilidad. Porque así obstruye, enlentece y disuelve.

 

Destaco una frase sensacional del director del “Boston Globe”, al ofrecerle el arzobispo que “las instituciones deben ir de la mano”. De modo comedido, el hombre – recién llegado a la ciudad – responde: “el periodismo va mejor solo, señor”. Debería esculpirse en placa de mármol.

 

Por último, cuando se acumulan pruebas contra una serie de sacerdotes y los investigadores más jóvenes piden publicar la noticia, los más maduros se resisten. Porque lo más grave no era que un sacerdote abusase. Ni siquiera que lo hicieran cien o mil. El problema era que una institución poderosa y adinerada negó los hechos, de modo sistemático. Negó la reparación a las víctimas – porque tal equivalía a aceptar el hecho -. Se negó a un diagnóstico de situación en profundidad. Trasladó a los abusadores de un lugar a otro, donde siguieron con sus fechorías durante décadas. Creó, por así decirlo, un cáncer sistémico, que destruyó vidas, ensañándose con niños procedentes con frecuencia de familias desestructuradas y sin recursos.

 

Pero este artículo no va acerca de la película y la pederastia en la Iglesia Católica. Cojan solo el esquema de actuación. Y, ahora, lo trasladamos a la Andalucía reciente.

 

Una jerarquía poderosa. Con el poder que proporciona ser un partido político mayoritario hermanado con un sindicato de clase igualmente mayoritario. Estructura dotada de una sobrada superioridad moral. La que, en este país, solo da la izquierda, la derrota en la Guerra Civil, la clandestinidad y el antifranquismo. Y, en Andalucía, la apropiación de los emblemas históricos del andalucismo. Un poder como para situarse en el centro del tablero político, y quedarse ahí durante décadas.

 

Una jerarquía adinerada, por lo demás. Bien nutrida con los impuestos de los ciudadanos, transferencias de otras comunidades y de Europa, al ser una de las Comunidades Autónomas más pobres de Europa Occidental.

 

Poder y dinero como para permear instituciones y cambiar normativas. Facilitar disposiciones y nombramientos que permitan que el statu quo se perpetúe. Educación, Sanidad Pública, Medios de Comunicación Públicos… Todo en sus manos. “Nosotros somos Andalucía… El resto es fascismo, o Cuba”.

 

De tal estructura, tales tentaciones. Las están viendo, una detrás de otra. Salen poco a poco, como apagadas. Negadas. “¿Nosotros…? ¡Basura de la derecha!”. Cuando se sustancia algo, se intenta delimitar – “cuatro golfos” -. Se bloquea la investigación en lo que se puede. Se desvía el ojo público hacia otros asuntos. Se nombran jueces menos problemáticos, consejeros “facilitadores”. Aparcando o diluyendo casos. Archivando o prescribiendo. Que el tiempo vaya pasando.

 

Un nuevo asunto. Un nuevo silencio. “Está sub iudice”, afirman, para que dejemos de preguntar. Y de opinar. Un sub iudice que les permite superar todas las barreras del calendario electoral. Y, después, nunca más se supo. Una gacetilla en la prensa afín, pasado el tiempo: “archivado tal o cual caso por…”. Hasta el nuevo asunto y el nuevo silencio. La gente, pendiente de las dificultades de su día a día, conducidos muchos a unas urnas en que el mejor eslogan es: “los otros son peores”.

 

El problema de la FAFFE no es solo el gasto de unos quince mil euros en seis horas en un burdel. No es ni siquiera vincular la tragedia de la trata de blancas al dinero público (el que falta para centros de salud y escuelas, vaya).

 

No lo es tampoco el sorprendente contraste entre la lógica protesta contra las decisiones judiciales del caso de “La Manada” y el silencio de la calle ante el uso del dinero público en una bacanal con uso de mujeres. De peor entidad es la vigencia de una estructura que puede estar haciendo lo mismo o parecido, ahora mismo. Es el silencio de una estructura política – su máxima responsable a la cabeza -, de miedo a que, al entreabrirnos la puerta, asomemos la cabeza a la habitación de los horrores. Es el problema sistémico que permite diluir el problema, para perpetuarlo. Como la jerarquía de la Iglesia con la pederastia.

 

Pero el problema mayor, para el que esto escribe, es una ciudadanía apática y desilusionada que contempla que no puede haber otro gobierno ni hacer las cosas de otra manera. Que ahí vamos, a votar, pensando que este o aquella nos van a robar más y mejor. Ese es el verdadero problema sistémico.

 

Y uno, que vio nacer tantísimas ilusiones en los setenta…