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Intentando aportar algo de luz desde fuera de la caja

El PP como organización política representativa de la derecha, de toda, de la democrática y de la menos democràtica, se la juega y el futuro de su líder podría ponerse en cuestión incluso a corto plazo.

Un amigo europeo me hace llegar el siguiente razonamiento:

El acuerdo de investidura, para algunos de los firmantes lo es incluso de legislatura, debería cerrar la batalla extraparlamentaria del PP reclamando la victoria electoral del #23J y el consiguiente acceso al poder ejecutivo. Seguir llamando a la calle no tiene ningún sentido ya para los poderes fácticos que sostienen al partido conservador, salvo que aquél pretenda alcanzar el poder al margen de las urnas, algo que le digo que no creo que entre dentro de los objetivos del PP como partido democrático que se le supone que es, por lo que mi amigo insiste entonces en que lo que procedería ahora en cualquier país democrático europeo sería abandonar las llamadas a la ciudadanía para que se manifieste en la calle, no sólo porque con el acuerdo dsaparecen las expectativas de victoria electoral a corto y medio plazos, sino porque incluso podría volverse contra él.

Continuar agitando la calle, acción que a la vista de lo ocurrido en los últimos días los populares no dominan y se les podría ir de las manos, sólo tendría dos explicaciones, una de índole externa y otra interna, diferentes aunque interesadamente intrincadas. La primera es que ante la expectativa de convertirse en un partido marginal, su rival político directo, VOX, ha decidido que en su estrategia como organización totalitaria, electoralmente su última baza está en las calles, el PP decidiera seguir cayendo en la trampa cuando el escenario más adecuado para su organización seria volver a la pugna en el legislativo y, en todo caso, desde las instituciones, siempre que se mantuviera el respeto institucional entre todas ellas y no se azuzara el filibusterismo.

Pero, y no menos importante que la otra, el problema del liderazgo del PP parece no haberse resuelto con la sustitución traumática de Casado por Feijóo. Su nuevo líder no ha sido capaz de llevar a los conservadores al poder del ejecutivo nacional y eso siempre se adeuda orgánicamente, especialmente cuando desde su llegada hay alguien que le está meciendo la cuna y que en cualquier momento podría hacerlo de tal manera que tirara al suelo al recién nacido. Los poderes fácticos conservadores tienen ahora la palabra: ¿Optarán por sustituir al líder actual por una lideresa trumpista que no le tiembla la mano para tomar decisiones que les beneficie, caiga quien caiga, tal como ha venido demostrando desde que accedió a la presidencia de la Comunidad de Madrid? ¿Acabarán los facilitadores de la viabilidad de VOX como estructura organizativa de extrema derecha nacida por la ley del péndulo para neutralizar a Podemos en su mismo target ideológico, el populismo, dejando caer a ese partido por inanición volviendo a concentrar en el PP sus apoyos de todo tipo?

El PP como organización política representativa de la derecha, de toda, de la democrática y de la menos democràtica, se la juega y el futuro de su líder podría ponerse en cuestión incluso a corto plazo de manera que en el futurible de una convocatoria electoral a dos años vista, 2025, una vez que el PSOE ha conseguido con el acuerdo alcanzado garantizarse al menos la aprobación de los presupuestos para 2024, lo que obligaría a un cambio de liderazgo casi inmediato para aumentar susatncialmente la probabilidad de una victoria electoral, si no por mayoría absoluta, sí al menos sumando más diputados que el resto de los partidos, excluido VOX.

Mi amigo me propone mandar #alrincóndepensar este razonamiento hecho por alguien avalado por un largo recorrido democrático y yo así lo hago gustosamente.